Juanjo Cáceres
La lucha contra el coronavirus es una guerra que solo puede acabar en victoria, pero con un elevado coste fruto de diversas batallas previas perdidas. Se ha discutido mucho estos días sobre si lo símiles bélicos son apropiados o no en el tema que nos ocupa, pero paralelismos hay y no son pocos.Fundamentalmente una guerra es algo que nunca debería de pasar, una situación que viene dada cuando han fallado todas las vías para prevenirla y que en el momento que empieza, sin que sepas cómo va a acabar, sí que sabes cuáles son sus costes: un elevado número de pérdidas en vidas humanas.
Con el coronavirus ese es el problema: a falta de un mejor sistema de control de brotes epidémicos con capacidad de volverse pandémicos, ahora tenemos un drama sanitario, a gran parte del mundo asumiendo confinamientos y un importante grado de paralización de la actividad económica global por motivos no económicos, sino de salud pública. Es una obviedad afirmar que no estábamos preparados para esto a ningún nivel. Ninguna de las alertas que se han lanzado a lo largo de la última década advirtiendo de que tendríamos que afrontar una pandemia han servido para disponer de planes y protocolos de actuación que permitan dar una respuesta rápida y eficaz desde la perspectiva de la salud pública, ni anticiparnos a sus daños colaterales en otras dimensiones.
Así, cuando la epidemia ha llegado, no solo hemos tenido que improvisar las medidas de contención y mitigación, sino que faltan plazas UCI, falta material sanitario, faltan tests, no se atienden las necesidades de materiales de protección para personal no sanitario en riesgo (trabajadoras del hogar, de residencias)… Porque al no existir las estructuras necesarias para abordar una pandemia de este calibre, tampoco es posible lograr generar de la noche a la mañana los recursos necesarios para combatirla y todo depende de la capacidad de improvisar medidas.
¿Y de quién es la culpa? Muchas miradas apuntan hacia aquellos gobiernos que en el nivel estatal, autonómico, comarcal o municipal deben de gestionar esta crisis, sin olvidarnos de la Unión Europea, pero todos esos gobiernos están tomando decisiones en tiempo real, sin que exista ese plan previamente diseñado de actuación y adaptación, ni una experiencia anterior suficientemente parecida, por lo que es del todo imposible que todas las medidas que se tomen sean las más acertadas o que se tomen en el orden adecuado.
Además, las bases del drama se han ido poniendo a lo largo del tiempo: a la hora de establecer prioridades políticas, de determinar prioridades de gasto presupuestario o de recorte del mismo, de apostar por ciertos modelos de gestión sanitaria… A todo ello hay que sumar también la falibilidad humana y la dificultad intrínseca de enfrentarse a los efectos de un virus desconocido hasta ahora.
Construir un sistema sanitario más robusto, donde haya más inversión, una apuesta decidida por la gestión pública y donde las clínicas privadas tengan que asumir lo que les toque cuando les toque mientras formen parte de ese sistema, será uno de los objetivos del día después, pero las posibilidades de lograrlo dependerán también de nuestra capacidad de combatir los efectos económicos y sociales de la pandemia, que será otra batalla compleja en el plano político y también en el técnico. Igualmente hay una necesidad que va más allá de todo esto y es la de ser capaces de articular los foros expertos y científicos necesarios para construir mecanismos operativos reales que nos den la oportunidad de afrontar de forma consistente emergencias sanitarias de este calibre y orientar eficazmente la toma de decisiones.
Y luego de paso puede que sea necesario un cambio en nuestras formas de pensar. No son pocos los que celebran el confinamiento como una oportunidad de estrechar lazos familiares, pero en general estamos más aislados del resto del mundo. Hoy ese vecino que apenas conocemos está confinado, está aún más lejos de nosotros y tenemos menos opciones de entenderlo, de saber lo que le preocupa y de ver que le podría servir de ayuda. Además, confinados y confinadas, somos propensos a recrearnos en nuestros marcos interpretativos y a utilizar viejas narrativas para explicar nuevos problemas. Y culpabilizaremos al político de turno, al hecho no tener un Estado propio o un Estado más centralizado según los gustos, pero raramente a nosotros cuando cogíamos la papeleta de voto sin basar nuestra elección en la situación del sistema sanitario, de las residencias para mayores o de nuestros sistemas de protección social y las propuestas que se hacían en ese sentido.
Nada volverá a ser lo mismo después de esto, aunque bien es posible que todo cambie para seguir igual.
Advierto que es de Marhuenda, que no es santo de mi devoción, por si ello conlleva no querer seguir leyendo, pero aunque sea un sectario, tambien a veces dice verdades.
«Los españoles estamos sufriendo la mayor crisis sanitaria desde la Guerra Civil y el Gobierno de Pedro Sánchez ni puede ni debe pretender que no se le controle. Es estrambótico que la izquierda quiera someternos a una mordaza temporal exigiendo que no se pueda realizar ninguna crítica hasta que finalice esta terrible pandemia que está destrozando nuestra sociedad. España vive uno de los peores momentos de su historia reciente que está poniendo al límite nuestro excelente sistema sanitario y mostrando la grandeza de las personas que luchan contra una pandemia que está provocando una devastación en todos los ámbitos. Somos una gran democracia, una de las más importantes del mundo, y podemos asumir la lucha contra el coronavirus mientras se controla al Gobierno y se le critica con responsabilidad y rigor en aquello que consideremos que no ha estado acertado. ¿Qué democracia seríamos si el estado de alarma comportara una suspensión encubierta de nuestros derechos y libertades?
Un Gobierno que esté tranquilo por las decisiones que ha tomado no tiene por qué preocuparse por las críticas. Al revés, tiene que recibirlas con satisfacción, porque será capaz de desmontarlas e incluso salir fortalecido. Los grandes políticos, los que denominamos estadistas, emergen siempre de situaciones excepcionales porque cualquiera es capaz de gestionar la normalidad. No entiendo los nervios que existen en la coalición que nos gobierna y que se hagan apelaciones a la responsabilidad. Una cosa es ser responsables, creo que lo es la inmensa mayoría de la sociedad y de la clase política, y otra muy distinta es convertirnos en unos mansos y sumisos ciudadanos. ¿Alguien cree que el Gobierno no hace política con sus decisiones? Lo hace queriendo y sin querer. Otra cosa distinta es que se politice artificialmente la crisis o que se actúe de forma partidista. Los políticos y los periodistas están en su derecho a expresar su opinión, a cuestionar aquello en que no se esté de acuerdo y en exigir responsabilidades si consideran que hay cosas que no se han hecho bien. Nunca una democracia ha salido fortalecida impidiendo las criticas o cuestionando a aquellos que no estén de acuerdo con un gobierno. Los ciudadanos somos lo suficientemente maduros como para no necesitar ni mordazas ni consignas.»
Independientemente de los casos de corrupción que se han venido desarrollando a lo largo de los años que llevamos de democracia y que han desviado recursos necesitados para cubrir las grandes necesidades del pais, la realidad es que el sectarismo unido al cortoplacismo, que han sido las motivaciones en que se han basado las decisiones de los distintos gobiernos, nos han traido a la España actual. El politiqueo sustituyó a la política, y así nos va.
El estado de alarma no ha suspendido ni la democracia ni la libertad de expresión. Tiene razón Marhuenda. Pero tampoco ha suspendido el sentido común y la mesura. Es verdad que algunos de los miembros del gobierno actual no son los más indicados para pedir tranquilidad, no ya por actuaciones pasadas, algunas muy lamentables, sino incluso por despropósitos actuales. Pero a pesar de ello conviene medir la crítica. Desde sectores de la derecha se hace una crítica sensata, discutible como todas, pero sensata. Cuando el presidente de la Junta de Andalucía pide un vuelta de tuerca más al parón de la actividad económica creo que tiene razón. Tambien cuando el alcalde de Madrid pide que se paren las obras. Qué coño de urgente tiene la remodelación del Bernabéu. Junto a esta crítica, que incluye una crítica a la falta de medios evidente, algo que se puede constatar solo con visitar un hospital estos días, están los buitres que no se cortan: desde la radio de Losantos se pide sin complejos a la derecha que utilice el coronavirus para derribar el gobierno. Y en ello están.Algo parecido a lo que está haciendo ese miserable supremacista llamado Torra. Sus seguidores han pasado del España nos roba al España nos mata. Menuda pandilla de…
La responsabilidad es transversal. Gobierno de España y autonomías se la reparten. Unos por no haber dimensionado correctamente la crisis que venía y claramente ir tarde ( hasta el 9 de marzo al menos ) en la toma de decisiones, otros por haber recortado y/o gestionado mal la sanidad transferida. La sanidad española es muy buena pero no es la mejor del mundo como algunos repiten cual Manolo el del bombo. Sus carencias están quedando en evidencia estos días. Lo que resulta curioso es escuchar a quienes la recortaron pedir medios e inversión al gobierno. Gracias a sus profesionales, cuyas bajas representan ya el 13% de los contagiados, lo que debería hacer pensar que no todo se está haciendo bien, muchas de esas carencias son suplidas con actuaciones casi heroicas.
Tiempo habrá cuando acabe esta plaga para pedir responsabilidades en las urnas.
Hoy el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. De momento necesitamos que nuestros gobernantes, sean del color que sean, acierten.
Lo de la vicepresidenta Calvo suena a cachondeo. Como se puede dar a entender la posibilidad de que un test pueda no ser fiable, como se ha hecho en la comparecencia, sin terminar diciendo que se hace otro test para descartar o confirmar? Mejor que digan ya la verdad y no se perdan en explicaciones que sólo empantanan más y dan munición a la crítica.
Ante situaciones de máxima tensión, fuentes de acreditada solvencia y trayectoria como Marhuenda y la La Razón. Claro que si.
Tranquilo que la máxima tensión desaparece mañana. Mañana todos los servicios sanitarios recibirán todo lo necesario. …… Lo ha dicho la juez.
Los virus deben estar acojonados porque seguro que la juez les va a prohibir
Que infecten
Se cortó el mensaje.
Yo no considero a La Razón una fuente de acreditada solvencia. Más bien de acreditada tendencia, como otros medios que también arriman el ascua a su sardina. Eso no quita que hasta un reloj parado acierta una vez cada 24 horas.
El auto de la juez de Madrid es un despropósito. Uno de esos autos inejecutables donde el juez sale guapísimo en la foto. Si no cumple el auto qué hará? Meter a Ayuso en la cárcel? Creo que el mismo abogado ha llevado el tema al supremo contra el gobierno de Sánchez para que en 24 horas dote de material a los sanitarios. El supremo, con buen criterio, ha mandado a paseo al abogado y le ha dicho que el gobierno hace lo que puede.
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Sin duda Marhuenda es un insolvente. Lo peor es que tiene no pocos imitadores en la llamada prensa lprogresista. Ha creado escuela.
El 21% de los contagiados en Andalucía es personal sanitario. Tremendo.
Sacar partido político de situaciones dramáticas para una enorme cantidad de españoles es una actividad a la que ya estamos acostumbrados en este país, por desgracia. Una mezcla de mezquindad, odio y poca altura política.
En una situación como esta, sólo queda arrimar el hombro. Es cuando se comprueba la calidad humana de cada uno.
Y homenajear y agradecer infinitamente a esos héroes, porque son auténticos héroes, que tenemos en la Sanidad española.
Cuídense.