Desde el lado oscuro atacan de nuevo

Jelloun

Cuando aun no se han apagado del todo los ecos de la decisión del gobierno sobre el incremento de la financiación a la iglesia católica, aumentando el porcentaje que se le cede a esta Institución de lo que el estado recauda, vía IRPF, se anuncia una nueva ofensiva por parte de nuestros clérigos –de un sector de los mismos, al menos-, dirigida, en esta ocasión, contra la muy modesta y razonable iniciativa gubernamental sobre la asignatura de Educación para la ciudadanía.

Las primeras andanadas lanzadas por el arzobispo de Granada sugieren que se ensayaría ahora la vía de la “objeción de conciencia� y la “desobediencia civil� frente a lo que consideran una intromisión ilegítima del estado. En realidad, mas allá de sus declaraciones pomposas sobre la educación moral, el papel de las familias al respecto y la neutralidad que se exige al estado en la promoción de los valores cívicos, a poco que se rasque en sus discursos y que se les pida concreción sobre sus objeciones salen a relucir sus viejas obsesiones: sexo, matrimonio, “familia como dios manda�. O sea, que no están dispuestos a tolerar que se eduque a los jóvenes en la existencia de diferentes tipos de familia o que se promueva el respeto a la diversidad en las relaciones sexuales,… ¡Nada nuevo bajo el sol!

Es pronto aún para pronosticar las dimensiones que alcanzará –o pretenderá alcanzar- esta nuevo intento de la Iglesia Católica española por afirmar su relevancia sobre el poder civil. Y si conseguirá la connivencia de la derecha política en la misma medida en que la obtuvo en sus batallas anteriores, contra la Ley de Educación y el matrimonio homosexual. Pero siendo 2007 un año electoral es de temer lo peor.

No es mi intención -aquí y ahora- reivindicar la bondad de un proyecto como es el de la asignatura que encrespa a estos clérigos. Ni abundar en la defensa de la laicidad como uno de los rasgos de identidad de nuestra democracia. No; si traigo este asunto a colación es porque me preocupa la posibilidad de que nuestro Gobierno no afronte este nuevo desafío con la determinación suficiente. Que ceda a la tentación de intentar, también en este capítulo, una transacción con la jerarquía católica que acabe devaluando esa iniciativa educativa que es, en mi opinión, irrenunciable.

Hace unos días, en El País, el historiador e hispanista Edward Malefakis comentaba favorablemente la política del Gobierno con respecto a la Iglesia y la mejora de su financiación (en una entrevista, por cierto, en la que apoyaba con entusiasmo la iniciativa gubernamental respecto al proceso de paz y criticaba el obstruccionismo suicida del PP). Venía a decir –resumo- que no le merecía la pena al Gobierno desgastarse en batallas con una institución que irreversiblemente ha perdido ya el inmenso poder que ostentó en nuestro país, en proceso de galopante secularización. El punto de vista me parece muy razonable como observación con perspectiva histórica, pero no lo comparto como orientación política.

No sé si un cálculo de ese tipo es el que estuvo en la mente de nuestros gobernantes cuando optaron por obsequiar a la iglesia con un porcentaje mayor del IRPF. O si, por el contrario, es la sospecha de que la Iglesia conserva un peso de poder fáctico suficiente para llenar las calles de manifestantes lo que hacía aconsejable el acuerdo como intento de desactivar a un potencial aliado de la oposición conservadora. Intento fallido, en cualquier caso, si se confirma esta nueva ofensiva clerical contra el desarrollo de la LOE que vendría a ilustrar una vez mas que de nada sirve intentar calmar la voracidad de gentes insaciables dándoles un poco de lo que exigen, porque interpretan esa cesión como debilidad del contrario y, crecidos, exigen más y más, …

Lo que sí sospecho es que la base social y electoral del Gobierno no ha entendido o encajado bien ese pacto con la Iglesia. Y creo que encajaría menos aún que se cediera de nuevo ante la nueva batalla que se anuncia desde los púlpitos.

La prensa da cuenta hoy mismo de la entrevista mantenida por el ministro Moratinos con la jerarquía del Vaticano. Ni una palabra sobre este conflicto que se avecina. Y me preocupa este silencio. Me gustaría que la respuesta pública al desafío desde el gobierno no recayera, como hasta ahora, en cargos de segundo o tercer nivel del ministerio de educación. Me gustaría que el gobierno llevara la iniciativa política. Que promoviera el debate social sobre la cuestión. Que hiciera pedagogía política sobre el significado de la laicidad y la educación en valores cívicos. Que no rehuyera el combate, si se da. Es decir, que se actuara de forma distinta a como se hizo con el asunto de la financiación. Y, desde luego, que el asunto no se dirima en un arreglo en la trastienda diplomática ni se traduzca en una nueva frustración.

También en este ámbito, deberíamos tener la oportunidad, como ciudadanos conscientes de lo que está en juego, de poder acompañar a nuestros gobernantes a librar ese combate por la laicidad. Y poder decir, frente a los del lado oscuro y respecto a la educación ciudadana: “en nuestro nombre, sí�.

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