Carlos Hidalgo
Hace tan solo unos meses los bajos tipos de interés y el aumento de capital tras superar la crisis de 2008 hacían que hubiera bancos y fondos de inversión que tuvieran tantísimo dinero que realmente no sabían qué hacer con él. Los muy ricos pasaron a ser megarricos porque esos mismos fondos sobrecapitalizaron sus empresas sin ver si realmente había valor detrás de ellas o no y las criptomonedas pasaron a ser una inversión aceptable porque, qué demonios, había tanto dinero que por qué no probar.
Ahora, tras una pandemia, una crisis mundial de inflación provocada por unas redes de suministro rotas y unas empresas que no quieren bajar el ritmo de años anteriores, el dinero ha vuelto a ser tan cobarde como siempre ha acostumbrado a ser y, tras huir de las criptomonedas, empieza a huir de las inversiones mal llamadas “disruptivas”.
En la economía actual se usa el eufemismo de “disrupción” como si fuera algo positivo, cuando en realidad se tratar de inyectar dinero sin criterio ninguno en empresas emergentes, de tal manera que funcionen muchísimo tiempo a pérdidas, hasta que consiga arruinar a su competencia y acaben siendo un monopolio de facto. Eso a veces funciona, a veces no. Y muchas veces, como en el caso de AirBbN, lo que se consiguen son efectos inesperados, como fastidiar el mercado de alquiler inmobiliario, cuando lo que se pretendía era apretar las tuercas al sector hotelero.
Muchas empresas han caído y otras están en franco declive. Uber y AirBnb siguen sin dar beneficios, Tesla está estancada porque no sabe construir coches al ritmo de las otras empresas y además los suyos son de cada vez menos calidad. Facebook, que iba a cambiar el mundo con Meta, está dejando de lado la realidad virtual, en la cual ha quemado miles de millones de euros, para hacer lo que debieron hacer desde hace décadas: tratar de arreglar Facebook antes de que se convierta en un desierto. Y Twitter renquea después de ser adquirida por el millonario con crisis de la mediana edad Elon Musk.
Se acabó el dinero para empresas que ofrecían exprimir bolsas de zumo en lugar de frutas o furgonetas autónomas que repartían pizza hecha por robots. No. No me he inventado ninguno de esos ejemplos. Hasta los fondos más insensatos y destructivos, como el Vision Fund del banco japonés SoftBank, están recogiendo velas y las “disruptivas” empresas emergentes acuden corriendo al banco para sacar el dinero para pagar nóminas antes de que los fondos dejen de acudir a sus rondas de inversión.
Y en estas, se cae el Silicon Valley Bank. Un banco comercial bastante normal, de hecho, que no es que haya hecho nada insensato, pero se ha visto atrapado por el sándwich de empresarios miedosos que querían sacar todo su dinero y un capital invertido en bonos que, con la subida de tipos, valen ahora menos de lo que valían cuando se adquirieron.
Todo ello, unido a los rumores (algunos particularmente maledicentes de su competencia), ha hecho que el banco no pueda afrontar las retiradas de efectivo y haya acabado siendo intervenido por el Estado. Eso sí, pagando generosos bonus antes a sus directivos. Sin duda por los grandes resultados obtenidos.
La Reserva Federal de los Estados Unidos ya ha anticipado que no va a sostener al banco, ni lo va a hacer público, por lo que seguramente lo deje caer, como se dejó caer Lehman Brothers (de los cuales provienen algunos de los directivos actuales del SVB). Y ahora todos los autodenominados tiburones de Silicon Valley, que renegaban de la intervención de las autoridades en la economía y que abominaban de los bancos centrales, ruegan de rodillas que el Estado intervenga más y les garantice el 100% del capital que tenían en SVB. Va a ser que no.
Y así, el capitalismo que ya fallaba en 2008 y que sigue dando fallos similares en 2023, sigue cobrándose víctimas y poniendo a prueba la fe de quienes defendían con tanta pasión sus dogmas. Y seguiremos sin aprender.
Los reguladores de EEUU devolverán el 100% de sus depósitos a todos los clientes del Silicon Valley tras la quiebra del banco.
Esto es lo que dicen y es lógico si quieren que la buena gente siga confiando en su sistema bancario . Han actuado rápido y bien .
No entiendo su artículo .
Es lógico que apelen al regulador , porque es un mercado regulado . ¿ qué deberían hacer ?