Frans van den Broek
El gobierno holandés se apresta a hacer realidad uno de los sueños húmedos del polÃtico Geert Wilders, el de la extraña melena y espÃritu de incordio, quien tiene maniatado al gobierno en un régimen curioso que no es precisamente una alianza, sino una especie de acuerdo de permisividad (referido con el mismo término que se usa para describir la polÃtica de drogas) que deja gobernar a la coalición sin ser parte de ella, con tal de que ciertas polÃticas se implementen. Uno de los capÃtulos en los que ha insistido Wilders es el de la inmigración y la medida a la que me refiero forma parte de esta actitud negativa para con los inmigrantes de paÃses no occidentales, especialmente los islámicos. Se trata de la cacareada prohibición de los velos que cubran la cara, bien dejando los ojos libres o cubriéndola por entero, como la burka. Desde que se implante la ley no será posible usar estas prendas, so pena de multa y, me imagino, juicio en caso de reincidencia y resistencia.
Los argumentos avanzados por los propulsores de esta ley son que el rostro es instrumento esencial de comunicación y su ocultamiento la impide, entorpeciendo, por tanto, la fluidez semiótica de la fábrica social (no es que lo hayan expresado de esta manera, pero démosles cierto crédito a sus creadores). Otra razón dada es que el velo y la burka no forman parte de la cultura holandesa e impiden, además, la integración de las minorÃas. Y por último alegan el carácter simbólico del velo en lo que respecta a la opresión de las mujeres en las sociedades islámicas.
Valga decir primero que los velos no me gustan, lo que no significa que coincida con los argumentos presentados para justificar su prohibición. Mis razones son varias, pero son personales y entre ellas se encuentra la simple atracción que ejercen sobre este humilde servidor los rostros femeninos, una de las creaciones más maravillosas de la naturaleza en este pequeño planeta, al menos cuando no están enfadados y ocupados en regañarnos a nosotros los hombres. En incluso en dicho caso existen rostros que adquieren cierto encanto luciferino que es difÃcil explicar. La ley, sin embargo, es aplicable en todo el territorio y representa, se supone, la voluntad popular. ¿Qué puede haber llevado al pueblo holandés, por tanto, tradicionalmente tolerante, a permitir que los padres de la patria se ensañen con los velos femeninos?
La respuesta parece clara, pero puede ser falaz: el pueblo holandés se ha vuelto menos tolerante y experimenta una gran ansiedad por la presencia sostenida de inmigrantes en su seno que pretenden mantener sus modos de vida tal cual eran en sus paÃses de origen. La primera cuestión a preguntarse es si realmente el pueblo holandés era tan tolerante como se dice. Es verdad que Holanda ha recibido desde antaño refugiados e inmigrantes de toda laya y los ha acogido con respeto y hospitalidad, pero quizá sea bueno puntualizar que dichos inmigrantes no diferÃan de los habitantes de estos lares de modo tan tajante, esto es, se trataba generalmente de europeos con costumbres no tan alejadas de las nacionales y con facilidad de integración. No faltaron los inmigrantes de otras partes del mundo, pero sus números fueron menores y tendÃan a recluirse en sus propias comunidades, formando lo que los nativos podÃan concebir como sus propios pilares, algo a lo que Holanda estaba habituada en su organización polÃtica. Pero desde la llegada masiva de los inmigrantes de paÃses islámicos, como trabajadores invitados a reconstruir el paÃs, de los que se esperaba que volverÃan a sus lugares de origen, y la constatación de que antes que volver se quedarÃan y traerÃan a sus familias, el clima emocional ha cambiado hacia la preocupación o el abierto rechazo. Tan sólo diez años atrás la estrategia del gobierno se resumÃa en la frase “integración con mantenimiento de la propia identidadâ€; hoy se trata más bien de “integración o expulsiónâ€, siendo Holanda uno de los paÃses con las leyes de inmigración más restrictivas de la Unión Europea. La afamada tolerancia holandesa tenÃa lÃmites que los propios holandeses desconocÃan, por lo visto, y el estamento polÃtico no hace sino reflejar este incómodo hecho. Si bien Holanda sigue siendo un paÃs de apertura y acogida, no cabe duda de que los ánimos han cambiado y se expresan cada vez más en todos los ámbitos. No hay conversación sobre este tema que no acabe en la conclusión de que Holanda tiene demasiados extranjeros y de que deberÃan adaptarse al modo de vida nacional. Por extranjeros no se debe entender americanos, japoneses o irlandeses, sino marroquÃes, turcos y surinameños, esto es, quienes difieren más de la cultura holandesa tradicional.
Pero, ¿es verdad que el velo ofende la cultura holandesa al punto de requerir su prohibición? Primero que nada habrÃa que preguntarse qué demonios se dice cuando se menciona la cultura holandesa como contradictoria con la presencia del velo. Es fácil imaginar determinados rasgos que podrÃan aducirse en apoyo de la ley, como la cultura democrática y de igualdad, los derechos humanos y la transparencia, o cosas por el estilo, pero dichos rasgos no son exclusivos de Holanda y pueden utilizarse también en apoyo de la libertad de expresión a través de la ropa. Además, la cultura holandesa ha cambiado enormemente desde la segunda guerra mundial y cambiará más en los próximos decenios, y nada hace suponer que se la pueda esencializar en aras de su preservación. Y ¿a qué cultura holandesa se refiere la ley, a la del norte, la del sur, la de las ciudades o la del campo, a la que permite el establecimiento de vitrinas para prostitutas o a la que no deja a sus miembros vacunarse pues contradice las recomendaciones de la Biblia? Francamente, el loquito que se pasea por Ãmsterdam de cuando en cuando, sólo con un calzoncillo de tirita y en patines, y fumándose un porro a vista y paciencia de todo el mundo, me parece más ofensivo que cualquier velo, aunque cubra toda la cara. Es de esperar que los promotores de la ley tengan más en claro que yo el significado de lo que llaman cultura holandesa.
Es verdad, por supuesto, que la cobertura del rostro impide una comunicación efectiva con el que usa el velo, pero aparte de los pocos momentos en que la identificación es esencial, como con la policÃa o en el aeropuerto, de poco le vale al resto de los holandeses tener descubierto el rostro o el torso, pues no es que este pueblo se caracterice por su ansia de comunicación con el prójimo. El anonimato y la indiferencia son más bien la regla, como en toda sociedad industrializada, y es posible pasarse la vida sin conocer ni el nombre del vecino de al lado y pueden pasar años antes que a algún colega con el que se trabaja a diario se le ocurra invitarnos una cerveza en su casa, si es que sucede alguna vez. E incluso si esto pasa, serÃa ingenuo pretender que la comunicación se eleve por encima de temas como los impuestos o los precios de las casas, pues los asuntos personales o Ãntimos causan incomodidad la mayor parte de las veces. La norma es más bien el establecimiento de una de aquellas amistades como las que describe Borges al referirse a los ingleses, que empiezan por eludir las confidencias y muy pronto omiten el diálogo.
Y el valor simbólico del velo no puede negarse, pero de igual manera tendrÃan que prohibirse muchos sÃmbolos de dudosa catadura. Cerca de la estación de Ãmsterdam se exhibe un barco que es réplica de los de la compañÃa del este, como ejemplo histórico de la expansión comercial holandesa y de su rica tradición multinacional. Pues bien, dichos barcos fueron usados también con holgura y alegrÃa comercial para traficar esclavos desde Ãfrica, fenómeno que la cultura holandesa no parece tener demasiada premura en recordar. Para colmo, dicho barco se presenta como ejemplo de la acción gubernamental positiva para con los desempleados, pues fue construido utilizándose uno de aquellos esquemas de promoción del trabajo que asalariaba a desempleados para que adquirieran experiencia, con el objetivo de que consiguieran trabajo regular a la larga. Quizá no serÃa inadecuado indicar que la mayorÃa de dichos puestos de trabajo subsidiado los detentaban miembros de las minorÃas que ahora no pueden usar velo, y que un porcentaje muy alto de dichos desempleados jamás consiguieron trabajo regular y tuvieron que quedarse años de años al servicio del estado con sueldos mÃnimos que apenas les permitÃan sobrevivir. Si algo es simbólico de opresión, pues que desarmen dicho barquito.
Por último, cabe señalar que el porcentaje de mujeres que usan velos del tipo prohibido en Holanda es ridÃculo: no llegan ni a mil, según los últimos conteos. ¿Por qué la ansiedad por aprobar dicha ley entonces? Pues por politiquerÃa, qué duda cabe. PolitiquerÃa que en lugar de calmar las ansiedades del habitante neerlandés, las azuzarán al refrendar sus temores y darle un marco jurÃdico. Por cobardÃa de la coalición, la que estima más importante los votos de Wilders y sus seguidores que la reflexión seria sobre los verdaderos problemas de la integración, que competen no sólo a los inmigrantes, sino a la sociedad holandesa misma, poco dispuesta a que le remuevan el piso y le recuerden sus responsabilidades. Es cierto que el multiculturalismo conlleva problemas de difÃcil solución, como todo cambio social de esta naturaleza, pero no es menos cierto que los problemas sociales no se solucionan sólo con leyes o proclamaciones demagógicas, y menos aún con la creación de nuevos problemas, como es la renovada sensación de persecución y discriminación que habrán de sentir los inmigrantes ante leyes de este tipo. Repito: prefiero una sociedad sin velos, pero prefiero más aún una sociedad sin Wilders y sin instigaciones al odio étnico, sobre todo cuando este último viene embelesado de razones ilustradas y apelaciones a los derechos universales del hombre. Lo único universal en este caso es la estupidez humana y la inveterada tendencia a perder la objetividad. La que nos harÃa ver lo mal que utilizamos nuestra libertad polÃtica.
Me resultan extrañas las argumentaciones de Frans, sobre todo esa aparente incomprensión que muestra de la contradicción entre el velo y la cultura holandesa (vale decir, europea). En cualquier caso, leÃdo su post me reafirma en la bondad de la iniciativa holandesa. Y por seguir los términos del autor (aunque son un tanto tramposos) porque yo desde luego prefiero una Holanda (una Europa) con Wilders antes que una Holanda (una Europa) con velos.
Absolutamente a favor de la prohibición del niqab y el burqa en lugares públicos, tal y como los prohibe Francia.
(el artÃculo me ha parecido maniqueo (velo o Wilders) y machista: «la simple atracción que ejercen sobre este humilde servidor los rostros femeninos, una de las creaciones más maravillosas de la naturaleza en este pequeño planeta, al menos cuando no están enfadados y ocupados en regañarnos a nosotros los hombres». Miedo me da que el alcalde Valladolid lea este blog).
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Qué diferencia entre Francino y Gabilondo. Cómo se puede hacer una entrevista tan mala al futuro inquilino de la Moncloa. ¡Vuelve, Iñaki!
Lo Flipo!!!
¡¡¡¡Por una vez estoy de acuerdo con Frans!!! El último párrafo para enmarcar. La liberatd religiosa es lo que tiene.
Ich bin ein Berliner
Elecciones berlinesas, resumen:
ganan las izquierdas
los liberales fuera del parlamento
los piratas entran con el 8.9% de los votos
Que dice LucÃa Filgar que «la huelga de educación en Madrid está alentada por Rubalcaba y el 15M». Este es el nivel de la actual responsable de la Educación en Madrid. No va más.
No es la crisis, sino la ideologÃa: «Si la educación es obligatoria y gratuita en una fase, a lo mejor no tiene quer ser obligatoria y gratuita en todas las demás fases» (E. Aguirre).
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Ay, mi idilio con Polonio no podÃa durar tanto tiempo. El blog, que «hace extrañeros compañeros de cama», como dicen los periodistas, une en esta ocasión a Barañain y Polonio frente a Frans. Menos mal que siempre quedará Pratxanda.
Yo no entiendo que se prohiban los burkas o los velos. Como apunta Frans, se trata de un fenómeno muy minoritorio que, cuando se politiza, corre el riesgo de transformarse en un problema de convivencia e incluso puede contribuir a extender el uso de dichas prendas. Siempre he preferido el modelo inglés, donde todo el mundo tiene derecho a vestirse de mamarracho. Qué manÃa con meterse en la vida ajena en un asunto que no afecta a la convivencia. Si las muejres llevan el burka bajo coerción y nos preocupa dicha coerción, la solución no pasa por prohibir el burka, sino por proteger a la mujer y darle una oportunidad para que escape de familias tan opresivas. Y si no lo hace bajo coerción, que se vista como le venga en gana. Ya son ganas de regularlo todo. Es como Bono exigiéndole la corbata a Sebastián…
He leÃdo casi toda la sentencia sobre los de Otegui (como dirÃa aquel). Es increÃble el nivel intelectual de nuestros jueces, absolutamente increÃble. Hay pasajes verdaderamente cómicos. La sentencia avanza por la vÃa de la acumulación, acumulando frases que no tienen carga probatoria alguna durante decenas de páginas. Hay errores de bulto en la contextualización histórica del principio (se repasa la historia de ETA hasta 1975 y luego se salta a 2004). Cuanto menos queda de ETA, más burros se vuelven nuestros jueces. Qué valentÃa, qué coherencia, qué rigor y qué viva el Estado de Derecho, sà señor.
Yo estoy por la no prohibición de burkas, velos y demás familia. El problema, como señala don Cicuta, es que la mujer los lleve por coacción de su hombre. Y en ese caso, ese es el problema, la coacción, no el velo. Recuerdo el caso de la niña del instituto de Pozuelo y se me abren las carnes. Asà que con don Cicuta y con Pratxanda. Y con Frans, claro.
Pero más se me abren las carnes al oir a esa señora Figar o a la otra, la señora Aguirre. O a la otra, la señora Cospedal. Sólo pensar que ellas son un anticipo de lo que nos espera en el Gobierno central, es para irse escopetado a Holanda y ponerse un burka, aunque el tal Wilders le persiga a uno.
Aplausos Frans, muchas gracias.
Efectivamente, hoy está raro el blog, estoy muy del lado de la cuerda Pratxanda-Don Cicuta.
«…Ahora bien, si consideramos que se producen logros de la civilización en términos de igualdad y de libertad de la persona, está claro que no podemos poner al mismo nivel a una cultura que afirma ese principio y a otra que lo rechaza. La mayor paradoja está en que cuando la mujer se oculta bajo el burka, se cubre con el velo, en realidad se descubre del todo como objeto (un objeto del hombre). DifÃcilmente convertida en las sociedades occidentales en sujeto de derecho, resulta que ahora queremos rebajarla a la categorÃa de cosa anónima animada. Apelando al relativismo cultural, algunos intentan en nuestros dÃas hacer aceptar esa aberrante idea de que, por respeto a sus creencias, hay que acostumbrarse a ver a seres humanos deambulando bajo ese atuendo tenebroso». (Sami Nair).
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LeÃda la sentencia contra Otegi y otros, coincido con mi ex Cicuta en que es impresentable. Ni una prueba. Un juicio polÃtico. Esperemos que el Supremo ponga en su sitio esta burrada. PolÃticamente la reacción ha sido esperpéntica: yo pensaba que un dirigente de ETA (según la AN) que abandona las armas y apuesta por la polÃtica (como afirma el mismo sumario) era una buena noticia. Que era lo que deseábamos todos desde hace años. Pues tampoco. Lo de Bildu el 20N va a ser histórico.
¡Queridos compañeros del metal, menudo descubrimiento ese de que el problema es la coacción y no el velo! ¡Acabáramos!
En fin, como no son horas de ponerse a discutir -no para mÃ, al menos, que estoy mayor y se me enfrÃa la próstata-, me limitaré a difundir en este espacio ilustrado una recomendación de lectura que hacÃa Babelia, hace una semana: «El burka como excusa.Terrorismo intelectual, moral y religioso contra la libertad de las mujeres», de Wassyla Tamzali, exdirectora de no sé qué departamento de la Unesco y muy crÃtica con el permisivismo instalado en buena parte de la izquierda europea.
Volveremos sobre el asunto.
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¿La audiencia nacional? Sin novedad en el frente. Aunque casi me parece peor lo de la fiscalÃa de la cosa esa. Y, sÃ, parece ser que lo de Bildu el 20 N puede ser histórico. ¡Y la campaña les sale, de nuevo, gratis! En el PNV andan acojonados.
Gracias, Frans.
Discrepo.
Los partidarios de la libertad de vestir burka soléis usar, entre otros, un argumento que me parece muy pobre: «no es un problema real», decÃs, «porque afecta a pocas mujeres». Esto me recuerda a lo que le oÃa al PP respecto al matrimonio homosexual, regulación que, ciertamente, concierne a un porcentaje muy poco significativo de la población. ¿Y qué?
El burka -y el niqab, como dice Polonio- suponen la negación de la mujer como sujeto de derechos. Es, en cierto sentido, todavÃa peor que la estrella amarilla que los nazis impusieron a los judÃos. Para mÃ, el burka es una presunción -una fuerte presunción- de esclavitud. Soy, por tanto, partidario de su prohibición en espacios públicos.
(Polonio: abandona definitivamente a Cicuta, que no te quiere de verdad, y vuelve a mi vera).
Abrazos para todos.
Como sigamos asi,el sistema de castas que se implantara en España con la entrada en el gobierno del partido popular ,hará que muchos de nosotros seamos «invisibles», y que únicamente podamos salir a la calle de noche…..por mucho que le digamos a La Luna»menos lobos caperucita»…..ejem.
Las religiones solo respetan a las mujeres si son virgenes para sacrificarlas.