Entrevista a José María Calleja

Millán Gómez

¿Cómo ves la situación actual de la inmigración en España?

La inmigración es la cuestión más importante que está transformando cultural, social, económica y demográficamente a nuestro país. Es una oportunidad de enriquecimiento para todos y, como tal, debería ser tratada pero si hacemos las cosas mal puede ser una fuente de conflictos. El que la extrema derecha y los sectores más radicales puedan hacer caldo de cultivo para hacer una especie de jerarquía de ciudadanos de primera (los españoles nacidos en España) y ciudadanos de segunda (los nacidos fuera de España).

En tu libro «Â¿Qué hacemos con los inmigrantes?» criticas que los políticos no dedican a la inmigración el tiempo necesario. ¿Por qué piensas que la inmigración no es una prioridad para nuestros políticos?

Porque suelen carecer de visión de futuro y de perspectiva amplia. Entonces, aquí estamos «dale que te dale vueltas» al asunto del terrorismo por ejemplo y, si se dedicaran la mitad de horas que se dedican al terrorismo, se dedicaran a la inmigración, a ver cómo lo han hecho otros países, a ver qué problemas han tenido otros países, a ver cómo está siendo la integración para aprender de los errores de esos otros países, las cosas nos irían infinitamente mejor. Lo que pasa es que aquí la gente está tan marcada por la vida política diaria, por el terrorismo en este caso, por el debate digamos electoral, que se olvida que algo que tiene menos presencia en los medios pero que tiene mucho mayor desarrollo futuro porque la inmigración ha venido aquí a quedarse y nos va a exigir más talento, más capacidad de pensar las cosas que el asunto del terrorismo, incluso. Pero hay una especie de hinchazón informativo del terrorismo y una reducción informativa de la inmigración.

¿Qué riesgos de conflicto entraña la inmigración?

Hay un primer riesgo que es el que se haga una segregación física de la inmigración. Afortunadamente, en España todavía los inmigrantes están integrados con el resto de ciudadanos. No hay barrios de inmigrantes, pero empieza a haber síntomas de que puede haber barrios de inmigrantes. En la medida en la que haya una segregación física en la que los inmigrantes vivan separados de los no inmigrantes, eso va a ser fuente de conflicto, lo hemos visto en la experiencia francesa, la «banlieue», el área metropolitana de París. El problema fundamental es que están segregados físicamente y espacialmente. Ése puede ser un primer problema. El otro problema es cuando puede haber algún tipo de crisis económica en España, y entonces, los inmigrantes que ahora son una fuerza de trabajo fundamental y decisiva para el desarrollo del país se conviertan en competidores a la hora de entrar en un puesto de trabajo. Puede haber un discurso que diga: «hasta que no tengan trabajo todos los españoles, no tendrá trabajo nadie que no sea español». La tercera cuestión es que los inmigrantes disputan con los sectores más desfavorecidos de la sociedad española las ventajas del Estado de Bienestar. Los inmigrantes no afectan, digamos, a los ricos que los tienen contratados en su servicio doméstico, incluso cuidándoles el jardín, digamos. Los inmigrantes entran en el debate de la educación pública, de la sanidad pública, del transporte, de la plaza de las guarderías y, como su situación económica es mucho peor que la de muchos de los nacidos en España, pues alguien puede decir que «yo necesito ser más pobre para que me den lo que le dan a este hijo de inmigrante», o que «este hijo de inmigrante me ha quitado el puesto de la guardería, a mí que soy español». Ése es el riesgo y que, entonces, en vez de proyectar el enfado contra la administración para que haga más guarderías o que haga más centros, o que haga más hospitales, se proyecte el enfado contra los otros inmigrantes. Ése es el bloque de tensión. Lo que nos demuestra la experiencia es que, en Francia por ejemplo, el Partido Comunista Francés perdió muchos votos que se fueron luego Le Pen, al Frente Nacional, porque era la gente que vivía en las áreas más marginales de la ciudad de París, el nivel social más bajo que entraba en choque con los inmigrantes. Entonces, la forma reactiva que tenían de ese conflicto era votar a la extrema derecha, que decía «Francia para los franceses». Ojalá no ocurra algo así en España.

¿Qué medidas deberían adoptar los políticos en materia de inmigración?

De momento, dedicarle más tiempo del que le dedican, pensar lo que puede estar haciéndose mal, aprender de la experiencia de otros países, ver lo que estamos haciendo, en qué estamos fallando, en qué estamos haciéndolo bien. Tendría que haber gente pensando sobre este problema, dedicándole horas, dedicándole tiempo o analizando las experiencias de otros países. Siendo muy rápidos a la hora de atajar estos brotes de confrontación, no puede ser que el debate sea «si hay o no hay plazas de guardería». En una sociedad como la española, que teóricamente vivimos en un nivel económico tan opulento tendría que haber plazas de guarderías para todos y no puede haber disputa por una plaza de guardería ni por el transporte público ni por la sanidad. Tenemos una sociedad suficientemente opulenta económicamente como para que esos conflictos no estallen ahora.

¿Qué te parece la postura del Gobierno socialista en esta materia tras la crisis de los cayucos?

Yo creo que el Gobierno ha hecho bien la regularización porque regularizar a la gente es una forma de convertirles en ciudadanos. Aquí hay gente que piensa que los inmigrantes tienen que venir a trabajar y callarse. Los inmigrantes vienen a trabajar, se ponen malos, tienen que llevar a sus hijos al colegio, tienen que coger el transporte, deben trabajar en condiciones civilizadas y humanas. Regularizarles es convertirlos en ciudadanos. Los cayucos es algo que nos impacta, desde el punto de vista informativo pero es la vía por la que menos inmigrantes entran en España. Por la vía que más entran es a través del avión procedentes de los países de Latinoamérica y en autobús procedentes de otros países de Europa. Resulta sangrante que a estas alturas del curso no haya una fluidez de relación con los países de origen. Tendría que haber un pacto con esos países de origen para evitar que la gente que venga se juegue la vida, no puede ser que haya empresarios que dicen que necesitan gente, haya gente que venga aquí a trabajar y se pueden morir en el tránsito. Eso parece un disparate ¿no? Tendría que haber acuerdos con los países de origen para decir: «yo me ocupo de los dos mil o tres mil inmigrantes pero que vengan con papeles regularizados en condiciones». Me parece antiguo, sangrante, desolador que a estas alturas haya gente que se juegue la vida y se muera por buscarse la vida.

¿Y la de la oposición, el Partido Popular (PP)?

Bueno, la actitud de la oposición, como en todo, es una actitud de cuanto peor, mejor, de crispar la situación lo más posible, de tensar las cosas, de echar la culpa al Gobierno del problema de la inmigración como si fuera un problema exclusivo de España. En Estados Unidos, que es un gobierno de derechas conservador, con un presidente del Gobierno muy alejado del nuestro, está construyendo un muro para separar México de Estados Unidos. Algún problema con la inmigración tienen, y es una sociedad en el que hace cuatro días se han manifestado millones de personas latinoamericanos exigiendo papeles. La inmigración es la cuestión clave de la sociedad contemporánea, siempre ha sido un elemento importantísimo en la vida. Toda la historia de la humanidad es la historia de las migraciones, la historia de los movimientos de población y ahora, pues, me parece injusto intentar entender que la culpa de lo que está pasando la tiene el Gobierno. Esto es un asunto complejísimo que no se puede despachar diciendo «la culpa la tiene el Gobierno y cuando llegue yo, yo lo arreglo», porque no es así. Cuando ellos han estado en el Gobierno, no lo han arreglado tampoco.

¿Qué opinión te merecen las medidas adoptadas por partidos nacionalistas que existen en España en este tema?

Los nacionalistas quieren impedir que la inmigración les deje sin discurso. Saben perfectamente que en la medida que lleguen los ciudadanos inmigrantes de otros países, el discurso nacionalista se resquebraja porque, claro, vienen a ser ciudadanos de un país, no de una secta. Entonces, quieren ellos tener un poder sobre esos inmigrantes para convertirlos en buenos nacionalistas vascos o catalanes. Una vez más, hacen de la política su sistema clientelar, que el que venga se haga muy nacionalista vasco o catalán, más que un ciudadano con derechos y obligaciones. Proyectan en la inmigración lo mismo que hacen en otras cuestiones y están reflejando el miedo que les da la inmigración porque puede acabar con el discurso nacionalista. Gente que ha venido de Pakistán, como hay por ejemplo en Catalunya, o gente que ha venido de Ecuador como hay en Madrid no va a venir a un debate sobre etnias u orígenes, va a venir a trabajar y a vivir civilizadamente. Entonces, el nacionalismo es posible que le aburra, los inmigrantes quieren evitar ese aburrimiento.

¿Cómo crees que se podría erradicar esa teoría de que la inmigración es sinónimo de delincuencia y de noticias negativas? ¿Qué rol crees que deben desempeñar los periodistas para crear un ambiente en los medios de comunicación que favorezca y repercuta en una imagen social más receptiva hacia la inmigración?

Los medios de comunicación tendríamos que cumplir nuestro papel, contar la verdad, que es lo que tenemos que hacer siempre, y la verdad nos dice que establecer una vinculación entre inmigración y delincuencia, primero, es falso. Que entre los inmigrantes hay delincuentes, por supuesto, igual que también hay españoles delincuentes. Cuando no había inmigrantes, las cárceles españolas estaban llenas. La inmigración no inventa la delincuencia, la delincuencia existe y, de cien inmigrantes que vengan, uno o dos cometan delitos, por supuesto. No hay que mezclar inmigración con mafias, son dos cosas muy diferentes. La inmigración puede tener más o menos problemas de delincuencia como puede tener la población autóctona. Otra cosa es que haya grupos de extranjeros que se dediquen a actuar como una mafia que actúa en España, pero eso no son inmigrantes, son mafias. No podemos establecer una vinculación. La mafia rusa no son inmigrantes rusos que vienen a trabajar. En términos generales, los inmigrantes son personas honradas que vienen a trabajar, que están creando riquezas, que están haciendo un desarrollo económico espectacular. El desarrollo económico actual de España no se podría entender sin la inmigración. Provincias como Almería o Murcia tienen un desarrollo económico que han pasado prácticamente de ser subdesarrolladas a ser de las provincias españolas con más desarrollo gracias a la inmigración. Los periódicos tendríamos que contar la verdad y al contar la verdad darnos cuenta que hay infinidad de casos de inmigrantes que trabajan, que crean riqueza, que cumplen con sus obligaciones… frente a una porción ínfima que comete delitos.

¿Qué influencia tiene la elección de las palabras en la creación de esa imagen?

Como todo lo que hacemos en la profesión es decisivo. Si tú pones inmigración al lado de delincuencia, pues la has armado. Ahora, si haces un poco el esfuerzo mental de decir: una cosa es que sean delincuentes que son extranjeros, que es distinto a que sean inmigrantes. Solamente haciendo ese esfuerzo intelectual, ya has resuelto el problema. Tú puedes decir que las mafias que pueden operar en España no son mafias de inmigrantes, son mafias de otros países, pero hay que romper esa vinculación, los inmigrantes son ciudadanos españoles. Son los otros españoles, españoles con un valor añadido, que es la riqueza que están creando. Tendríamos que hacer muchos reportajes en los que habláramos de cómo el desarrollo económico de este país se está basando, en muchos casos, en la figura de los inmigrantes.

Por último, ¿a qué sectores sociales afecta más la inmigración?

A los sectores sociales menos desarrollados económicamente. La experiencia en otros países demuestra que el choque no se produce entre los inmigrantes y los ricos sino entre los inmigrantes y los que están más abajo en la pirámide social en los países a los que llegan. Como ya os he dicho antes, la disputa de los hospitales públicos, de los centros de educación públicos… La gente rica lleva a sus hijos a colegios privados y ahí no entra ningún inmigrante. Los inmigrantes están entrando en los colegios públicos, que tienen la obligación de aceptarlos a todos. El riesgo que puede haber es que los padres de los chavales españoles digan: «yo no llevo a mi hijo a ese centro público porque se ha convertido en un gueto de inmigrantes». A partir del 20 % de alumnos de otros países, digamos que la escuela corre riesgo de convertirse en eso, en un gueto. Hay escuelas que tienen un 40, un 50 o un 60 % o escuelas en los que los españoles son minoría. De manera que contestando estrictamente a la pregunta, los sectores más afectados, donde más roce o choque puede haber son los sectores de menos capacidad adquisitiva, de menor desarrollo económico, que son los que coinciden en el autobús, en el metro, disputando la plaza de la guardería o en la sanidad pública. Los ricos, digamos, no van en metro. Los sectores más asentados económicamente tienen en la inmigración una fuente de trabajo más barato, gente que trabaja en tu casa por menos dinero, para el servicio doméstico, para limpiarles la casa o para cuidarles el jardín. Ésa es la relación del rico con el inmigrante que es completamente distinta con el señor que está currando hombro con hombro con él, que puede tener también el problema de decir a muchos trabajadores que estos señores nos están bajando, trabajando por menos dinero. Nos echan para atrás en lo que han sido conquistas sociales y salariales de los trabajadores durante años.

Muchas gracias.

Muchas gracias a tí.

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