Millán Gómez
De hoy en siete dÃas Asturias y AndalucÃa vivirán un sábado de reflexión. Dos comunidades que servirán de pulso a la situación polÃtica actual. Servirá para calibrar por vez primera al Gobierno central del Partido Popular y sus polémicas medidas, como por ejemplo la manida reforma laboral. Ambas autonomÃas decidirán su futuro en base a sus cuestiones más cotidianas, pero la polÃtica estatal también tendrá su porcentaje de influencia. Resulta harto imposible medir objetivamente el efecto.
Por un lado, AndalucÃa se enfrenta al muy probable cambio polÃtico después de décadas de gobierno socialista. Una mutación democráticamente higiénica, independientemente de la ideologÃa polÃtica de cada uno. Los populares, con un candidato desgastado que solo se mantiene en el puesto gracias al desgaste de años y años de socialismo en el poder, están cerca de la mayorÃa absoluta. En caso de no alcanzar la mitad más uno, verÃamos si IU se comporta como en Extremadura o permite un gobierno de Griñán, inmerso en casos de corrupción y sin carisma. Un presidente que heredó un cargo meses después de que Chaves recibiese el apoyo mayoritario, pero el PSOE desde Ferraz decidió que su opinión era más importante que la de la sociedad andaluza. Los andaluces votaron en su dÃa al PSOE de Chaves, no tanto al PSOE de Griñán. Volvieron a prevalecer los intereses de Ferraz por encima de los ciudadanos, al igual que en Navarra o mismamente en Aragón. En esta última decidieron que su entonces presidente desempeñase dos cargos compatibles en lo legal e incompatibles en lo ético. A mi juicio, claro. De la misma forma que es criticable la llegada a la alcaldÃa de Madrid de Ana Botella es el caso de Chaves, aunque hay quien en el PSOE solo ve la paja en el ojo ajeno.
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