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Depende. Si por amenaza se entiende que haya un país más grande que el tuyo, más poblado y más potente económica y tecnológicamente, entonces si, al menos para Estados Unidos, que lleva varias décadas siendo la potencia hegemónica mundial y dejaría de serlo. Pero si tenemos en cuenta la lejanía geográfica de China, su trayectoria histórica de no agresión a Occidente y su coherente política exterior en las últimas décadas, no parece que sea como para que en Washington no se hable de otra cosa. Es un decir porque Trump sigue repartiendo mandobles por doquier. Pero es cierto que en los últimos meses se ha forjado un consenso sobre la necesidad de maniobrar en todos los frentes contra China, como durante la guerra fría contra Rusia.
La emergencia de China es problemática también porque es una dictadura de partido único, que bajo el Presidente Xi ha endurecido la represión de cualquier conato de libertad crítica y está desarrollando una política más asertiva en su vecindario y una mayor presencia principalmente económica en África, América Latina, Asia Central y hasta en los Balcanes. Está también rearmando sus fuerzas armadas y sus espías no tienen problemas en robar secretos industriales y de seguridad por las redes. Además, se ha desvanecido la esperanza de que el crecimiento económico impulsaría reformas políticas hacia un régimen más abierto.
Esto último es particularmente importante, como ha señalado la Unión Europea en su recientemente adoptada nueva estrategia para China. En las últimas décadas, “Occidente” había asumido que la estabilidad y la prosperidad solo podían venir de la mano de la democracia liberal. Pero la emergencia de China lo desmiente: se puede sacar de la pobreza a decenas y decenas de millones de personas sin derechos humanos, se puede innovar tecnológicamente sin democracia, se pueden corregir los errores del desarrollismo desaforado sin prensa libre y se puede poner coto a la corrupción generalizada sin independencia del poder judicial. Al menos de momento. Putin, Erdogan y muchos otros aspirantes a líder autocrático se frotan las manos, sin pararse a pensar que quizás lo de China sea una excepción a la regla solo válida para un país de su tamaño o con su cultura colectivista.
Para más inri, se pasea por las zonas ya mencionadas ofreciendo financiación barata para proyectos de infraestructuras impresionantes sin exigir a cambio condiciones políticas. Frente a las exigencias político-sociales de la Unión Europea, Estados Unidos, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, China no te exige ninguna reforma, te financia la obra y te la construye en tiempo récord. Eso si, te obliga a que le cedas la propiedad si no devuelves el préstamo y empiezan a proliferar los problemas y los arrepentimientos. Pero en paralelo, no son pocos los países europeos que están cediendo a la tentación, Hungría, Grecia y Portugal incluidos. Al punto que la Unión Europea se ha dotado recientemente de un marco para el examen previo de las inversiones extranjeras directas que permitirá rechazar aquellas que supongan un riesgo para la seguridad nacional.
La nueva estrategia de la UE para China también incide en el robo chino de patentes y secretos industriales, señaladamente a través del espionaje cibernético. En los años setenta Japón hizo lo propio, pero las empresas japonesas copiaban o sobornaban: no eran los servicios de espionaje los que lideraban la campaña, ni pretendían robar también secretos de seguridad y defensa, como sí hacen los chinos. Es un tema complejo porque si bien los ataques cibernéticos son fáciles de indentificar, no así su autoría. Pero creánme que hay constancia. Ahora bien, tampoco es sencillo que el Ministerio de Exteriores chino consiga que sus agencias de inteligencia acepten sus instrucciones. En otras palabras, ¿el espionaje de la NSA norteamericana sobre líderes políticos europeos de hace unos años respondía a instrucciones de Obama? ¿Y tenemos la certeza de que sus garantías de que no se repetiría están siendo respetadas por sus agencias de inteligencia? Lo que está claro es que es urgente dotarse de mayor seguridad para evitar que tales ataques, de repetirse, pinchen en hueso. Y tratar de que el gobierno de que se trate, coopere. China también.
El tercer punto principal de la estrategia europea para China subraya que para una serie de cuestiones, como el cambio climático, China es parte indispensable de la solución. Y quiere cooperar. Y lo está haciendo. No así Estados Unidos, nuestro principal aliado para todo menos para la que es cada vez más unánimemente considerada como la mayor amenaza de seguridad para el planeta y cada uno de sus habitantes. Es decir, China es una amenaza para el robo de patentes pero un aliado para luchar contra la amenaza más grande, sobre la que, con Trump, nuestro principal aliado se desmarca negando la evidencia. China también coopera con nosotros para mantener el acuerdo que suspendió el programa de proliferación nuclear iraní. Estados Unidos lo abandonó por considerarlo no suficientemente bueno y amenaza con sanciones a todos aquellos que compren petróleo iraní o comercien con Irán en un número creciente de sectores. En vista de lo cual Irán amenaza con volver a las andadas, lo cual sería un desastre para la seguridad internacional. Pues bien, China trabaja junto a la Unión Europea para mantener el acuerdo que Estados Unidos sabotea.
Y en estas estamos. Entre la espalda (sic) y la pared, que diría el otro. Porque la decisión nortemericana de hacerle frente a China en todos los ámbitos – su creciente presencia en el mar del Sur de China, comercio bilateral, 5G… – amenaza con dejarnos en tierra de nadie, entre los dos colosos. Es evidente que, pese a Trump, pese a la pena de muerte, pese al derecho a poseer armas y pese a muchas otras cosas, tenemos mucha más afinidad política, económica y social con Estados Unidos que con China. Muchísima más. Como es evidente también que solo Estados Unidos garantiza la seguridad de Europa frente a la amenaza potencial rusa. Está claro.
Y sin embargo, no son pocos ni poco importantes los temas en los que, hoy por hoy, tenemos puntos de vista más cercanos a China que a Estados Unidos. Esto si que es una amenaza. Y bien gorda. Pero no es porque la Unión Europea haya cambiado de posición sino porque Trump va por libre y no presta ninguna atención a la cacareada relación transatlántica.
Pero quién tiene la culpa da igual a la hora de decidir en qué lado nos situamos si como todo parece indicar nos enfrentaremos pronto a un telón de acero digital. Podremos esquivar la guerra comercial bilateral entre Estados Unidos y China pero sin duda sufriremos parte de las consecuencias negativas para la economía mundial, que ya empiezan a vislumbrarse en el horizonte. Y podremos seguir trabajando con China en una serie de cuestiones importantes pese a la falta de colaboración norteamericana aunque por supuesto con muchos peores resultados. Pero cuando Estados Unidos nos exija que dejemos a todas las compañías chinas fuera del 5G so pena de excluirnos de su sistema, no tendremos más remedio que optar por el Tio Sam. Y nos quedaremos sin poder utilizar móviles o routers chinos, por más eficaces y competitivos que resulten, porque el google que desarrollarán los chinos funcionará en mandarín e incluso cuando esté disponible en inglés y español, no tendrá acceso a gran parte de los contenidos que más necesitamos.
Todo ello porque Estados Unidos considera que la participación de empresas tecnológicas chinas en la red 5G supone un riesgo de seguridad inasumible dado que son susceptibles de pasarle la información a sus servicios de inteligencia si se les requiere. Y no quiere siquiera explorar las posibles soluciones políticas y tecnológicas que podrían garantizar que eso no pudiera pasar. ¿No será más bien que el telón de acero tecnológico se antoja como la forma más eficaz de retrasar el sorpasso hegemónico chino? De ser así, no tendría ningún sentido porque el sorpasso acabará teniendo lugar pero en estas condiciones será mucho menos constructivo y sus consecuencias serán mucho más amenazantes. ¿No sería mejor incrementar la inter-dependencia industrial, económica y tecnológica, con luz, taquígrafos y garantías, para que, cuando China recupere su rol preeminente tenga mucho más que perder con el enfrentamiento?
Hay, perdón, estoy volviendo a pecar de buenismo. Me corrijo. Leña al mono que es de goma. Como China va a ser mucho más fuerte en el futuro, démosle fuerte ahora aunque sabemos que solo retrasará su emergencia y garanticémonos una relación adversarial en el futuro. Mucho mejor así, sin duda.
Es un tema tan bueno y tan complejo que no se puede sino apuntar algún brochazo.
Efectivaente China ni quiere, ni impulsará, ni está interesada en ser «democrática», pero , como novedad, parece tener un «proyecto de país» que implementa , y el que no lo quiere implementar, que se quite de en medio. Desde mi punto d vista yo diria que pensar que desde fuera se puede influir en el rumbo de China es basicamente equivocado. Parecerá que, a veces los intereses se podrán alinear o cincidir. Ellos tienen su «plan» sea el q sea , y sus objetivos y los van a llevar a cabo.
¿Puede Europa hacer algo parecido? A corto plazo no. Europa u occidente básicamente tienen una praxis política al servicio de sus unidades económicas. China es el caso contrario, tiene unas unidades económicas al servicio de un programa político. (La verbalización es burda, pero se entiende tratenme con amabilidad).
La unica solución seria adoptar un enfoque similar, y eso ya se abandonó, y ademas seguramente no se pueda por multiples razones.
Quizás podemos negociar una especie de «si juega usted en mi casa tiene al menos que fingir que sigue mis reglas».