Juanjo Cáceres
No querría dejar pasar la oportunidad de aportar un leve contrapunto a lo que aquí se manifestaba el pasado lunes día 3 (“Año Nuevo, ¿vida nueva?”), remarcando precisamente que la llegada del nuevo año tiene mucho de punto de inflexión simbólico. De sensación de que dejamos muchas cosas atrás para empezar otras. Los propósitos que nos hacemos son en parte eso, la búsqueda de un contraste entre lo que hemos vivido hasta ahora y cómo queremos vivir a partir de este momento. Formularlos es una forma de dotarnos de una nueva hoja de ruta sobre la que andar el nuevo camino que ansiamos recorrer. Muchos dirán que esto tiene mucho de ilusorio, pero en la mente humana muy pocas cosas pasan porqué sí. La manera de pensar guarda una estrecha relación con la manera de actuar. Seamos conscientes o no de ello, pensar en la acción y la disposición a la acción son un paso necesario para la acción, se cumpla o no, finalmente, esta.
Precisamente por este motivo a veces hay que situarse en un plano más abstracto y menos concreto. El 2022 está arrancando, muchos tenemos diferentes ideas sobre cómo queremos que sea y algunos habremos pensado incluso en formas concretas de llevar a cabo nuestras metas. Pero sabemos que a menudo las ideas se desvanecen rápidamente, que les ocurre lo que a un trozo de tejido con el paso del tiempo: que poco a poco se deshilachan y que al final queda muy poco de lo que fueron. La vida es fuente de desilusiones pero también nosotros somos nuestro peor enemigo: un propósito mal planificado o incoherente con nuestras actitudes y hábitos no pasa de ser una idea fugaz, que tan pronto como viene, se va.
Obviamente la realidad puede ser en sí misma un obstáculo para cualquier cosa, pero también lo es la forma concreta de percibir la realidad. Porque al fin y al cabo la percepción cuenta tanto como la realidad objetiva. Precisamente uno de los éxitos fílmicos navideños habla de ello: “Don’t look up” / “No mires arriba”, una parodia de hasta qué punto puede ser posible distorsionar un hecho objetivo y cuáles pueden ser los mecanismos para lograrlo, que desarrolla una especie de metáfora de ese mundo de relatos y de fake news en que parecemos estar inmersos. Quizás su mejor enseñanza sea que no son los hechos los que dan sentido a nuestra forma de entender el mundo, sino el relato de esos hechos, su propia explicación. Y desde luego también la forma de vivirlos, si es que nos afectan. Todo ello interactúa con nuestras creencias, se amolda a nuestra mente aplacando nuestras disonancias cognitivas y de ahí emanan toda clase de ideas: las más simples, las más absurdas e incluso verdaderos disparates, como todos esos que nos han dejado casi dos años de vida pandémica.
Tal vez el mejor propósito para 2022 sea decirnos la verdad, pero no entre nosotros, sino a nosotros mismos. Ello hace necesario escarbar en la mentira, diseccionándola, explorando sus orígenes e identificando los elementos que le dieron forma. Analizar cómo quedamos atrapados en una ilusión que no fue más que eso, pura ilusión, es siempre un buen ejercicio. Pero para conseguirlo es necesario diferenciar los objetos y los hechos de la historia que explica los mismos. Y si se trata de una experiencia propia, sobre todo debemos ser conscientes de nuestro protagonismo: porque estamos ahí en todo lo que nos pasa y el derivar sistemáticamente la responsabilidad de lo que nos sucede a las circunstancias o a terceras personas suele ser un importante factor de confusión.
Dicho lo cual, se tenga o no esto claro, que el 2022 le siente de maravilla a todo el mundo y que nadie haga demasiado caso de nada. Solo faltaría que el vivir un año satisfactorio dependiera de aplicar pautas que alguien ha escrito sobre un muro virtual. Hacerlo sería empezar el año sojuzgados por la influencia de otro relato.
Justamente acabo por retomar mi antigua afición al ajedrez y, en efecto , lo primero que me digo es que tengo una estrategia antes de hacer un movimiento hasta que sale un alfil espontáneo que da al traste con cualquier estrategia. Existe un modo de jugar , un estilo si se quiere , un catálogo de aperturas y desarrollos , pero sobre todo el propósito de no cometer errores . En algún momento me apasiono porque si no ¿ para qué jugar ? Las raras veces que gano a la maquina me siento como la teniente Ripley cuando termina con Alíen , y así hasta volver a empezar.
Me parece muy difícil su propuesta para este año y creo que mentirse un poco mejora nuestra salud mental y por eso jugamos un poco a la lotería .
Por lo demás , feliz año a todos !