Fran van den Broek
I
Llegar a Lima durante el invierno es una de aquellas experiencias que uno debiera evitar, como comer demasiado tarde por la noche o leer a Kafka antes de asistir a un matrimonio. La experiencia no es letal –o no siempre, al menos-, pero incitará en el visitante menos sensible renovadas dudas sobre el sentido de la vida. Ya Melville describió estas costas –durante el invierno, huelga decirlo- con adjetivos poco amables, que indicaban desesperanza y enervación. Las razones son varias, pero sobre todo se trata del peculiar clima. Mientras descendÃa el avión hacia el aeropuerto Jorge Chávez escuché algunos desaprensivos comentarios de unos  turistas holandeses, diciendo que la temperatura de Lima era muy agradable, entre 16 y 19 grados, por lo que serÃa fantástico estar allà unos dÃas. Lo que olvidaban dichos turistas, y olvidan casi todos los que se informan por los noticieros o el internet, es que la temperatura es sólo una de las variables a tener en cuenta para juzgar el clima de una ciudad. Otra variable, crucial en Lima, es la humedad, que altera la percepción del frÃo de un modo inapelable: las ropas que nos darÃan abrigo en cualquier clima más seco, son inútiles en una ciudad donde la humedad oscila en el invierno entre el 90 y el 100%. En Lima nunca llueve, salvo cuando se presenta el fenómeno del Niño, sino que garúa, producto de la condensación del agua que la atmósfera no puede ya retener. Además, las casas no tienen calefacción, por lo que se requiere de bastantes frazadas o mantas para engañar a la penetrante humedad. En otras palabras, para quien no esté acostumbrado a la vida de un pez, Lima es poco agradable en esta época.
A lo que se suma la eterna grisura del cielo, un cielo al que muchos limeños describen como color panza de burro. Durante ocho o nueve meses, Lima está cubierta por una capa única, desprovista de la belleza o del drama de los nimbos y cúmulos de otras regiones de Perú. Dicen que ParÃs tiene un cielo parecido, pero al menos compensado por la belleza de la ciudad. Lima es una ciudad con algunos barrios hermosos y muchos horribles, amén de un tráfico que sólo ha empeorado en los últimos años. PodrÃa ser una bella ciudad, si estuviera en Europa o América (esto es, si hubiera dinero para arreglarla), pues se encuentra a la orilla de una bahÃa que podrÃa competir con RÃo si no se hubieran dedicado muchos municipios a tirar la basura de Lima en sus desguarnecidas playas y si alguien tuviera el buen tino de construir un desagüe que evitara la contaminación masiva que ahora sufre y si fuera verde como su nombre, Costa Verde, lo requerirÃa, y muchos condicionales más que le ha impuesto la historia y la dejadez de sus gobernantes.
El caso es que muchos factores conspiran para hacer de Lima una ciudad triste en el invierno y que explican tal vez el espÃritu melancólico de sus habitantes. MelancolÃa distinta, me atrevo a afirmar, de las de los habitantes de otras partes del Perú. En general puede afirmarse que el peruano es persona sentimental y algo apocada, pero no todas las melancolÃas son iguales, como no lo son los júbilos o los gozos. La melancolÃa del serrano, por ejemplo, que conozco mejor, es reposada y meditativa, quizá fatalista o hasta dulce. La del habitante de Lima –que proviene mayormente de otras partes del Perú, pero que rápidamente sucumbe bajo el influjo irremisible de la ciudad- es más perentoria y agitada, interrumpida por frecuentes irrupciones del humor o la ironÃa o la rabia, jalonada por un caos febril e impredecible. Es la melancolÃa del cerebro hambriento de luz en medio de una urbe que crece como un cáncer y se transforma bajo sus pies sin remedio, amenazando con dejarle tirado en el camino. Es melancolÃa de la esperanza también, siempre a la vuelta de la esquina, siempre incitándole a la supervivencia, a la tozudez, a un enajenado tesón.
TeorÃas limeñÃsticas aparte, lo que sà puedo afirmar ahora con plena seguridad es que si Lima, su cielo nublado, su caos, su recia belleza marina, su energÃa vertiginosa, no serán suficientes para explicar la relativa melancolÃa del limeño, lo son en buena medida para explicar la mÃa, mi pertinaz tendencia a la depresión o al desánimo. Y si la falta de luz, la eterna nube panza de burro, la garúa, no fueron suficientes para causarme esta tendencia (cuyas raÃces pueden ser genéticas, lo sé, o simple ociosidad del espÃritu), allà estuvieron las canciones favoritas del peruano, los melodramáticos valses (“ódiame por piedad, yo te lo pido/ ódiame sin medida ni clemencia/ odio quiero más que indiferencia/ porque el rencor duele menos que el olvidoâ€), los luctuosos huaynos, los versos del cholo Vallejo que nos hacÃan aprender de memoria en el colegio: “Hay golpes en la vida tan fuertes, yo no sé/ … son pocos, pero son, abren zanjas oscuras/ en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte…†Para no mencionar los versos del acerbo González Prada o el sensitivo Gonzalo Rosé.
Ahora bien, sé que estoy siendo injusto. Porque si la falta de luz acentúa todas sus faltas, el sol las perdona todas o casi todas. Lima es una ciudad polimorfa de sabe Dios cuántos millones de habitantes (el censo arrojó algo asà como 8 millones, pero todo el mundo sabe que son más), que cambia con la luz o con el barrio, en constante movimiento diacrónico y sincrónico (como dirÃa algún intelectual limeño, que abundan). La ciudad se ha transformado en los últimos decenios de manera vertiginosa y puede afirmarse sin temor que ha mejorado. La movilidad social limeña es asombrosa. Hace un par de décadas el cono norte, por ejemplo, era una zona pauperizada y medio desértica que albergaba a provincianos en busca de una vida mejor que se les resistÃa con tenacidad. Según recientes estudios, el ingreso medio del habitante de esta parte de Lima ya ha superado al del habitante del burgués barrio de Miraflores. Puede argüirse que esto se debe en parte a la pauperización de Miraflores o, mejor dicho, al desplazamiento de los más ricos a otras zonas de Lima, pero los signos tangibles del progreso material están a la vista: decenas de barrios nuevos en el cono norte, hechos de casas de todas las facturas, desde las más elementales hasta las más ostentosas, centros comerciales inmensos, comparables a los Malls americanos, McDonalds y Pizza Huts por todas partes, auditorios de música envidiables (en estas zonas de Lima es donde más dinero se gasta en espectáculos musicales), además de mejoras en las calles, el alumbrado, la sanidad. La telefónica española ha logrado algo impensable no hace mucho: que pueda encontrarse teléfonos públicos que funcionen. Y muchos cambios más que cualquier visitante a Lima después de unos años puede comprobar, como es mi caso. Es cierto que han aumentado la criminalidad y el caos vial (el parque automotor se ha multiplicado por varios factores desde los 90), que los progresos son desiguales, que la contaminación es de las más altas del planeta. Pero todo está en movimiento, y sólo puedo contemplar con alegrÃa que no sean la raza o la procedencia los determinantes del destino humano: entro a una notarÃa a firmar una carta poder, un lugar donde antaño sólo me hubiera encontrado con secretarias y empleados más bien blanquiñosos, y me encuentro con gente mestiza, como la mayorÃa del Perú, cuyo trato está lejos del servil u obsecuente de otros tiempos. Y Miraflores, por supuesto, no es ya más el predio exclusivo del descendiente de europeos, para bien del Perú. A pesar del invierno, pues, y de los golpes tan fuertes en la vida, me alegro de llegar a una ciudad empeñada en rectificar su historia, poseÃda de una energÃa cuya buena canalización debieran  tener en cuenta los polÃticos que ahora, en plena campaña, se llenan la boca de promesas y homilÃas, antes que algún demagogo se aproveche de ella y oriente esta juvenil expansión por los tan habituales caminos del fanatismo o la incuria.
II
Mencioné el crecimiento del cono norte de Lima como ejemplo del cambio frenético que está teniendo lugar en la ciudad. Pues bien, al regresar del norte del paÃs tuve oportunidad de atravesar esta parte de la ciudad y me llamó la atención la proliferación de hoteles y hostales en una zona donde lo más turÃstico que puedo imaginarme es encontrarse a algún perro peruano husmeando en la basura (el perro peruano, le recuerdo al lector, es una raza desprovista de pelo, aparte de un par de mechones en la cabeza y la cola, adaptación al calor de la costa desértica y que ahora se considera una raza fina. En Perú todavÃa hay ejemplares rondando las calles de pueblos y ciudades). Pensé que tal vez la enorme actividad económica explicaba la presencia de tanta hospitalidad comercial y se lo comenté a mi hermano menor (sociólogo, para más señas). Debo añadir que ya habÃa notado este fenómeno en otros distritos más favorecidos, pero entonces lo atribuà al aumento del turismo a Perú en los últimos años. ¿Pero allÃ? ¿Qué turismo o actividad comercial podÃa haber en aquella zona para que existieran tantos hoteles?
-Ninguno –me respondió-. Lo que hay es ganas de cachar.
Como sabrá el enterado de los peruanismos más elementales, cachar significa tener comercio carnal con alguien, o sea, follar. Los hoteles y hostales no sirven, por tanto, para el reposo del turista o el comerciante, sino para el solaz sexual del ciudadano normal y corriente. Y se rentan no por dÃas, sino por horas, de acuerdo a las necesidades de los amantes. Es más, si uno pretende tomar habitaciones por dÃas, se verá en problemas, como le pasó a un tÃo mÃo cuando se puso a buscar acomodación para un grupo musical contratado desde su pueblo y al que querÃa instalar cerca del local donde irÃan a tocar. Ninguno de los hoteles del distrito estuvo dispuesto a ofrecerle cuartos por dÃa, y el precio acumulado de 24 horas excedÃa el precio normal de una habitación. Tuvo que buscar en otra parte, más tradicional para los turistas. Me contó entre risas que uno de dichos hostales tenÃa el adecuado nombre de “uno al pasoâ€.
Si alguna prueba se requerÃa al respecto, este fenómeno hace flagrante la distensión de los valores y costumbres sexuales de los peruanos. Hace sólo un par de décadas, cuando dejé mi paÃs, este florecimiento de la hotelerÃa sexual (por llamarla de algún modo) hubiera sido impensable. ExistÃan moteles, es verdad, como el famoso Cinco y Medio (en el kilómetro cinco y medio de la carretera central), al que uno debÃa acudir en coche. Normalmente, salvo que fuera la mañana, uno debÃa unirse a una cola, mientras esperaba se desocupara un cuarto. Entonces un empleado del local indicaba con una linterna dónde debÃa uno introducirse. Las habitaciones estaban encima de unos garajes donde se dejaba el coche y se alquilaban por perÃodos de dos horas. Uno jamás debÃa acercarse a una recepción y el trato comercial para pagar se hacÃa a través de la ventanilla de puerta del garaje, puerta que estaba cerrada desde fuera, para evitar que el cliente se escape sin pagar. A la hora y cuarenta y cinco minutos uno recibÃa una llamada de la recepción –vaya uno a saber dónde se encontrarÃa- para preguntar si la pasión requerÃa aún de dos horas extra o ya se estaba dispuesto a salir satisfecho del motel. Todo este procedimiento estaba diseñado en torno a la discreción femenina, me imagino. Mientras uno esperaba su turno, podÃa verse la fila de coches en las que sólo se distinguÃa al macho del lado del volante. La mujer solÃa echarse en el asiento para que no la viera nadie. La vergüenza todavÃa existÃa entonces en estas materias, hasta lo ridÃculo.
Hoy las parejas entran y salen de los hoteles y hostales a la vista de todo el mundo y sin impedimentos de nadie. No es preciso que muestren documento alguno y no me extrañarÃa que fuera muchas veces la mujer la que pague. La hotelerÃa sexual presta un servicio importante, puesto que las condiciones económicas del paÃs no le permiten a todos vivir en su propio apartamento o casa, y es habitual que padres e hijos compartan un techo. ¿Dónde satisfacer, pues, los deseos? En el pasado uno podÃa recurrir al campo o a los parques oscuros en la noche. Hoy las ciudades son inmensas y muchos parques están, absurdamente, cercados por rejas, para evitar la criminalidad. Y me permito afirmar que el peruano sigue, como antaño, obsesionado por el sexo, sobre todo el peruano de la costa, más acriollado que el habitante de las montañas (el habitante de la selva es como si perteneciera a otro paÃs y siempre se ha distinguido por una mayor soltura sexual, producto tal vez del calor y la lejanÃa geográfica y cultural). Una mayor liberalidad de las costumbres tenÃa por fuerza que acarrear algunas consecuencias económicas, como este florecimiento hotelero y una mayor venta de productos asociados, supongo. La moral machista no ha desaparecido, no obstante, sino que se ha atemperado. Lo que ha cambiado de modo palpable es la moralidad femenina, incitada por diversos procesos de emancipación y expansión de derechos, y por la globalización, sin duda. El macho sigue pensando que tener amantes es una obligación, aunque ahora le sea más difÃcil cumplirla. No creo que haya cifras fiables del adulterio, pero sospecho que sigue siendo alto y que sigue siendo sobre todo masculino, pero podrÃa equivocarme. El caso es que el peruano, al parecer, se ha entregado al consumo gozoso de habitaciones por horas, signo inequÃvoco de progreso, aunque puerta abierta a la especulación comercial inescrupulosa de quienes se aprovechan del liberado deseo de sus compatriotas. DifÃcil pensar que alguien vaya a hacer algo al respecto en un paÃs donde los últimos presidentes han aparecido con hijos extra-maritales sin que por ello su tasa de aprobación haya sufrido mella. A Toledo se le reprochó no tanto sus proezas amatorias, sino que tuviera el desparpajo de negar a su propia hija, cuando era la viva imagen del padre. Sólo puedo concluir que el paÃs, como en otros terrenos, está en estado de fluidez axiológica, sin que sepamos con certeza adonde se dirige. PreferirÃa, la verdad, que lo hiciera en la dirección de la casa propia y no en la de la expansión hotelera, pero asà son las cosas. En algún lugar hay que folgar.
III
Aunque la tentación es grande, uno debe ser cauto a la hora de establecer una correlación entre fenómenos de distinto orden. Pero tengo la sospecha de que los hoteles y la polÃtica han ido de la mano en el paÃs. Esto es, el florecimiento de los hoteles tiene que ver con la disolución paulatina de la antigua moralidad, con un nuevo sistema de valores que presta menos atención a las viejas fuentes normativas, como la iglesia o la tradición familiar o la educación, y se orienta más bien por el hedonismo o la satisfacción de los propios intereses. Algo similar ha pasado en la polÃtica del Perú.
Hasta no hace mucho el paÃs estuvo desangrándose en una guerra intestina que llegó a costar más de setenta mil vidas, motivada por razones ideológicas de corte fanático. Los partidos polÃticos se formaban y deshacÃan inspirados por ideologÃas de todo cuño, sesudas o simplonas, pero ideologÃas al fin. Hoy las ideologÃas, para bien y para mal, han desaparecido, reemplazadas por un pragmatismo que no pocas veces raya en lo oportunista. La izquierda, por tradición más intelectual y filosófica que la derecha en el Perú, ha virtualmente desaparecido, arrastrada por los acontecimientos de las últimas décadas, como la caÃda del muro y la brutalidad de Sendero Luminoso y el MRTA. El APRA, no ajeno al oportunismo en el pasado, sigue siendo uno de los pocos partidos con buena base organizativa e ideario socialista, pero en la práctica se comporta ahora como un partido centrista más ocupado en poner a sus huestes en las posiciones clave que en avanzar una visión de sociedad del futuro. Incluso Alan GarcÃa, cuyo primer gobierno fue una catástrofe guiada por su celo ideológico, se ha comportado esta vez como un estadista moderado y cauteloso, afÃn a la inversión extranjera y al desarrollo capitalista. En este sentido el Perú no es distinto a otras partes del mundo, claro está, pero fue aventado en esta dirección no sólo por el derrumbe del socialismo realmente existente, sino por la tragedia del terrorismo senderista y las dimensiones surrealistas de la corrupción fujimorista.
El desencanto con la polÃtica tradicional, de derecha o izquierda, ha llevado a la formación de partidos ad hoc o plataformas electorales, cuyo único objetivo es instalarse en el poder. Ni siquiera las promesas electorales sirven de guÃa a la acción, porque son olvidadas en cuanto se ganan las elecciones, tanto por los candidatos como por el público, distraÃdo por el más urgente ejercicio de la supervivencia. Por supuesto, las condiciones de vida del paÃs no permiten que la polÃtica le sea indiferente a nadie, al contrario. Todos hablan de polÃtica, no hay almuerzo o comida que no pueda convertirse en un debate parlamentario familiar o de amigos, los noticieros están llenos de polÃticos y el paÃs, en campaña municipal y nacional, está atiborrado de carteles, proclamas, pintadas, volantes y toda la parafernalia correspondiente a una rica vida ciudadana. Pero las lÃneas de división partidaria o electoral no son ideológicas, repito, sino pragmáticas o morales, en general. Esto último porque el juicio más importante del electorado concierne a la calidad moral de los gobernantes o candidatos antes que a su visión polÃtica. Lo que importa saber de los mismos no es si leyó bien su Marx o su Hayek, sino si es corrupto, aprovechador, oportunista o imbécil. Asà como la moral sexual dejó de referirse a los mandamientos de la Iglesia o la tradición, y empezó a obedecer los dictados del individuo y sus placeres, la polÃtica ha descendido de las esferas supralunares de las ideas a la práctica factual de los polÃticos y sus disposiciones caracterológicas. No del todo, por supuesto, porque en un paÃs de pobres y ricos siempre habrá algo parecido a una lucha de clases o de estamentos sociales o de castas o de lo que sea, incitada por una visión alternativa de una sociedad más justa, pero de momento la polÃtica nacional está embebida de pragmatismos de toda laya, los buenos y los malos. En otras palabras, asà como se folla más y con más gusto, se exigen cosas más concretas de los polÃticos, desarrollo que puede aún revertirse, pero que por ahora representa una cierta liberación de las ilusiones del pasado. O una pérdida de profundidad cÃvica, según se vea. Como en otros terrenos, las cosas han cambiado, y es de esperarse que el sorpresivo crecimiento económico del paÃs las haga cambiar aun más.
MagnÃfica crónica de Frans sobre su paÃs natal. Una lectura como esta hace menos dura la rentrée. Gracias, Frans.
Un saludo a todos los blogueros, escribientes y leyentes. A ver si esto se reactiva después del descanso veraniego.
«En otras palabras, asà como se folla más y con más gusto, se exigen cosas más concretas de los polÃticos, desarrollo que puede aún revertirse, pero que por ahora representa una cierta liberación de las ilusiones del pasado»…..jeje.
Quizá me equivoque, pero he notado un punto lejano de nostalgia en el artÃculo de nuestro lujoso Van den Broek, como si tras su regreso temporal al Perú echara de menos una polÃtica más vigorosa en las ideas y una práctica sexual más épica y menos fácil. No acabo de entender el alcance del argumento. Caben varias interpretaciones. Por ejemplo: los peruanos pasan de la ideologÃa porque follan con menos trabas que antes. O: al haberse diluido la lucha ideológica, la gente no tiene otra cosa mejor que hacer que follar. O incluso: cuando aumenta el bienestar, la gente folla más y pasa de los polÃticos. Dependiendo de cuál de estas trres interpretaciones sea la correcta, se siguen diagnósticos muy diferentes de los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa.
Me parece que tenemos mucho que aprender sobre los hoteles por horas. Nuestra juventud, que vive con sus papás hasta que entra en la madurez tardÃa, se ve obligada a practicar el sexo en automóviles, cosa que me parece no sólo incomodÃsima, sino anti-excitante. Mejor les irÃa a los jóvenes si pudieran alquilar habitaciones por horas, pero aquà no ha llegado esa sana costumbre. Recuerdo que en una ocasión tuvimos mi mujer y yo un calentón en una ciudad pequeña de provincias y alquilamos una habiación en una discreta pensión. Al cabo de unas horas abandonamos la habitación, pero el hostelero no podÃa creerlo, nos decÃa que alguna desgracia familiar tenÃa que habernos sucedido para que renunciáramos a pasar la noche. InsistÃa tanto el buen hombre que tuvimos que inventarnos una enfermedad grave de una hija para que nos dejara salir. En fin, muy incómodo todo.
Sobre el verano: vi a Tomás Gómez en la Noria y me hice de Trinidad Jiménez. Qué tipo más simple, espero que la militancia tenga dos dedos de frente y comprenda que la única manera de quitarnos a Esperancita de en medio es con Trini. Estos dos no tienen posiciones ideológicas distintas, se trata de elegir al que tenga mejor conexión tenga con el electorado madrileño y me parece que Trini gana por mucho al pánfilo de Gómez.
Saludos a todos.
La constante peticion de elecciones anticipadas por parte del Partido Popular de Rajoyibus,solo demuestra que media España tiene un problema sexual grave de «eyaculacion pre-coz» propia de los que solo saben dar cocez antes de contar hasta diez y pensar….jeje.
Se preguntaran entonces por que hay tantas mujeres votantes del Partido Popular que se comportan como los hombres populares.
Otro sintoma de que la mujer no se ha liberado suficientemente de la poca delicadeza de los hombres a la hora de follar.
Consulte a su medico de cabecera ,no sea tan cabezota como los populares y no deje que le salga el semen por las orejas….uy!…jeje.
Don Cicuta sabe como estimular mi punto de G….¡genial!…..jeje.
Hoy le he contado una inquietante noticia a mi nietecilla.
Estamos muy preocupados por Pocoyo.
http://www.elplural.com/politica/detail.php?id=50166
Al decirle que Güemes puede llegar a ser ministro si Rajoyibus alcanza el poder …mi nietecilla ha exclamado:
¡¡malditos roedores!!…y ha seguido viendo los dibus de la tele.
Gracias, Frans.
Me parece a mà que a esto de los meublés Perú llega con cierto retraso, si uno se acuerda de la «alta rotatividade» brasileira o de los telos rioplatenses: en todo caso, bienvenidos sean.
Pero lo que dices sobre las orientaciones generales de la vida polÃtica creo que es aplicable a cualquier paÃs; cambia en tu artÃculo «peruano» por «español» o «austrohúngaro» y la cosa podrÃa quedar casi igual.
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Cicuta, no nos digas que te acabas de caer del guindo con Tomás: ya le habÃas puesto bola negra a cuenta de sus patillas. Por mi parte, yo le veo muy buen mozo, en su estilo «Costa Polvoranca». La práctica reiterada del paracaidismo, el dedazo de El Que Todo lo Sabe, ha llevado a sucesivas derrotas de los socialistas en Madrid y a la devastación del PSM. ¿No le pueden dejar al muchacho, ungido hace nada por la misma autoridad, que se ejercite? ¿Anda sobrado el gobierno de talentos como para prescindir de una de las pocas buenas ministras? Dado que las encuestas dan mejor a Rubalcaba y ahora parece que son la demoscopia y la bruja Lola las que deciden las cabeceras de los carteles electorales del PSOE, ¿va ZP a dejarle su sitio en las listas de Madrid de cara a las próximas generales?
Abrazos para todos.
Mientras Aznar participa en la asamblea del Congreso Mundial JudÃo y defiende la politica de Israel,considera como una provocacion «la flotilla de la paz» y sus tragicas consecuencias…..la carcundia popular arremete contra el gobierno de Ziluminatius por dar por buena la version del Marruecos ante los incidentes con los activistas pro-saharauis.,respandandoles con su apoyo mediatico.
Mientras Exteriores pide a los cooperantes respeto por la legalidad marroquà ,Los activistas nos dicen que enviarán una flotilla de solidaridad con la causa saharaui….supongo que sera respaldada por la ejecutiva nacional del Partido Popular con el apoyo expreso de la FAES y la Gee de Aznar.
Es obvio que La carcundia popular esta dejando de tomar cafe,se han pasado al «Tea Party»,esto pone en riesgo nuestra productividad como pais y como no gozamos de la flema inglesa,tenemos una Oposicion completamente «republicanizada» mentalmente para gloria de la America Profunda de Sarah Palin.
Yo como soy de Leche con Colo-Cao y magdalenas no tengo esa clase de cacaos mentales….graciasa a Ziluminatius.
¡¡¡A las barricadas que se aproximan las proximas cruzadas !!.
Mayor Oreja ve como se confirman sus sospechas.
Continuan con buen pie las negociaciones politicas de Rubalcaba con la organizacion terrorista eta:
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Detenido en Hendaya el supuesto etarra Ibai Azcona DomÃnguez, huido desde mayo
Sobre el arrestado pesaban dos órdenes de búsqueda, una por daños y otra por delito de terrorismo .
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Y van…
Gracias Frans por tu brillanteo descripción de Lima y por el cuento que escribiste durante Agosto.
En cuanto al verano, parece que el tema estrella sea lo de Gómez vs Jiménez.
De buena fuente sé que se reunió Espe con un brujo y le preguntó…
– «Oye BRUJO, tú que sabes tanto, dÃme cual es la mejor forma de que yo me consolide ante el débil liderazgo de mi Jefe»
Después de un sesudo análisis de las entrañas de un cordero el brujo, le respondió
– Mira, lo mejor es que Zapatero impulse la candidatura de Trinidad Jiménez. Asà todo el mundo verá que Trinidad es «la niña bonita» de Zapatero y se pondrá a todo el mundo en su contra, que a la gente no les gustan las enchufaditas. La sacará del ministerio de sanidad, en el que parece que no lo ha hecho mal.
Y prosiguió…
– Y si suena la flauta, a Zapatero le saldrá respondón Tomás Gómez que se empecinará en ejercer su derecho de ser candidato. Como el sociólogo de Zapatero no tiene ni idea del tipo de liderazgo que valora la gente, Zapatero se inhibirá en una lucha entre los dos en la que gane quien gane, saldrá con mÃnimas opciones de ganarte. Eso ´sÃ, si sale Tomás, Zapatero ya ha perdido por su apuesta por Jiménez. si sale Jiménez, entonces las elecciones serán tú contra «la niña bonita de Zapatero» y la arrollarás.
Asà luego, pase lo que pase, tú saldrás reforzada y podrás esgrimir ante los tuyos que tú sà has derrotado a Zapatero
Y Espe, tan ufana, se despidió del brujo.
– Gracias brujo, me voy a plantar unos geranios en mi sombrero a ver si con eso, pasa lo que me dices.
A la vez en el PSOE estaban tomando sabias decisiones estratégicas para volver a conquistar Madrid.
Me parece, Cicuta, que esos jovenes que se quedan en la casa paterna no practican sexo en los automoviles, sino en la propia casa. La de tiempo que llevo abogando por una Liga-de-Padres-para-la-expulsión-de-los-vástagos-de-casa y no hay manera, oiga… las madres no están por la labor, lo suyo es realizarse mientras siguen cuidando a cuerpo de rey al zángano.