Urge otra derecha

Landa 

Gobierno y oposición coinciden en su análisis y en sus consecuencias, aunque con personajes y estilos narrativos diferentes: la derrota del adversario político en las próximas elecciones generales supondrá la caída del líder, la llegada de una alternativa  moderada y centrada a la dirección del partido derrotado, nuevas caras alejadas de cualquier radicalismo y, como consecuencia de todo ello, se abrirá, por fin, la posibilidad de establecer pactos con el partido rival en temas básicos que afectan a la propia naturaleza del Estado, como la lucha contra el terrorismo o la organización territorial de España. La tesis no es nueva formulada desde la izquierda, pero desarrollada desde la derecha añade un elemento novedoso. En palabras de Eduardo Zaplana, no sólo se trataría de que la derecha recuperara el poder “usurpado� por la izquierda, sino que, y es lo más importante para el portavoz parlamentario, “supondrá el final de liderazgo de Zapatero en el PSOE�. Un personaje, Zapatero, “amigo� de terroristas y “peligroso� para la convivencia de todos los españoles, añade el bronceado diputado de la derecha, que habría impedido con sus formas y maneras que el PP pudiera pactar, como sería su intención, con el PSOE, como ya ocurriera en el pasado con “excelentes resultados para la nación�, debido a “un declarado radicalismo� del líder del socialismo español.

Establecidas así las reglas, serán los españoles quienes elijan no sólo a su Presidente de Gobierno, sino que, y gracias al voto concedido a la derecha española, acabarán de una vez por todas con el “malvado� Zapatero, auténtica metáfora para la “caverna� de todos los males que afectan a la España actual. La derecha española se presenta ante los españoles, una vez más, como salvadora y superadora de todos los males que ocasiona la izquierda. Podremos culpar a la actual derecha de muchas cuestiones, y todas ciertas, pero nunca de ocultar su dos verdaderos y proclamados objetivos: volver al poder a cualquier precio y acabar con la carrera política de Zapatero. Hagan lo que hagan, digan lo que digan, esos dos objetivos serán la razón de ser hasta  2008, como lo han sido en los tres últimos años.

Pero giremos a la izquierda: ¿Supondrá la derrota del PP en las próximas elecciones generales, como sostiene un amplio sector del PSOE, la llegada a la derecha española de un discurso moderado y centrado, alejado de su actual proclama incendiaria, con otros líderes en sus cargos de dirección, y la posibilidad de iniciar acuerdos con el socialismo en materias como la lucha contra el terrorismo o la organización territorial del Estado? En mi opinión, y desgraciadamente, la respuesta es un rotundo y frustrante NO. Se equivoca quien crea tal cosa.

No niego que la derrota de la derecha española en las elecciones generales de 2008 pudiera traer un cambio en su actual dirección pero, en contra de lo que se pudiera pensar, nada de su actual discurso de dureza y griterío cambiaría: el Partido Popular, y sus oráculos actuales, no pagan a “maricomplejines� (término empleado por el periodista Losantos contra el líder de la derecha  por su  supuesta política “moderada� y “centrista�  en algunos momentos de la legislatura). Vistas así las cosas, esa derrota se podría producir, en opinión de estos sectores, solamente en el caso de no haber sido lo bastante dura la política contra el Gobierno socialista, debido, principalmente, a un liderazgo pusilánime de Mariano Rajoy y, como consecuencia de todo ello, se haría más necesario que nunca un cambio en la dirección del partido en caso de derrota electoral. Podría ser un buen momento, añade esa misma derecha extrema, para Esperanza Aguirre, representante del sector más duro y conservador de la “caverna�, continuadora de la estrategia actual, liberados por fin, gracias a ella, de todos los “complejos�, “miedos� y “centrismos� que atenazan “históricamente� a la derecha española, según Losantos, frente a la izquierda.  En definitiva, cambio de personas, pero no de discurso.

Una de las razones que me hacen responder con ese rotundo no a la pregunta formulada es la carencia absoluta de un liderazgo alternativo a la actual estrategia de confrontación  de la derecha. Todos cuantos aparecen en el panorama político de la derecha, como la Presidenta de la Comunidad de Madrid, son más de lo mismo. Desde que los sectores extremos del PP se enfrentaran al tímido intento de Alberto Ruiz Gallardón de plantar cara a Aguirre, el mensaje quedó claro y el aviso para navegantes definido: serían calificados y tratados como traidores. Así ocurrió, y sigue ocurriendo en la actualidad, con el alcalde de Madrid y con todos aquellos que se han manifestado contra la dirección actual de la derecha. Desde entonces, nadie se ha atrevido dentro del PP a enfrentarse al poder establecido y a negar su actual discurso de la confrontación.

Tampoco ayudarán a ese cambio de discurso de la derecha, en el que no creo, los fuertes apoyos mediáticos que estos sectores extremos han conseguido reunir a favor de sus tesis. No existe ninguna razón para creer que periódicos como El Mundo, radios como la COPE, o la infinita legión de columnistas, editorialistas, analistas y mariachis o tertulianos de la derecha, deseen un cambio en la actual política de dureza de la derecha española. Para todos ellos, sin duda alguna, esa política no sólo es la acertada sino que les ha reportado importantes beneficios en el terreno personal: nada como una guerra, como una confrontación directa con el rival político, para hacer una buena caja diaria. El enemigo, también en este caso, les identifica y les une.

Sin liderazgo ni política alternativa a la existente, sin apoyos mediáticos que propicien un cambio en el discurso, con unas encuestas que pronostican un empate técnico con el “enemigo� político, empate  que no hará dudar de lo acertado de la estrategia emprendida, la posible derrota será interpretada como una batalla perdida, pero la guerra continuará. En España, a diferencia del resto de Europa, el centro derecha no existe en este momento y votar PP es votar derecha extrema: la gran derrotada seguirá siendo la derecha moderada, centrada y democrática.

Una derecha moderada que se necesita de forma urgente, que necesita la democracia española para seguir creciendo y sin la que, como ocurre actualmente, es imposible abordar temas pendientes tan importantes como Euskadi o Cataluña. O como el final dialogado de la violencia. Porque, aunque se empeñe el Gobierno, sin ese acuerdo conjunto de los dos grandes partidos, ninguna de estas cuestiones se resolverá definitivamente o encauzará su verdadera solución: sólo estaremos ante en un nuevo aplazamiento de estas cuestiones, como ya ocurriera durante la transición con la organización territorial del Estado. Pero este tema será motivo de otro debate y otro artículo.  

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