Juanjo Cáceres
Es sabido que este mes de septiembre se ha iniciado un curso político que marcará el devenir del Gobierno de España, pues desde el mismo se convocarán unas elecciones municipales y autonómicas y quizás, de producirse un adelanto, también unas elecciones generales. Obtener el privilegio de gobernar el país durante los próximos años es el objetivo de una guerra preelectoral que ya ha comenzado y que hasta el momento se disputa en los estudios demoscópicos, en el hemiciclo del Congreso y del Senado y en los medios de comunicación, pero que con el paso de los meses se trasladará cada vez más a los territorios peninsulares.
El pasado mes de agosto, el Gobierno actual dejó los deberes hechos para acabar de sacar adelante las medidas estrellas del próximo otoño que todos conocemos. La cuestión es si le premiarán electoralmente o si las circunstancias actuales le llevan por un camino donde el cambio de gobierno es prácticamente inevitable. Solo el tiempo lo dirá. Es cierto que nada ocurre por estar escrito, que hasta a los peores escenarios se les puede dar un giro y que desde luego puede haber y habrán un sinfín de situaciones imprevistas o no tan imprevistas, cuyo impacto está por determinar.
Por el momento lo que sí que podemos asegurar es que el verano nos ha traído una poderosa ola de calor, que nos ha hecho sentir el cambio climático en nuestras propias carnes. Con ella, una buena oleada de incendios, que dibujan un panorama preocupante para los próximos años en un país donde la gestión del territorio brilla por su ausencia -de ahí también el éxito del concepto España Vaciada. Parece complicado que un país que no es especialmente denso en población, que sufre con fuerza la despoblación de las zonas rurales, que concentra a la gente en grandes zonas urbanas y que no sobresale por sus políticas orientadas al medio rural, se encuentre en la mejor situación para enfrentarse a ello. ¿Pero va a tener alguna incidencia todo ello en las decisiones electorales? Presumiblemente escasa.
Distinto será todo ese panorama inflacionario que tenemos instalado y el impacto que sobre la economía familiar tendrán las subidas de los tipos de interés. Porque una cosa son las catástrofes en la tele y otras las que se ciernen sobre la economía familiar, cuando al contexto económico preexistente se suman los créditos vacacionales, la vuelta al cole, las revisiones hipotecarias, el descontrol inmobiliario y lo que puede ser un horizonte laboral poco alentador.
El panorama bélico internacional también resulta profundamente inquietante y anticipa la llegada del primer invierno frío, tras muchos años de acceso razonablemente abundante a la energía necesaria para calentarnos. La mediterránea España no lo es tanto en las regiones interiores, donde la pobreza energética propicia unas condiciones de vida muchísimo más duras que las que se pueden dar, por decir algo, en el litoral valenciano. Volvemos con ello a los efectos concretos y directos sobre la vida cotidiana de cosas que vemos en las noticias, pero que no son meras abstracciones.
No obstante, no debemos confundir la adversidad con la catástrofe. Es probable que gran parte de la población pueda sobrellevar esto de algún modo y que no se genere un contexto tan negativo que acabe de hacer imposible evitar ese vuelco que auguran las encuestas en las próximas generales. Ciertamente los partidos no lo ponen fácil, porque su falta de actitud para afrontar el cambio de época que vivimos, es evidente. Aunque creo que eso tiene menos de comprensible en los que gobiernan y se han enfrentado ya al menos a una catástrofe planetaria como la Covid19, que en los que llevan ya cuatro años apartados del gobierno, moción de censura mediante.
¿Por qué el PSOE no hegemoniza tras un gobierno de cuatro años, primero en solitario y después de coalición, en que se han tirado adelante muchas cosas y en cambio un PP liviano y con un líder sin demasiado carisma le come la tostada demoscópicamente? ¿Y el socio de gobierno? ¿Por qué no logra levantar la cabeza, ahora ya incluso con la cosa de Sumar ya en marcha? ¿Es que es muy pronto o es que es muy tarde?
Seguramente el problema sea que los partidos leen poco Debate Callejero y por eso no comprenden cómo es de importante analizar la evolución de las cosas y no dar vueltas en círculos. Tampoco se dan cuenta de que las estrategias que ya fallaban antes, en 2022 o en 2023 fallarán todavía más. No seré yo quien les explique el porqué, pero sí que les daré una referencia ilustrativa: mientras el PSOE pone en marcha toda la maquinaria para dotar a Pedro Sánchez de una imagen de superpresidente y una parte de la maquinaria del otro socio trabaja para convertir a Yolanda Díaz en una versión femenina de Pablo Iglesias, un PP con un liderazgo gris como Feijoo no hace más que abrir brecha en las encuestas. ¿Cómo es eso posible?
No hay que tomarse a broma lo de la necesidad de leer más. No hay demasiada gente con capacidad de incidir pensando, porque durante demasiado tiempo y de forma demasiado generalizada se han premiado otras cosas. Hay demasiadas estructuras fallidas, demasiada pereza para crear en lugar de copiar. Demasiada pereza, en definitiva, que, por cierto, no es otra cosa que eso que llamamos desafección.