Alberto Penadés
De momento, el secretario general del PSOE ha decidido seguir en su puesto y no ha dado ninguna señal de cuándo piensa dejarlo. No antes de las próximas elecciones generales, al parecer. Ha renunciado a ser candidato, pero como eso lo hizo antes de estas pasadas elecciones, ni siquiera le sirve ahora como muestra de autocrÃtica. Ser candidato del PSOE, en todo caso, no es precisamente el tÃtulo más valioso de que podÃa desprenderse, a la vista está. No esperábamos algo radical: dejar la presidencia del gobierno en manos de un ministro habrÃa sido un experimento incierto de parlamentarismo, aunque habrÃa sido algo relativamente normal en otras democracias menos presidencialistas. Pero muchos nos preguntamos qué virtudes pueden traer unas primarias a palo seco y si no se debe hacer (o también hacer)  un congreso extraordinario, adoptar un programa y elegir nuevo secretario.
 El PSOE ha tenido su peor resultado electoral posible, apenas le han votado los más fieles (los mismos que en las últimas europeas, en las que no vota casi nadie). El PP está ya casi en su mejor resultado posible (ha repetido, sobre censo, el de las municipales del 95), pero todavÃa sin romper el techo. A este paso, lo romperá, y en el 95 no habÃa UPyD. TodavÃa depende del PSOE, pero el tiempo se le acaba.
 El PSOE tiene un problema mayor que el del candidato. Pregunten a alguien del PSOE si esto ha pasado por la crisis o por la anticrisis, por hacer o por no hacer, por falta de liderazgo o por exceso, por la rigidez o la flexibilidad, por la firmeza o por la inconstancia (por no meter al Estatut, a Bildu, las nucleares o a la Macarena). Oigan, es que cada uno dice una cosa. HabrÃa que tener una idea muy personalista de la polÃtica para pensar que es suficiente sustituir la cara del cartel. Aunque, evidentemente, sin cambio de cartel no hay nada que hacer, parece aconsejable, que el nuevo lÃder lo sea también del partido, incluso antes que nada del partido, y que el partido debata y proponga algo que esté dispuesto a hacer y no solo a enunciar con énfasis.
 No sé a cuántos lÃderes del PSOE he escuchado decir en la jornada postelectoral que son unos resultados para reflexionar, y para reflexionar entre todos. Perdonen que me sonrÃa. Quién va a reflexionar, cuándo, dónde, quiero verlo. ¿En las primarias? Recordarán las esclarecedoras discusiones intelectuales entre Gómez y Jiménez, y habrán notado el impulso electoral resultante.
 Pero además, unas primarias que no estén vinculadas al poder orgánico sino controladas por este, no son libres, por una sencilla cuestión de estrategia. ¿Aparte de algún figurante, quién quiere ser candidato en las primarias sin ser el secretario general? Pues solo puede ser o una persona confiada en ganar las elecciones generales, incluso con bicefalia, o una persona que sepa que Zapatero le apoyarÃa después para la secretarÃa incluso si las perdiera. Como lo primero está excluido,  Zapatero tiene de hecho la capacidad de filtrar a los candidatos. Mantener la secretarÃa es, de facto, una forma de condicionar unas primarias que ya de por sà me parecen de dudoso valor en este momento.
 Evidentemente, Zapatero, como todo el mundo, tiene favoritos. No es que las primarias no fueran a ser “limpias†(signifique eso lo que signifique), es que si el candidato no fuera el preferido, la batalla continuarÃa en el congreso. Y el partido se puede ir por una grieta, lo que, anticipadamente, puede inhibir a valiosos candidatos. Posiblemente, a personas que son muy necesarias, con la que se avecina.
 No se trata de eludir las primarias, se trata de que el premio sea el poder orgánico y la verdadera dirección del partido, no el aparecer en los carteles de la derrota y luego ya veremos, porque eso solo producirá o un simulacro de primarias,  lo más probable, o una guerra. Y para evitarlo, en mi opinión, o bien se programa un congreso antes, o bien se programa justo después. Se me dirá que sigue habiendo cierto riesgo de “bicefaliaâ€, pero es que ahora es una premisa. Y con un secretario general que acaba de llevar a su partido al máximo fracaso electoral.
Tuve la suerte de tener al joven Rojo como profesor de TeorÃa Económica en la Facultad de CC.EE, de la Univ. Complutense. En esos cursos él impartió la teorÃa Keynesiana de una forma magistral. Fue también uno de los economistas que en el Ministerio de Comercio llevó a cabo la implantación del Plan de Estabilización de 1959. Posteriormente compaginó la enseñanza con la dirección del Servicio de Estudios del Banco de España. Hasta entonces el Banco de España era un apéndice del Ministerio de Hacienda. Fue uno de los artÃfices de la transformación del Banco de España en una entidad de la misma talla que el Banco de Inglaterra o la Reserva Federal. Los análisis de coyuntura de la economÃa española, bajo su dirección se convirtieron en el documento más importante para saber lo que estaba pasando en la economÃa española. Finalmente, como Gobernador del Banco de España, tuvo que enfrentarse al gran fraude de Mario Conde, que estaba comiéndose con sus colaboradores, todos los activos de Banesto. Tuvo que deshacer el mito que Jesús Cacho en El Mundo habÃa hecho de Mario Conde, considerándolo como un gran banquero. Ha muerto uno de los mejores economistas españoles del siglo XX.