Nuestra América

Alberto Penadés 

Our America (2014), de Felipe Fernández-Armesto, un historiador británico, suficientemente “español” para reclamarse “hispano” desde que está basado en EEUU (Notre Dame, Indiana) es un libro que no ha gustado a casi nadie, me parece.  Se trata, como dice el subtítulo de una historia hispana de los Estados Unidos. En realidad no es una historia, sino un ensayo histórico, y así lo dice el autor en varios lugares, que intenta poner a EEUU casi literalmente boca abajo, expuesto desde la perspectiva de quienes han vivido allí, la mayoría en algún lugar del arco entre Texas y California, reconociéndose más o menos en un pasado hispano o mexicano, de cultura católica, hablando casi siempre español, y entendiéndose con los indios algo mejor que otros, durante los últimos trescientos y pico años.

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Sobre «mi cuerpo es mío»

Alberto Penadés

Leo hoy una encuesta de GAD3 publicada en ABC sobre el asunto del aborto y parece un buen momento para pensar en algunas cosas del repertorio de argumentos que se han escuchado en estos días. Dejando aparte la muy ridícula forma que tiene de titular el ABC (“la mitad de los votantes socialistas no respaldan la ley de plazos de Zapatero”) la cuestión no es trivial. Lo que se pregunta  en la encuesta es por la preferencia entre “una ley del aborto que busque el equilibrio entre los derechos de la mujer y los del no nacido” y “una ley de plazos sin ninguna limitación”. Ante esto,  solo la mitad de los votantes socialistas (y algo menos de un cuarto de los votantes del PP) defienden una ley de plazos “sin limitación”. La falta de límites frente al equilibrio de derechos.  Entre 2002 y 2008 el CIS preguntaba, en encuestas a jóvenes menores de 30 años, si en el aborto debía decidir únicamente la mujer interesada o la sociedad podía imponer límites; visto de este modo,  entre el 55 y el 60% rechazaban los límites. Cómo se pregunte siempre es importante, aquí tal vez más. Es un hecho fácilmente comprobable que nuestras intuiciones morales varían en este asunto dependiendo de los supuestos en los que pensemos, como en cualquier decisión difícil. La última vez que se preguntó en el CIS (2008), el doble de personas lo consideraban correcto si había riesgo de malformación de cuantas lo consideraban correcto en caso de penurias económicas. Es lógico y, a partir de ahí, es fácil formular preguntas para que parezca que los españoles prefieren una ley de supuestos, como es fácil formular preguntas para que parezca lo contrario. Que algunos medios de opinión conservadores celebren una ley de supuestos frente a una de plazos a mí me choca, pero bueno (típicamente, una ley de supuestos permite abortar, en algunas condiciones, en plazos muy avanzados, algo que personalmente me produce mucho rechazo).

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Nota sobre la traición y el mestizaje

Alberto Penadés

«Esta tierra que mira al oriente

cuna fue del primer mestizaje

que nació del amor sin ultraje

de Gonzalo Guerrero y Za’asil.»

(Himno del estado de Quintana Roo, México)

Los amantes de los mitos nos señalan que Gonzalo Guerrero (Palos de Moguer, ca 1470-Punta Caballos, Honduras, 1536) fue el padre, en pleno sentido de la palabra, del primer mestizo de la tierra que, con licencia, podemos llamar México (por cierto, fue mestiza, pues fue niña). En un tiempo en el que a nadie reparó en esa primicia, que atentos historiadores establecieron más de tres siglos después, simplemente pasó por renegado, por malo o por traidor. Mucho mejor conocida es la figura histórica de Malintzin o Doña Marina (1502-1529), normalmente llamada La Malinche (aunque Malinche también decían a Cortés), la princesa cautiva (ya antes de servir a Cortés) que contribuyó a la conquista con su capacidad de traducir de las lenguas maya a la lengua nauahtl de los aztecas. El malinchismo es, en el lenguaje de los mexicanos de hoy -simplificando mucho- el desdén por lo propio y la reverencia hacia lo foráneo. Un cosa tan humana, con la sombra de la traición. Jerónimo Aguilar (Écija 1489-Nueva España 1531), menos famoso, fue tan importante como Malintzin en la conquista, pues él traducía el castellano de Cortés a una lengua maya que esta comprendía y, a su vez, traducía. Fue el leal a “los suyos”, aunque no parece haberse sentido mal con los demás.

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La codicia

Alberto Penadés 

En The Passions and The Interests, Albert O Hirshman (que ha muerto hace unas semanas) intentaba sorprenderse de cómo las pecaminosas motivaciones propias de prestamistas y mercaderes fueron pasando a ser juzgadas como legítimos intereses hacia los siglos XVII y XVIII; no solo legítimos sino, en último caso, provechosos para el bien común,  hasta como árbitros de la conducta desordenada de las pasiones, con las que antaño se hubieran emparentado.

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Náufragos en Yucatán: encuentro frente a conquista

Alberto Penadés

Que sepamos, el primer encuentro entre españoles y los pueblos del Yucatán fue tan brutal como se podía esperar. Para la historia nacional, vale como decir encuentro con México. Del lado castellano, los actores no fueron ni Hernández de Córdoba, ni Grijalva, ni por supuesto Cortés, sino unos náufragos. Fueron también las primeras víctimas. Posiblemente veinte, incluyendo a dos mujeres, perdidos en un viaje entre el Darién y Cuba. Importan mucho los dos sobrevivientes.  El uno,  Jerónimo de Aguilar, fue más tarde lengua de Cortés. Fraile al parecer, y de Écija. Por él hablaba Cortés a la Malinche, y mediante ella a los méxicas. El otro fue el renegado  Gonzalo Guerrero, hombre de armas y de mar, de Palos de Moguer.  Luchó junto a los mayas y contra los españoles, por muchos años, hasta que lo mataron. Sus historias las dejo para una próxima entrada.

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Sacrificios y progreso

Alberto Penadés

Leyendo la extraordinaria Historia Verdadera de la Conquista de Nueva España de Bernal Díaz del Castillo, a las pocas páginas, referidas a la fallida expedición de Grijalva (1518) sobre el continente, puede encontrarse lo siguiente:

“Y echando los bateles en el agua, fue Juan de Grijalva, con muchos de nosotros los soldados, a ver la isleta, porque habían humos en ella, y hallamos dos casas hechas de cal y canto, bien labradas, y en cada casa unas gradas, por donde subían a unos como altares, y en aquellos altares tenían unos ídolos de malas figuras, que eran sus dioses.  Y allí hallamos sacrificados de aquella noche cinco indios, y estaban abiertos por los pechos y cortados los brazos y los muslos, y las paredes de las casas llenas de sangre. De todo lo cual nos admiramos de gran manera, y pusimos nombre a esta isleta de Sacrificios” (Historia Verdadera, Cap. XIV). 

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La cuestión catalana es un problema de todos: hagamos algo

Alberto Penadés

Se escribe a menudo en los medios de opinión, tanto centralistas como secesionistas, que el federalismo es algo en lo que nadie cree. Si con esto quieren decir que es el arreglo institucional favorito de relativamente poca gente en España – dentro y, especialmente, fuera de Cataluña-  pues tienen razón. Ahora bien, a menudo una posición aparentemente minoritaria es la preferida por todos al resto de las alternativas.  Es muy sencillo. Si mucha gente prefiere c>f>s, bastante gente prefiere s>f>c  y unos pocos prefieren f>c>s o bien f>s>c  es evidente que la mayoría prefieren “f”, digamos que una solución federal, a cualquiera de las alternativas, aquí resumidas como centralismo o secesión.  Estoy convencido que con un diseño correcto la mayoría de los españoles preferirían soluciones federales a centralistas, y desde luego estoy convencido de que preferirían el federalismo a la modificación de las fronteras.

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¿Quiénes somos los que somos unos u otros?

Alberto Penadés

Las movilizaciones y el debate en torno a la continuidad de Cataluña en España las estoy siguiendo desde México, país en el que me gustaría quedarme tanto como para no tener que enfrentarme a este y otros problemas en el mío. No creo que basten estos pocos meses. Desde aquí envío a los callejeros una primera reflexión sobre el tema. Creo que emparenta, desde fuera de Cataluña, con el laicismo nacional que el Senyor G defendía hace unos cuantos días en este foro.

¿Por qué no pueden los castellanos, aragoneses, baleares, andaluces, gallegos y demás denominaciones de la ciudadanía española simplemente tomárselo con calma y animar a los catalanes a abrir un debate y un proceso de consulta democrática en condiciones transparentes?  Personalmente,  apoyo sin apenas reservas que se celebre la consulta; son las condiciones y la lectura de los resultados lo que estoy dispuesto a discutir de forma más correosa. ¿Por qué no podemos ser como los ingleses? La falta de seguridad en sí mismos de la mayoría de los españoles ante cualquier veleidad secesionista, no digamos un movimiento organizado, da mucho que pensar.

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Contamos contigo

Alberto Penadés

La encuesta de hábitos deportivos de los españoles del CIS de 2010 preguntaba lo siguiente “¿Hasta qué punto se siente usted orgulloso/a cuando un deportista español o una selección española realiza una buena actuación en un campeonato deportivo?”.  El 45% respondió que “muy orgulloso”, el 40% que “bastante orgulloso” y solo un 11% sumaban los “poco” o “nada” orgullosos. 

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Arriba ese ánimo

Alberto Penadés

Ayer mismo me enteré por un amigo de una producción de TVE que, como homenaje a Gila, ha escogido este título alarmante. Gila realmente se habría partido de la risa y habría hecho grandes chistes negros. Lo imagino al teléfono repitiendo eso de “chico, es que como en España no se vive en ninguna parte”.  Acuciado por esta imagen, le he dedicado un rato a leer tres informes (referencias abajo) que comparan España con otros países en cuestiones subjetivas, objetivas y hasta intangibles. Comparto aquí una breve reseña.

En 2007 España era el país más satisfecho con su situación general  como país y con su economía de los ocho países en los que el centro PEW de investigación hacía la pregunta: EEUU, GB, Francia, Alemania, Italia, Polonia y República Checa, además de en España.  Y con diferencias muy notables: si el 51% de los españoles estaba satisfecho, solo lo estaban el 33% de los alemanes o el 25% de los estadounidenses. Entre 2007 y 2012 la satisfacción con el propio país ha caído  41 puntos (de 51 a 10) y la satisfacción con la economía  59 (de 65 a 6). En picado, de los más contentos  a los más desgraciados, salvo Grecia (que no estaba incluida en 2007, y donde literalmente casi nadie cree que  la situación sea buena).  Alemanes, franceses y estadounidenses están ahora más satisfechos con su país que hace cinco años, aunque solo entre los Alemanes ha crecido el número de quienes piensan que la economía  está en buena situación.  A los españoles se nos calienta la boca fácilmente, pero de vez en cuando la realidad nos corrige.

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