LBNL
Mi primera reacción al leer la “noticia” del Mundo Today en respuesta al brutal ataque terrorista contra Charlie Hebdo de ayer fue, como supongo la de muchos de los lectores, que es un error vincular al Islam con el fanatismo asesino de un porcentaje ínfimo de sus supuestos seguidores. Los yihadistas son muchos, varias decenas de miles, pero los musulmanes perfectamente respetables, completamente pacíficos, son cientos de millones. Y son también las principales víctimas de aquéllos, tanto en términos de atentados como de coerción. Estando absolutamente convencido de la injusticia y el error estratégico que supone identificar al Islam con la barbarie yihadista, lo estoy tanto o más de la necesidad de afirmar los principios de la democracia liberal europea, incluida la libertad de expresión. El titular de un medio satírico, puede ofender y ofende a muchos que consideran que no sólo debemos respetar su libertad de culto sino la sacralidad de su culto. Y nuestra ley nos permite no hacerlo, ridiculizando expresiones del Islam y de cualquier otra religión. La libertad – también la de expresión – tiene por supuesto límites pero son las leyes y los jueces los que deben fijarlos: no los atentados, las amenazas, los imanes, curas o rabinos, ni la auto-censura por miedo o por un malentendido respeto.
En mi opinión, lo anterior es absolutamente obvio. En términos más generales, no debería percibirse ninguna contradicción entre la defensa firme y proactiva de las bases de nuestra convivencia y extremar no caer en la islamofobia. Como escribe Lucía Abellán en el País, las expresiones de islamofobia y las agresiones contra los musulmanes en Europa están en auge. No cabe la contradicción porque todos – también los musulmanes – somos ciudadanos y la defensa de nuestras libertades incluye la de los musulmanes a serlo. Defender el derecho de Charlie Hebdo a criticar – incluso groseramente – a la religión musulmana y de los musulmanes europeos a serlo sin temor, son dos caras de la misma moneda. Lamentablemente son muchos – cada vez más – los que caen en la tentación de considerar que el Islam es intrínsecamente perverso, dogmático y violento, marginador de la mujer e incapaz de evolucionar como lo han hecho – no sin grandes dificultades – las otras dos grandes religiones monoteistas.
Hace pocos días, el general Al Sisi que gobierna Egipto con un puño de hierro más firme que el del depuesto Mubarak, reclamaba a los líderes religiosos musulmanes una interpretación más abierta del Islam. La condena inmediata del ataque de ayer por parte de la mezquita cairota de Al Azar – uno de los centros islámicos más prestigiosos – no vino como consecuencia del reclamo. La inmensa mayoría de los musulmanes conservadores – incluso los ultra conservadores en términos morales que subyugan a la mujer y condenan las relaciones homosexuales – es pacífica y no apoya ataques violentos. De la misma manera que la mayoría de los miembros del Opus Dei, por poner un ejemplo ultra católico, no apoya los ataques contra los homosexuales. Pero no hacen lo suficiente por condenarlos cuando no son tan brutales como el de ayer en París.
Los líderes musulmanes deberían darse cuenta de que sus pueblos necesitan volver a interpretaciones más abiertas del Islam, que las hay. La rigidez y el dogmatismo es un problema mucho más acuciante en el mundo árabe, con extensión a Afganistán, India y Pakistán, donde se mezcla con otras pulsiones como la violencia sectaria entre sunitas y chiítas. Como todo hijo de vecino, en general los musulmanes son más abiertos y sensatos cuanto mayor es su grado de desarrollo. Sí, algunos de los que organizaron el 11-S eran ingenieros y es cierto que la educación y la cultura no son vacunas perfectas contra el dogmatismo religioso y el fanatismo exterminador, como no lo son para los que recurren a la violencia en nuestras sociedades sin ser musulmanes. Estoy pensando, por ejemplo, en el terrorista noruego que asesinó a casi 200 jovenes hace pocos años, o en los frecuentes ataques indiscrimados que se suceden en EE.UU. por diversos motivos: en algunos casos, los que los perpetran tienen un nivel educativo y económico razonable. Pero son una minoría y en general concurren en ellos otras causas de alienación.
Ahora bien, con independencia de lo que hagan los líderes musulmanes en sus países, el atentado de ayer en París debería servir para que Europa se tome en serio de una vez el peligro yihadista dentro de nuestras sociedades. Durante demasiadas décadas se han confundido el respeto a la pluralidad cultural y religiosa con la tolerancia de conductas y adoctrinamientos que no sólo son inaceptables sino que, en ocasiones, llevan a resultados trágicos. Es evidente que aquí y ahora el peligro más acuciante son los yihadistas que regresan de Siria/Irak y los llamados “lobos solitarios” que tratan de vengar las afrentas y crímenes de Occidente en nuestro territorio. Como expresó ayer Willy Toledo en twitter en el día más inoportuno para hacerlo, hay que hablar también de dichas afrentas y crímenes, porque haberlos haylos. Tanto porque son inaceptables como porque sirven de coartada para la indoctrinación y reclutamiento de yihadistas entre las poblaciones musulmanas europeas más alienadas.
Pero una cosa en absoluto excusa la otra. Hay que poner coto a las miles de “víctimas colaterales” de los bombardeos “inteligentes” de la OTAN y EE.UU. en Afganistán, Irak, Yemen y Pakistán, pero hay que meterle mano – de verdad y en paralelo – a la radicalización yihadista en Europa. Nos escandalizamos y exigimos acción gubernativa cuando un cura alude implícitamente a castigos divinos por determinadas conductas amorales pero somos mucho más pasivos cuando se trata de un imán, para el que sólo nos atrevemos a pedir reprimenda oficial si justifica comportamientos privados intolerables como los castigos físicos a las esposas no suficientemente buenas.
Por razones diversas, tanto en España – donde la inmigración musulmana en grandes cantidades, principalmente marroquí, es un fenómeno de los últimos quince años – como en el resto de Europa – particularmente Francia y Reino Unido, las instituciones públicas se abstienen de tratar a sus ciudadanos musulmanes como al resto, permitiendo que broten expresiones tremendamente radicales. Los madrileños han oído hablar de algunos imanes radicales que han predicado en la mezquita de la M-30 y hay ejemplos similares en otras ciudades españolas. Lo que desconocen la mayoría de los españoles es que de tanto en cuanto se celebran en España convenciones de centenares de musulmanes radicales en diversas poblaciones. El CNI les sigue la pista a través de algún informador comprado y las fuerzas de seguridad intentan mantener un cierto control sobre los miembros más radicales, los que defienden directamente el uso de la violencia, pero en absoluto con el vigor y el sentido de urgencia necesarios. Queremos que las fuerzas de seguridad sean más activas en la represión de comportamientos similares por parte de grupos neonazis pero deberían serlo aún más con los centros de adoctrinamiento y coordinación yihadistas, incluso si no son activos directamente con el envío de luchadores a Siria/Irak.
Lo peor es que soy consciente de que estoy abogando por una ofensiva para la que no estamos preparados. Aunque después del 11-M las fuerzas de seguridad se dotaron mínimamente de medios específicos para luchar contra el yihadismo, se trata de ir mucho más allá, de no limitarse a tratar de conocer a aquéllos que podrían llegar a atentar y tratar de impedirlo antes de que lo consigan. Lo que estoy reclamando es una ofensiva contra el adoctrinamiento yihadista, que requiere de más medios materiales y posiblemente también de algunas reformas legales. Discrepo profundamente de los Testigos de Jehová que se reúnen para debatir la necesidad de evitar someterse a transfusiones de sangre, pero su estupidez no supone un peligro de orden público: sólo para sí mismos y sus hijos. Y no tenemos ningún problema moral o legal para obligar a que acepten las transfusiones cuando los médicos las estiman indispensables, especialmente si se trata de sus niños.
No se trata de prohibir el uso del velo, ni siquiera en lugares públicos, por más que nos choque o incluso nos agreda una costumbre que va contra la emancipación de la mujer, por lo que debe ser combatida, pero por otros medios como la educación cívica, puesto que ni supone un peligro para la sociedad ni deja de ser un comportamiento voluntario. Pero sí cabe legislar contra los burkas, que van más allá de lo aceptable. De la misma manera, el que cada cual vista como quiera debe extenderse a los que quieran pasearse por ahí en chilaba, pero las fuerzas de seguridad deben vigilar de cerca a los musulmanes que se dejan crecer barbas exageradamente largas. Hay que hilar fino para evitar caer en las generalizaciones y la islamofobia, pero tan peligroso sería hacerlo como seguir tolerando comportamientos que suponen un peligro manifiesto para el estilo de vida que democráticamente hemos adoptado.
No tengo problemas con aceptar las consecuencias de que, dentro de algunas décadas, la sociedad española pueda haberse convertido en mayoritariamente musulmana, como teoriza Houellebecq para Francia en su última novela. O en mayoritariamente china, mezclándolo todo, y entonces la nueva mayoría social pueda cambiar la Constitución por los mecanismos establecidos y alterar el concepto actual de orden público. Pero hasta entonces, hay que defenderlos, con mucho más vigor y firmeza que hasta ahora, también en lo referido al derecho de los musulmanes a su credo.
Dice el articulista que no tiene problemas en aceptar que la sociedad española en el futuro pueda convertirse mayoritariamente en musulmana. Yo , por el contrario, tengo todos los problemas. Ni me gusta que el Papa de Roma me imponga su moral en nuestras leyes ni me gusta que el Corán se convierta en mi código penal. Ya sé que no todos los musulmanes son unos bárbaros, hasta ahí llego solo, pero de la misma forma que sé que no todos los cristianos son Rouco pero me preocupa que el cardenal de Madrid me quiera imponer su modelo de familia , de mujer o de lo que le salga del solideo. Me importa poco si el Islam predica paz amor y todas las bondades del mundo. Lo que veo es que la sociedad que impone mayoritariamente en la práctica es cualquier cosa menos la sociedad que yo quiero. Y no me hagan poner ejemplos. Por cierto, vivo junto a la mezquita de la M30 y no veo que el problema sea pasear por Madrid si eres musulmán, como alguien escribía ayer aquí. La normalidad con la que se desenvuelven en nuestra sociedad es total, como debe ser. Algo que todos sabemos no ocurriría a la inversa. De hecho, en muchas de las sociedades islamicas son ejecutados los ‘infieles’. Por cierto, a la barbarie y el fascismo nunca se le ha derrotado con metáforas y bellas canciones , tan del gusto de las mentes puras, sino a sangre y fuego. El debate hoy debería ser cómo acabar con ellos. Con los terroristas. Con toda la legalidad pero también con toda la fuerza democratica que disponemos. Y dejarnos de tanta teología bienpensante.
http://www.infolibre.es/noticias/opinion/2015/01/08/los_yihadistas_existen_tambien_los_fascistas_26350_1023.html
Me temo que Polonio no me ha entendido. Desde luego abogo por combatir no sólo la violencia sino la incitación a la violencia aunque tenga raigambre o relación religiosa, lo que en demasiadas ocasiones excusa actos intolerables.
Me parece importante precisar también que en aquellas sociedades donde los radicales imponen sus valores por la fuerza lo suelen hacer sobre musulmanes más moderados y sensatos, que son sus principales víctimas, casi nunca cristianos y menos aún liberales laicos, porque hay muy pocos.
Finalmente, coincido con Polonio en el deseo de mantener y la voluntad de defender una sociedad laica pero asumo que el también quiere hacerlo sólo democráticamente. Es decir, si y cuando sean mayoría, habrá que transigir. Es una falsa polémica, creo, porque en la medida en la que íntegremos plenamente a la musulmanes en nuestra sociedad, como al resto de ciudadanos, serán cada vez más laicos.
Reitero lo que colgué ayer, en un comentario de última hora, la referencia que un par de años atrás hacía el redactor jefe de Charlie Hebdo- con mucha lucidez:
(…) la islamofobia es la excusa que invocó el régimen iraní en tiempos de la fatua a Rushdie, para equipararse con el antisemitismo. (…)”
http://internacional.elpais.com/internacional/2012/09/20/actualidad/1348135924_463423.html
Pero para Lucía Abellán (y para El País y la élite políticamente correcta europea), el problema es, sobre todo, esa supuesta “islamofobia”. Su artículo, tan falso como el que escribió Juan Goitisolo a raíz de los atentados de Atocha sobre los musulmanes que estaban expuestos a no sé sabe qué venganzas, es meramente de opinión. Opinión por opinión mucho más interesante la que refleja Houllebecq en esa larga entrevista con un inquisidor, en la que también se refiere a esa “islamofobia” que tanto preocupa a algunos. Lo cual es sólo, por supuesto, mi opinión, aunque no trataré de hacerla pasar como una evidencia como hace esa “corresponsal en Bruselas” (tenía que ser allí).
Comparto, claro está, mucho de lo que escribe LBNL. Y coincido, punto por punto, con lo expresado por Polonio. Pero aunque no me sorprenda el contenido del post de LBNL –ni en lo que coincido ni en lo que discrepo-, confieso que sí me ha sorprendido esa referencia al comentario de Willy Toledo, esa “síntesis armoniosa de estupidez y miseria”, que –si lo he entendido bien- para LBNL tiene sólo un problema de “inoportunidad”.
“(…) Como expresó ayer Willy Toledo en twitter en el día más inoportuno para hacerlo, hay que hablar también de dichas afrentas y crímenes, porque haberlos haylos. Tanto porque son inaceptables como porque sirven de coartada para la indoctrinación y reclutamiento de yihadistas entre las poblaciones musulmanas europeas más alienadas (…)”.
Literalmente: no tengo palabras.
Una policía muerta en Francia hoy por un nuevo tiroteo terrorista. Y trees ataques contra lugares de culto musulmanes, sin víctimas afortunadamente.
Que la policía francesa tuviera «controlados» a los terroristas de ayer ilustra la necesidad de ir mucho más allá en combatir el fenómeno.
Tengo muy claro que LBNL condena la violencia y a los grupos que imponen la violencia. Quede escrito por si hay alguna duda sobre el particular.
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Barañain, nuestra tolerancia con el elevado número de «víctimas colaterales» de nuestras operaciones militares en Afganistán, Irak o Pakistán (miles de inocentes muertos), no es aceptable y no nos ayuda para formar una coalición de «sensatos» contra los fanáticos.
Creo que Barañain citó el otro día a Yemini, columnista de Yediot Aharonot, uno de los diarios mad leídos de Israel. Cuelgo su respuesta al ataque de ayer, en inglés. Creo que coincide completamente con lo que yo trataba de expresar.
Yediot opinion 2: It’s Jihad, Not Islam
“Not all Muslims are terrorists, but almost all terrorists are Muslims,” wrote Abdul Rahman el-Rashid, the director of the Al-Arabiya television network in the influential Arabic newspaperAsharq al-Awsat.
That, in brief, is Europe’s great dilemma. Millions of Muslims have no connection to terror, but according to polls, hundreds of thousands support jihad, suicide terror attacks and even ISIS. Out of these, thousands actually join global jihad. And there are a few who carry out large-scale terror attacks in France itself. So what should be done? How does one cope?
In the suburb of Drancy, less than a 30-minute drive from the site of the terror attack, Imam Hassan Shalgumi heads the Muslim community —and combats any sign of extremism. In recent years he warned, over and over, against what was happening in the mosques in France. He was ostracized by the French Council of the Muslim Faith. All of his calls to the French establishment were rejected. He is forced to go around with bodyguards, after there were several attempts to attack him and his family.
France is powerless. It’s difficult to monitor creeping radicalization that takes place in thousands of mosques, but they could have blocked the sources of funding, and mainly the huge sums from Qatar. Money is not the only problem, but it is definitely a problem.
This terror attack was written on the wall. The jihadists had already attacked the satirical newspaper Charlie Hebdo and also made it clear that they would attack it again. They said it and they did. This is a painful terror attack, an attack on the very heart of free France. The attacked newspaper is neither the most popular nor the most widely circulated—far from it—but it placed itself at the forefront of the battle for freedom of speech and made it clear that it would not surrender to threats.
It will be sad if the extreme right wing, which is usually racist and anti-Semitic, garners political benefit from this terror attack. And it will be encouraging if the free world treats Muslims like Shalgumi a bit more seriously and sympathetically. There is no need for Islamo-phobia—the time has come for jihado-phobia. (by Ben-Dror Yemini)
ALÁ ES LA LESHE et JE SUIS CHARLIE.
Gracias por el artículo LBNL.