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Llego de pasar unos días de asueto por allá, concretamente por la costa atlántica – Barranquilla, Santa Marta, parque natural Tayrona – y regreso, de nuevo – son muchas ya las visitas a Colombia – fascinado con los contrastes del país – no todos buenos, algunos realmente terribles – y su carácter verdaderamente especial. He viajado por muchas partes y prácticamente todo sitio tiene su encanto pero el de Colombia excede en mucho al habitual. Para mí es evidente y me agrada que la mayoría de los que han tenido oportunidad de visitar Colombia coincidan. Y, por supuesto, me apena que sean tantos los que no se atrevan a hacerlo por la afluencia continuada de noticias preocupantes que llegan desde allá: violaciones de derechos humanos, paramilitares, guerrillas, desigualdad, corrupción… Pero en todas partes cuecen habas.
Recuerdo una vez que en los años noventa estaba con mi familia pasando el verano en Fuenterrabía y tras un día fantástico de playa y comilona el telediario nos sorprendió con una auténtica batalla campal de kale borroka en una localidad cercana. Y otra vez que al volver de un día de trabajo en la Gaza ocupada mis padres estaban al borde de un colapso tras haber visto imágenes de un enfrentamiento a tiros con varios muertos en un pueblo palestino aledaño. Yo ni me había enterado y eso que Gaza es una extensión de adornas 50 kilómetros de largo.
Porque sí, hay sitios con más riesgos que otros pero incluso en los “de riesgo” es difícil darse de bruces con el peligro si uno se comporta con un mínimo de sentido común. Por ejemplo, en el caso que nos ocupa, la costa atlántica colombiana, no tendría sentido coger un coche y adentrarse hasta la frontera con Venezuela, que se sabe es un territorio bastante salvaje en el que campan por sus respetos diferentes grupos armados. Pero si mezclarse con las decenas de miles de colombianos que disfrutan de la cálida costa caribeña sin problema a pocas decenas de kilómetros, comiendo pescado fresco barato a la vera del mar y tomándose un coco-loco de vez en cuando, todo a un módico precio para cualquier europeo. O hacen senderismo por la jungla del Tayrona encontrando mochileros europeos en cada parada y se bañan en una poza de río en lo alto de la montaña cuya agua está también templada por motivos inexplicados (Quebrada Valencia).
No sé cómo se comporta la policía si te pilla conduciendo bebido a las 3 de la mañana y no quiero comprobar cuán menos amable y predecible que si te da el alto la guardia civil, pero de día los retenes de las fuerzas del orden que garantizan la seguridad de forma visible son amables, a la par de bienvenidos aunque dé la sensación de que son innecesarios dada la tranquilidad imperante.
El carácter de la gente y su actitud relajada hace mucho para que el visitante se sienta cómodo y bien recibido. Si no sabes, preguntas y te arreglan la vida sin esperar una propina a cambio. Si te pierdes, te indicarán cómo llegar a donde pretendes, aunque tengan que llevarte a otro que sabe, que quizás solo sepa a cuál otro llevarte, pero lo hará y conseguirás tu propósito sin problema.
Durante mi estancia saltó el escándalo de la operación del ejército en Putumayo en el que murieron varios civiles. Es una zona “sin ley”, dominada por la guerrilla cocalera (los escindidos de las FARC), en la que el ejército no entra y si lo hace lo hace a tiro limpio, dejando civiles por el camino si hace falta. También estalló el escándalo de las visitas del hermano de Petro – el candidato izquierdista que lidera de largo las encuestas para las elecciones presidenciales de dentro de pocos meses – a una serie de corruptos encarcelados. Petro se ha desmarcado del supuesto conchabeo para rebajarles las penas a cambio de su apoyo electoral pero de forma muy poco convincente, lo cual hace temer que el candidato que dice y promete lo correcto para ponerle coto a la desigualdad flagrante que impera en Colombia – como en casi toda Latinoamérica – pueda ser un gran desastre si llega a gobernar. Y si no lo hace, gobernará la derecha, como siempre, y nada mejorará sustancialmente.
Al menos no en términos de desigualdad porque en general Colombia ha progresado de forma impresionante en las últimas dos décadas. Barranquilla, antaño una ciudad provincial sin canalización de las aguas pluviales, es hoy una capital moderna que combina el encanto caribeño con edificios modernos y economía boyante.
En fin, si tienen ocasión, no dejen de visitar el caribe colombiano, pero también Bogotá, Medellín o Cali, cada una diferente y particular – la extensión de Colombia es el doble de la de España, de ahí las acentuadas idiosincrasias locales – pero también especiales, y perfectamente seguras. Y se lo dice uno al que le daría miedo visitar México, por ejemplo, o que pasó aterrado un par de días en Venezuela hace años. Ninguno de los cuales tiene ese algo que tiene Colombia que hace que siendo un país de talla mediana, tenga una relevancia global muy por encima de la de sus vecinos. Baste citar a García Marquez, Botero, Shakira, Juanes o incluso un sinfín de reggaetoneros porque hasta en ese plano infernal destacan.