Ideologicismo y pandemia

Lluís Camprubí

Recientemente, Daniel Innerarity ha publicado la columna “No es lo mismo” en la que denuncia los intentos torticeros de equiparar -y por lo tanto expulsar de lo aceptable- las posiciones políticas del espacio de Unidas Podemos con las de Vox bajo la falsa premisa que son extremos. Recomiendo su lectura y comparto su argumentación, que en definitiva recuerda que mientras que los primeros están comprometidos con los valores democráticos y pluralistas, los segundos pretenden destruirlos.

Quisiera complementar este hilo argumental con el caso de la pandemia. Aún es pronto para disponer de análisis comparados y evaluaciones de la gestión entre distintos territorios regionales o estatales donde participan fuerzas “a la izquierda de la socialdemocracia” respecto a aquellos donde acompañan fuerzas de derecha extrema. Aunque una mirada preliminar sí permite afirmar que en los territorios donde participan o acompañan el gobierno fuerzas de dicha izquierda la gestión ha sido más garantista respecto a las personas más vulnerables y más exigente con las restricciones sanitarias. Mientras que en aquellos territorios donde el gobierno está condicionado por fuerzas de derecha extrema (2.0, derecha trumpista,…) hemos visto una gestión más preocupada por la satisfacción de sectores económicos específicos y por la no voluntad de imponer restricciones sanitarias o directamente cuestionarlas.

Sin embargo, la falsedad de la equiparación se ve aún más en el terreno ideológico, al dar las respuestas “macro”, estructurales y como sociedad al reto de la pandemia y sus derivadas.

La izquierda “a la izquierda de la socialdemocracia” ha intentado -con desigual fortuna- hacer ver lo siguiente: ya que en la respuesta a la pandemia “todos estamos en el mismo barco”, las respuestas a las crisis derivadas también deben ir acompañadas de mayor cooperación e igualdad. Ese ha sido su principal y sosegado vector ideológico y visto lo visto merece una seria consideración. No veo ningún posible reproche a su conceptualización y relato. Si nos ponemos muy exigentes y concretos, en mi humilde opinión, el único error ideologicista (de anteponer y/o deformar principios ideológicos a lo que dice la evidencia) ha sido la propuesta y la insistencia de algunos en la liberación de las patentes de las vacunas. Ya discutimos anteriormente (aquí, aquí , aquí y aquí)  que es una propuesta legítima pero de nula utilidad para producir más vacunas en los próximos años (de hecho, algunas de esas mismas voces ya han empezado a pasar del “liberar patentes” al “asegurar la transferencia tecnológica”).

Pero, volviendo a lo central en lo ideologicista, es importante señalar que no ha habido nada más preocupante. De hecho, sabiendo de la pluralidad que compone estos espacios en los distintos países, uno podía pensar al inicio de la pandemia que cuajaría en algunos pequeños sectores de la izquierda el discurso anti-vacunas (en alguna de sus declinaciones). Pues bien, la realidad es que no ha habido ninguna complicidad con esas voces por parte de ningún ámbito político relevante de las izquierdas plurales. Al contrario, se las ha combatido como nunca en todas partes.

En el caso de las derechas extremas (en todas sus versiones, trumpistas incluídas) vemos algo muy diferente. Su motor ideológico en pandemia y sus ideologicismos se han revolucionado, pivotando sobre dos elementos: vacunas y “libertades”. Un ejemplo más de polarización asimétrica, donde la única que se polariza es la derecha mientras que las izquierdas están en sus posiciones templadas de siempre. En cuanto a las vacunas -con diferentes intensidades- han coqueteado (o empujado, o acompañado, o comprendido, o aceptado, o tolerado) los discursos anti-vacunas, por razones que explicamos aquí y que resumidamente tienen que ver con asumir ser paraguas de lo esotérico, con el anti-cientificismo, con la voluntad de destrucción del consenso científico-técnico-social, y con la búsqueda de polarización, disenso y confrontación social. Y, en segundo lugar, han promovido una visión del concepto libertad basado en la “libertad de hacer cada uno lo que quiera” que pretende romper los consensos sociales más básicos de protección compartida y empujar su distopía de desregulación de las normas progresivas, reposando en una lógica de “todos contra todos” y aprovechando y amplificando el malestar y tensiones sociales a su interés.

Es momento pues, visto lo dicho y hecho, de mantener los cordones sanitarios a la extrema derecha y de normalizar plenamente a la izquierda “a la izquierda de la socialdemocracia” (a falta de tener una mejor etiqueta, llamémosla así) en la gestión gubernamental.

 

5 comentarios en “Ideologicismo y pandemia

  1. Dentro de la alta densidad racionalizadora cabe analizar un hecho fundamental , a saber , que quien gobierna y ordena el conjunto de políticas NO es la extrema extrema derecha ni la extrema extrema izquierda , sino sencillamente EL GOBIERNO orondo y lirondo .
    En esta sexta ola , este gobierno ha hecho dejación de funciones y el resultado es el que es , se quiera o no admitir . Un fiasco inútil , en el que nada de nada tienen que ver los extremos por carecer de capacidad ejecutiva .
    La racionalidad o no es irrelevante porque la opinión no gobierna.

    Así que no , no cuela el ideologismo invertebrado .
    Lo mismo que el inútil ministro de Consumo .
    Ya vale .

  2. Si extremo quiere decir punta, a partir de que porcentaje de votos un partido deja de ser «extrema» y se posiciona como normal dentro del espectro poblacional. Por otro lado siempre he entendido que extremos hay dos. En ese sentido cuales son los partidos de extrema izquierda y que porcentaje del electorado representan?
    Llegara un día, si no ha llegado ya, que cuando se tilde a alguien de franquista va a haber que explicarle lo que es eso.

  3. Me pregunto si los extremos existen en el infinito…no tengo respuesta alguna.
    Quizás es que Mr Mulligan está infinitamente lejos de mi…jeje.

  4. Yo creo que lo que dice el artículo es claro: un extremo juega a la contra y el extremo denostado por la derecha como comunista, anti-sistema, bolivariano y demás, se comporta con responsabilidad en la gestión. Y estoy completamente de acuerdo.

  5. Francia, un ejemplo en contrario de lo que afirman más arriba.

    «
    A diferencia de los partidarios de la izquierda en otros países, como Bernie Sanders en Estados Unidos, la izquierda francesa es dolorosamente tibia en lo que se refiere a este tema. En la primavera boreal pasada, Jean-Luc Mélenchon, líder del movimiento de izquierda La Francia Insumisa (LFI, por sus siglas en francés) en la Asamblea Nacional, respaldó apresuradamente al profesor Didier Raoult,que impulsó de manera tajante el uso de la hidroxicloroquinacomo, una droga contra la malaria, como cura para el covid-19, e incluso sostuvo que él mismo tomaría el medicamento si contrajese la enfermedad. El uso de hidroxicloroquina fue desacreditado con rapidez por la comunidad médica internacional.

    Figuras de la izquierda francesa como Mélenchon y varios funcionarios de La Francia Insumisa han expresado su feroz oposición a la vacunación compulsiva para quienes trabajan en el sector sanitario y están demasiado dispuestos a empatizar con quienes han decidido no vacunarse. Sin embargo, esta cautela (en teoría entendible) deja de lado un punto crucial, que es que vacunarse es la forma más rápida y efectiva de dejar la pandemia atrás. Más aún, esta dilación puede verse como un apoyo al agrupamiento amorfo de quienes se oponen al pasaporte sanitario, que con frecuencia son antivacunas.

    La escalada de la retórica

    Esta oposición al pasaporte sanitario ha dado origen a muchas protestas confusas de la izquierda. Entre las intervenciones de alto perfil en las últimas semanas se incluyeron artículos que reunieron a figuras de la izquierda y la extrema derecha. Por ejemplo, en el diario Libération del 6 de agosto pasado, Sébastien Jumel (Partido Comunista Francés, PCF) y François Ruffin (LFI) se unieron a François-Xavier Bellamy, un parlamentario del Partido Republicano de centroderecha que está involucrado en una organización que se opone al matrimonio entre personas del mismo sexo, La Manif Pour Tous (La Manifestación para Todos, como respuesta al »matrimonio para todos»).

    También ha habido planteos apocalípticos demagógicos por parte de intelectuales de izquierda (por ejemplo, un artículo de Jean-Francois Bayart en la revista Mediapart el 20 de julio); declaraciones alarmantes y confusas con un sesgo hacia las teorías conspirativas (como un artículo de Barbara Stiegler en el sitio Reporterre el 31 de julio); un desplazamiento hacia rabiosas posturas antivacunas y anticiencia de la extrema derecha (por ejemplo, Laurent Mucchielli, un académico que ha mudado su columna de Mediapart a France Soir, una publicación que se ha convertido en un medio que apoya las opiniones de teóricos conspirativos); y, en general, una escalada de la retórica que se extiende ad nauseam sobre el supuesto establecimiento de una «dictadura» o un «apartheid sanitario».

    ¿En qué clase de lío sin sentido se ha metido la izquierda francesa cuando los líderes de la Asociación por una Tasa a las Transacciones Financieras y por la Acción Ciudadana (ATTAC), la Fundación Copérnico, LFI y el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) se unen para apoyar las manifestaciones y escriben en Libération el 22 de julio acerca de una «sociedad de control total»?

    Es aún más peligrosa la creencia en algunos círculos de izquierda de que las manifestaciones contra el pasaporte sanitario son señal de un movimiento social importante en favor de las libertades públicas. En verdad, Mélenchon ha descripto estas manifestaciones como revoluciones ciudadanas que se han registrado en todo el mundo. Este concepto erróneo no se basa en ningún dato o investigación de campo específicos y es sin embargo comunmente expuesto en las redes sociales y en ciertos medios de comunicación de izquierda. ( … )

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