La vida sin ETA

Carlos Hidalgo

ETA no acabó la semana pasada, realmente acabó en 2011, acosada policialmente y en los juzgados, infiltrada de arriba a abajo, descoordinada, dispersa y casi sin apoyo social. Los atentados del 11-S, del 11-M, la propia existencia de Al Qaeda hicieron a ETA aún más intolerable. Hacia fuera y hacia adentro.Que la noticia de su autodisolución haya pasado relativamente desapercibida es algo bueno. La disolución de ETA no es más que un intento de ellos mismos de tratar de reescribir su final, con un patético comunicado final en el que siguen encantados de conocerse y mezclan tópicos que les suenan izquierdistas, pronunciados con una pomposa solemnidad que no hace olvidar que sus propios cachorros les han robado la mitad de sus pistolas y no se las quieren devolver. En su acto solemne, ETA no pudo entregar todas sus armas porque parte de su propia gente se las ha robado.

El País Vasco y Navarra ya llevan un tiempo considerable funcionando sin esa panda de asesinos. Persisten aún ciertos tics, como la chulería de la izquierda abertzale en algunos pueblos, una cultura del odio al otro que sigue sin estar muy mal vista por el PNV y usos y costumbres de personas que han disfrutado toda su vida de vivir como matones y que ahora no quieren integrarse en una sociedad a la que están acostumbrados a depredar.

Lamentablemente  el gobierno del Partido Popular también hace olvidar una de las mejores lecciones que se terminaron aprendiendo con nuestra lacra terrorista: que se puede combatir y vencer al terrorismo sin poner al país en estado de excepción y sin leyes como la “Patriot Act”. ETA buscaba una dinámica de acción-reacción-represión para desestabilizar a la democracia española y se les ha vencido sin terminar cayendo en su juego, pese a episodios lamentables como el del GAL.

No deja de resultar paradójico que una vez desaparecido el terrorismo etarra, el PP aprobase y mantuviera la llamada “Ley Mordaza” y la prisión permanente revisable. Se quieren poner en práctica medidas que se sabe que no funcionaron en su momento para protegerse de los terroristas etarras.

Hay gente que se pregunta cómo será la vida sin la presencia de la banda terrorista, pero la respuesta ya existe: en realidad llevamos 7 años sin ellos. La vida sin ETA es la realidad de los últimos años. Ahora las amenazas terroristas se inclinan más por pretender llevar a cabo guerras de religión que por pretender la liberación de una etnia o pueblo al que se supone bajo un inexistente régimen colonial.

Y la amenaza a la integridad de España ya no está vinculada a una banda armada, sino a las insensateces del nacionalismo catalán burgués. Cuando Jaime Mayor Oreja, que parece haber perdido el juicio, dice que lo que pasa en Cataluña es “el proyecto de ETA”, sabe que mezcla churras con merinas, dado que, pese a las ilegalidades, pese a la tensión, pese a las manifestaciones, los nacionalistas catalanes no ponen bombas ni pegan tiros en la nuca.

La vida sin ETA es darse cuenta de que Mayor Oreja nunca tuvo razón y de que José Luis Rodríguez Zapatero, Alfredo Pérez Rubalcaba, Jesús Eguiguren y Patxi López, sí. Aunque nadie se retractará de las vilezas que les dedicó y parece que a su propio partido le incomoda recordarles, pese a su papel decisivo en acabar con la banda.

Aún nos queda tiempo para sacar las lecciones de todo esto, pero hay una cuantas cosas que son un logro común: no nos dejamos aterrorizar por los terroristas, no vivimos una involución democrática y no señalamos a todos los Vascos. Con el paso del tiempo la gente no sólo aprendió a no ceder, sino a no tener miedo.

Pero la vida sin ETA ha de ser, sobre todo, recuerdo. Recuerdo a las víctimas; a quienes murieron, a sus familias. A quienes la banda les robó la vida, sus miembros, sus mejores años, sus amistades, su salud. 829 muertos, más de 6.000 heridos, 59 años.

Hasta nunca, ETA.

Un comentario en «La vida sin ETA»

  1. Jesús Eguiguren tuvo enormes discrepancias con Rubalcaba debido a que sus evidentes limitaciones intelectuales añadía una manera oportunista de enredar con todo el mundo de la “ izquierda abertzale ” aportando al famoso proceso de normalización política lo mismo que el encargado de alimentar a los tigres y leones de un circo puede aportar al maravilloso mundo de la zoología.

    Rubalcaba y Eguiguren pusieron de manifiesto más de una vez sus profundas discrepancias sobre el cambio de actitud de la izquierda ‘abertzale’ ante la violencia. Mientras el exministro de Interior aseguraba que la antigua Batasuna fue “obligada” a este cambio por la actuación policial contra ETA y la presión de la Ley de Partidos (nunca ha habido una “autocrítica sincera” de su pasado, constataba ), el expresidente del PSE afirmaba que “el dejar de apoyar el terrorismo fue un cálculo político de Batasuna” y Rubalcaba respondía : «Batasuna no tenía más remedio. A ETA la convenció la Guardia Civil, la Policía Nacional y la Policía francesa que les detuvo a todos”.

    Una derrota militar , contundente e inapelable , fruto del mucho esfuerzo , sacrificio y medios materiales, humanos y diplomáticos que se emplearon.
    A ETA no le derrotó el pueblo vasco, como no se cansan de repetir los majaderos circulantes , desde la tóxica iglesia hasta un PNV siempre ambiguo y montaraz , sino el Estado.

    Hay dos cosas en este artículo que lo deslucen al no guardar las debidas proporciones : el GAL y la ley Mordaza ; en el segundo caso se menciona a sus autores , pese a ser un asunto menor comparado con el primero , de quienes nada se nos dice.

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