Millán GómezÂ
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Este miércoles el Pleno de la Sala Tercera del Tribunal Supremo anunció que no existe la posibilidad de objetar la asignatura “Educación para la CiudadanÃa y los Derechos Humanosâ€. Además, esta decisión se tomó con un consenso amplio, lo que refuerza la legitimidad de esta postura puesto que veintidós votos eran contrarios a la objeción por siete que se mostraban favorables. El Supremo considera que esta materia no afecta ni impide el derecho de los padres a educar a sus hijos en la educación moral que consideren pertinente. Por lo tanto, el supuesto adoctrinamiento que criticaba la Conferencia Episcopal, el Partido Popular (PP) y sus organizaciones afines queda en agua de borrajas.
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Como se preveÃa, esta decisión no ha sentado nada bien en el seno del PP. AsÃ, el principal partido de la oposición ha rechazado la sentencia del Tribunal Supremo y mantiene su posición contraria a la asignatura. Es más, han anunciado que recurrirán la medida ante el Tribunal Constitucional y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, esperando que la resolución definitiva se dé a conocer en un mes aproximadamente. En un Estado de Derecho las leyes están para cumplirse, te gusten o no, pero el PP hace oÃdos sordos en lo que representa una falta de respeto a la Justicia española y las Instituciones de este paÃs. El PP alentó el incumplimiento de una Ley donde los mayores perjudicados han sido los alumnos que no han asistido a clase excusándose en una supuesta objeción. En vez de seguir erre que erre con su postura intransigente ante esta decisión del Tribunal Supremo, lo que se esperaba de los polÃticos del PP, si es que tienen un mÃnimo sentido de Estado, era que ofrecieran una rueda de prensa y se dirigiesen a la opinión pública para respetar la postura del Tribunal Supremo y cancelar el boicot a una asignatura que se imparte en dieciséis paÃses de la Unión Europea. Tienen que reconocer que han perdido, el Supremo no les ha dado la razón.
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 El objetivo de “Educación para la CiudadanÃa y los Derechos Humanos†es defender, fomentar y enseñar unos mÃnimos valores democráticos que han permitido a este paÃs crecer desde la Transición en lo que es, sin ningún género de dudas, el mejor perÃodo de la historia de nuestro paÃs. En una sociedad democrática es fundamental que los alumnos aprendan a respetar los Derechos Humanos, la Constitución y entender que democracia significa respetar al otro de un modo civilizado, sea su opinión mayoritaria o minoritaria. En la democracia se necesita a los otros porque no existen las verdades absolutas y la verdad de uno mismo no es más que la del otro. Desde este principio básico deberÃamos regir nuestra convivencia civilizada. Además, en este contexto es absolutamente prioritario respetar nuestras Instituciones y el Estado de Derecho, cuestión que ha sido enormemente vilipendiada por la derecha española.
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 Ante esta medida lo prioritario es pensar en el futuro de los estudiantes, algunos de los cuales han perdido clase de una materia obligatoria que ahora deberán recuperar a marchas forzadas por la irresponsabilidad de un partido que piensa más en desgastar al Gobierno que en proponer medidas que mejoren la vida de los españoles. Recurrir es perfectamente legÃtimo, por supuesto, pero es necesario tener la altura de miras suficiente para no seguir perjudicando a los alumnos y pedirles fehacientemente que vuelvan a las aulas porque su futuro es más importante que las obsesiones de ciertos sectores sociales de este paÃs.
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Lo que ustedes piensan de Rosa DÃez y de nuestro partido ya lo sabemos, pero carece absolutamente de importancia. La gente ya está harta de que les tomen el pelo y empiezan a mirarnos con algo más que simpatÃa.
No es pensar de, senerva, es hacer un recorrido sobre su historial que, por cierto, conocemos desde bastante antes que usted, presumo.
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Ahora resulta que ya no entra al juego, que «pasa». Que le agoto. Confieso que ya su extrañÃsimo post de la madrugada del viernes me habÃa dejado preocupado. Ese que empezaba también aludiendo a su «agotamiento» :
«Me agota el tema cuando se trata de lo accesorio, Barañain. Para usted el último duro, que decÃan en la bolsa.»
Y luego se lanzaba a una delirante confesión de cómo se habÃa puesto a contabilizar el número de palabras (¡?) de un comentario televisivo de Gabilondo al que yo habÃa aludido en un post previo:
«Efectivamente las 38 palabras últimas de Gabilondo demuestran que yo he mentido al afirmar que el comentario del vasco era sobre el auto y la polÃtica exterior española en Israel, aunque en este tema sólo haya empleado 201, de un total de 239 que suman el comentario en Cuatro.»
Que fuera Usted capaz de deducir eso de mi esforzado post (en el que trataba de resituarle en los términos de la polémica que llevabamos ya que le veÃa descarrilando y, lo que es peor, haciendo perderse a quien tuviera la paciencia de seguirnos) me hizo pensar que, efectivamente, era vÃctima de algún peligroso agotamiento…mental.
Pese a haberme entregado la otra noche la perra gorda o algo asà (poco elegante forma de ningunear al contrario en una discusión que se pretende educada) hoy volvÃa, con ánimos renovados (quizás recuperado ya del agotamiento) y, nuevamente, a la primera (y única) objeción a su reproducción de cierto artÃculo, simplemente porque «escondÃa» algún elemento a mi juicio sustancial, vuelve a la descalificación personal. No sé si será por carencia de argumentos o que se trata -como suele decirse-, de una «mandÃbula de cristal» pero francamente, responder a base de «las tonterÃas que llevas escritas desde el campo del derecho» (¡Virgen del tremedal! ¡jamás en mi vida he escrito nada desde semejante campo!), «no tienes ni idea», «experto en salvar la cara a los criminales contra la humanidad», etc.. dice mucho más de su actitud mental para el debate que del destinatario de sus invectivas.
No he incluÃdo en la lista de carñosas muestras de afecto y reconocimiento eso de «converso de última generación», porque no sé muy bién a qué generación se refiere (y me temo que Usted tampoco, que no me conoce de nada, sepa de qué está hablando) y porque, bien mirado, suena algo rejuvenecedor.
Y encima, concluye su última «pedrada» con lo del tiempo que ha perdido conmigo («desde el minuto uno») pensando equivocadamente que a mà me interesaba realmente tratar el asunto con rigor: ¡Qué decepción, en lugar de un tipo riguroso, ha ido a dar con un zascandil ignorante! ¡Cuánto lo siento, no era mi intención decepcionarle de esa manera! Casi preferÃa eso de los «juicios de intenciones» o mi «previsibilidad» como «vocero»o «propagandista» al servicio de las fechorÃas del Gobierno de Israel.
Como en ningún momento de las discusiones que aquà hemos tenido, al menos hasta ahora, creo he faltado al respeto a nadie (bueno, sÃ, a algún que otro troll, lo reconozco), y he procurado siempre evitar la descalificación personal, evitaré romper esa trayectoria y escribir ahora qué es lo que realmente me sugieren las posiciones que Usted mantiene.
En cualquier caso, qué quiere que le diga, seguiré exponiendo lo que pienso. Sobre los conflictos y asuntos varios objeto de debate, como este de Oriente Medio y muy particularmente sobre el tratamiento de la prensa. ¿Por qué? Basicamente, porque me da la gana. No pretendo que comparta mi interés y tampoco es obligado entrar al trapo y discutir de todo. No venimos aquà a pasar mal rato ¿no?.
Y sobre todo, no se me agote más, por Dios, que me va crear mala conciencia. Y descanse. Buenas noches.
Si alguien duda de la claridad de Barañain,es que no sabe leer.