¿Qué Europa nos espera?

Carlos Hidalgo

Con las recientes elecciones al Parlamento Europeo toca reconfigurar las instituciones europeas de acuerdo a lo que la voluntad popular de los países miembros ha expresado con sus votos. Todo el mundo parece coincidir en que, aunque la extrema derecha europea ha subido en representación, la gran coalición de socialdemócratas y populares europeos podrá reeditar sus acuerdos. Y puede que esta vez España pueda tener más influencia en la próxima Comisión Europea, que parece que va a volver a ser presidida por Ursula Von Der Leyen.

Sin embargo es preocupante que la influencia de la extrema derecha ya se deje notar en algunas cosas en las que Europa ha tenido que recular, como cesiones en temas agrícolas y medioambientales, que nos retrasarán un poco como ejemplo mundial de que el desarrollo económico y el medioambiente no están reñidos.

El decepcionante presidente de Colombia, Gustavo Petro, tuiteó que Europa estaba dejando de ser un faro de la democracia y que los avances de la ultraderecha se debían a que las políticas sociales europeas tenían “anestesiada” a la ciudadanía de la Unión. No diré el adjetivo que se me ocurre para Petro, pero sí que diré que su orgullo por ser un país sin estado de bienestar dice muy poco de él y de su acción de Gobierno.

Europa es un ejemplo a seguir para gran cantidad de cosas y, pese al retroceso de las democracias en el mundo, algo que no pasaba desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, la Unión Europea es la prueba viviente de que la colaboración y no la competencia es garante de prosperidad, de una mayor libertad y de un nivel de vida que ni siquiera está al alcance de una mayoría de ciudadanos de las mayores potencias mundiales. Y eso despierta tantas envidias a lo largo y ancho del Globo que hay mucha gente deseando que fracasemos. Desde Petro, que no entiende absolutamente nada, a Vladimir Putin, que tiene frontera con nosotros y sabe que nuestra prosperidad, nuestro bienestar y nuestras libertades amenazan su régimen.

No sé cuáles serán los planes de la próxima Comisión, ni cómo legislará el Parlamento Europeo, pero deberían ponerse a defender de manera activa nuestra democracia y la unión entre nuestros pueblos. Con China buscando maneras de desviar la atención de sus crecientes problemas económicos y sociales internos, con Rusia dándolo todo para minar nuestros intereses y nuestras instituciones, y con unos Estados Unidos en los que es posible que su gobierno caiga nuevamente en manos de un narcisista maligno y aspirante a dictador, la Unión, esto es, nosotros, vamos a tener una terrible escasez de aliados y puede que nos veamos forzados a desempeñar un papel en el mundo para el que no nos hemos querido preparar.

El Brexit ha sido el contundente ejemplo de a lo que conduce una política nacionalista y salir de la UE. El Reino Unido ha caído tan en picado que sus indicadores económicos hacen prever que en menos de una década van a parecerse más a Polonia que a la potencia imperial que una vez creyeron ser mientras hacían feos a los demás en Bruselas. Los llamados “Euroescépticos” son muy conscientes de ello y aunque han ganado poder en estas elecciones, se van a querer cuidar mucho de parecerse a Viktor Orban o a Boris Johnson.

Tal vez sea el momento de aprovechar eso para crear una Europa más solidaria, más unida y menos ceñuda que la gestionó la crisis de 2008. Porque ahí se sembró lo que estamos recogiendo ahora.

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