Carlos Hidalgo
Cuando terminó el reinado del faraón Akenatón, sobre el 1335 antes de Cristo, los faraones siguientes se encargaron de borrarle de todos los registros. Su gran crimen, por lo que parece, fue decretar el fin del politeísmo del antiguo Egipto y establecer el culto a un único dios, llamado Atón. El caso es que su tumba se ocultó, se borraron sus registros y no se le volvió a mencionar, por lo que fue tardíamente descubierto por los historiadores y arqueólogos. Y su sarcófago definitivo, casi anónimo, se ha descubierto hace poco.
Ayer hizo un año del descuartizamiento público de Pablo Casado por parte de su propio partido y El País ha publicado una excelente reconstrucción de los hechos hecha por parte de Javier Casqueiro. En ella se puede ver cómo los que ahora han son Feijóoistas de toda la vida aplaudían fervorosamente a Casado cuando este denunciaba la vinculación del hermano de Ayuso con los contratos millonarios de mascarillas.
De mucha vergüenza ver los mensajes del grupo de whatsapp, que recuerdan demasiado a los comentarios en una intranet corporativa a las virtudes del gerente de turno. Es como un episodio de “The Office” pero ambientado en una sucursal de BBVA.
Y más vergüenza da ver cómo Martínez Almeida, el incompetente alcalde de Madrid, pasó de suplicar a Casado mano dura contra Ayuso, a esconderse debajo de una piedra cuando tocaba apoyar al jefe y las cosas no se veían claras, a peregrinar por los medios de derechas, humillándose públicamente para que Ayuso le perdonara la vida. De nuevo el Alcalde de Madrid demuestra actitudes cobardes y escaso respeto por los principios que luego pregona seguir.
Todos sabemos cómo acabó la historia. Un PP descontento con Casado y con García Ejea aprovechó a Ayuso para cambiar el liderazgo del partido y ahora está en manos de a quien usaron para ese mismo cambio.
Decía Maquiavelo en “El Príncipe” que no has de usar nunca a muchos mercenarios en las guerras, porque se percatarían de la debilidad de tu propio ejército y del tamaño de tu fortuna, por lo que, una vez ganada la guerra, esos mismos mercenarios decidirían quedarse con tu cofre del tesoro en lugar de esperar a recibir sólo una parte. Pues ahora Ayuso no se conforma con una parte del tesoro y con volver a su cuartel, sino que tiene al príncipe Feijóo como rehén y espera a su momento para ver si decide quedarse con el principado.
Casado, un año después, no es recordado, no se le han dado las gracias, no es reivindicado y todo el PP se comporta como si jamás hubiera existido. Como con Akenatón, pero con el pobre faraón todavía vivo. Y Casado, atemorizado aún por quienes le mataron políticamente, rehúye las entrevistas, reniega de la política y no quiere comentar nada de nada.
Para mí Casado nunca fue un buen candidato, sino que fue la apuesta de los cuadros medios del partido, que temían a Soraya Sáenz de Santamaría. Recordemos que fue la exvicepresidenta quien ganó en el voto de la militancia y que Casado fue elegido por el voto “corrector” de los delegados. Esto es, del aparato de su partido. Y ese mismo aparato no dudó en triturarle. Del mismo modo que los sacerdotes del politeísmo sacaron a Akenatón de su tumba y le metieron en un sarcófago de mujer al que habían borrado previamente las señales que le pudieran identificar.
Louis Renault es el capitán de la gendarmería francesa en la película Casablanca. El policía, corrupto, cínico y simpático protagoniza una de las escenas más fascinantes de la historia del cine. Obligado por los nazis –en la zona colaboracionista en la II Guerra Mundial– a cerrar el Rick’s café, Renault ordena: «Salgan todos de aquí» «¿Con qué derecho me cierra el local?», responde el propietario, interpretado por Humphrey Bogart. «¡Es un escándalo! ¡He descubierto que aquí se juega!», asegura el militar. «Sus ganancias, señor», dice entonces el croupier, mientras le entrega un fajo de billetes, la comisión por permitir el juego. «Muchas gracias. ¡Todo el mundo fuera!», concluye Renault quien, al final de la película anuncia el principio de una larga amistad con Bogart.
Algo parecido hace Carlos Hidalgo ( solo su aparente escándalo ) con los asuntos del PP de Madrid
Veamos :
Las tres traiciones de Pedro Sánchez
Domingo, 7 abril 2019
El Mundo
BERNARDO DÍAZ
« Íbamos hacia Huesca, conducía mi mujer y yo cogí el teléfono. Tenía que responder en un día. Esa noche lo pensamos y le dije a Begoña: si entro, que sea para montarla. Si vuelvo, que sea para hacer algo grande». En noviembre de 2012, Pedro Sánchez toma una decisión crucial para su vida, para el devenir del PSOE y para la historia de España. En una noche de intenso debate con su mujer en el Pirineo aragonés, el entonces profesor asociado de la Universidad Camilo José Cela acepta la invitación del PSOE de Alfredo Pérez Rubalcaba para volver al Congreso de los Diputados a ocupar el escaño de Cristina Narbona, que se incorpora al Consejo de Seguridad Nuclear.
Sánchez se había quedado fuera del Parlamento en las elecciones de noviembre de 2011 y fuera de la Ejecutiva de Rubalcaba en febrero de 2012. Tras años de trabajo para labrarse una carrera política estaba en la calle. Con 39 años y una familia, se ve forzado a abrirse camino como profesor universitario y como consultor. Una vez que ha superado la decepción personal y ha empezado a reencauzar su vida laboral, el teléfono de Ferraz aparece en la pantalla de su móvil cuando se dirige a Huesca. Su mujer, Begoña Gómez, conducía mientras le hacen una propuesta a la que debe contestar en 24 horas: volver al Congreso o abandonar la política para siempre.
«Ese mismo día decidí prepararme para competir en las primarias», explicaría luego en una entrevista con EL MUNDO el hoy presidente del Gobierno, que sitúa en ese momento un punto de inflexión en su vida. Dejaría de ser el patito feo del «trío de los altos», como los llamaba la mujer de Rubalcaba: Óscar López, Antonio Hernando y Pedro Sánchez, el menos valorado por sus jefes, el tercero siempre en todo, el que siempre se quedaba fuera. En esa noche decisiva para su futuro, en consenso con su mujer, Sánchez toma la determinación de ir a por todas y de convertirse en presidente del Gobierno cueste lo que cueste. Comienza así una vertiginosa carrera hacia el poder marcada por tres grandes traiciones.
A su vuelta al Congreso de los Diputados, un nuevo Pedro Sánchez recibe el encargo de Ferraz de ser el relator económico de la Conferencia Política del partido. Con el objetivo de ofrecer una imagen de renovación del PSOE, inmerso en su travesía por el desierto tras la marcha de José Luis Rodríguez Zapatero, Sánchez pone rostro a un trabajo que había escrito el ex ministro Valeriano Gómez. Con ese mandato, el socialista empieza a recorrer España para dar a conocer ese programa por todas las agrupaciones del PSOE. En secreto, aprovecha esos viajes para poner en marcha su plan oculto: tejer una serie de apoyos internos para postularse como candidato.
En esos viajes por España, Sánchez configura un grupo pequeño de personas de su confianza que se tratan a través de WhatsApp, muchos de ellos sin ni siquiera conocerse. Esas maniobras molestan a los barones territoriales del PSOE, que habían quedado con Rubalcaba en que nadie se movería todavía de cara a su sucesión.
La campaña secreta de Pedro Sánchez genera un incendio en Ferraz que el secretario general del partido se ve obligado a afrontar. «Nos tienes a todos sujetos mientras un chico tuyo se está postulando por las agrupaciones», le reprochan los barones, que amenazan con desestabilizar la frágil paz interna previa a la batalla por el poder en la sucesión de Rubalcaba.
Ferraz se ve obligado a intervenir y lo hace a través de su secretario de Organización, Óscar López, amigo personal de Sánchez, que se encarga de soltarle una buena bronca y de reprocharle la deslealtad que supone utilizar el ofrecimiento de Rubalcaba en beneficio propio. Cuando meses después Sánchez se haga con el poder en el partido, castigará durante un año a López por esa reprimenda.
LA ‘BARONESA’
La segunda gran traición de Sánchez en su carrera hacia el poder la sufre Susana Díaz. Es la baronesa andaluza quien decide auparle a la Secretaría General del PSOE para frenar la candidatura de Eduardo Madina a cambio de una única condición: la posibilidad de que ella sea la candidata a la presidencia del Gobierno en las elecciones generales de 2015. Alentada por José Bono y Antonio Hernando, Díaz concierta un encuentro con Sánchez, José Luis Rodríguez Zapatero, Tomás Gómez y Ximo Puig en un hotel madrileño en el que deciden apostar por él como secretario general temporal, de forma interina, hasta que ella esté en las mejores condiciones para dar el salto a Madrid.
Pedro Sánchez siempre ha negado que aceptara ese acuerdo en esa reunión, la última vez en sus memorias: «En contra de lo que se ha contado, yo mantengo entonces distintas conversaciones, entre ellas con la propia Susana, en las que dejo claro que, en mi visión, el liderazgo orgánico va unido a la candidatura a presidente del Gobierno. Por tanto, puesto que ella decide no presentarse, no habría tenido sentido que hubiéramos pactado -como se ha dicho- que ella iba a ser la candidata a presidenta del Gobierno posteriormente. La obligación que ella tenía con Andalucía no se extinguiría en un año: si en 2014 no podía hacerlo, en 2015 tampoco. Susana no se presentó en aquel momento por su razonable compromiso con Andalucía, no por ningún pacto conmigo. Ni yo me comprometí a no presentarme a las primarias, ni ese pacto hubiera tenido sentido. Se ha explicado así, pero nunca ocurrió así. Las cosas en política tienen sus tiempos y su lógica: sencillamente no era su momento. Aun así, utilizó su influencia y la del socialismo andaluz para apoyar mi candidatura», asegura Sánchez en Manual de Resistencia.
CALENTAR LA SILLA
Pero su tesis no sólo choca con la versión del resto de asistentes a ese cónclave, sino también con la realidad de que él no fue el primero en recibir esa oferta. Antes que al diputado madrileño, Susana Díaz le había ofrecido que le «calentara la silla» a Patxi López, que rechazó la componenda. Sánchez sí la aceptó y luego incumplió ese pacto secreto cerrando el paso a cualquier posibilidad de que la baronesa andaluza fuera la candidata a presidenta del Gobierno y cumpliendo él ese objetivo.
El tercer gran damnificado por la falta de palabra de Pedro Sánchez fue Mariano Rajoy. Durante la negociación de la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña entre el Gobierno del PP y el PSOE, el entonces presidente del Gobierno y el líder de la oposición consiguieron entablar una relación de confianza política que hasta entonces había sido imposible entre ellos. En esas tardes de complicidad y confidencias en la Moncloa, Pedro Sánchez le aseguró a Mariano Rajoy que no presentaría una moción de censura apoyado en los grupos independentistas catalanes.
«Pedro ha cambiado, es otro Pedro», explicó a su equipo un entonces satisfecho Rajoy, que aspiraba a continuar esa colaboración entre los dos grandes partidos durante la legislatura y que incluso alababa al líder socialista en público por su recién adquirida altura institucional tras los serios desencuentros que habían mantenido desde su elección como secretario general tres años antes.
Cuando el 24 de mayo de 2018 sale a la luz la sentencia del caso Gürtel y el PSOE guarda silencio durante horas, Rajoy se ve venir la operación y su confianza en Pedro Sánchez se empieza a desmoronar. Tras abandonar la vida pública después de la moción de censura, Rajoy asegura en su entorno que no quiere volver a estrecharle la mano a Pedro Sánchez nunca más.
Con su llegada a la presidencia del Gobierno el 2 de junio de 2018, Pedro Sánchez culminaba una serie de amenazas que pronunció con lágrimas en los ojos el 29 de octubre de 2016, el único día que se la he visto emocionado en público. Contenido y frío, a Pedro Sánchez sólo se le ha escapado el control de sus emociones cuando anunció que dimitía como diputado para no tener que abstenerse en la investidura de Mariano Rajoy, como había decretado la Gestora del PSOE tras su derribo como secretario general.
«Hoy el señor Rajoy será investido presidente. Y desde la discrepancia profunda hacia lo que representa, le deseo suerte y acierto en su labor como jefe del Ejecutivo. Porque su suerte y su acierto serían buenos para el conjunto de los españoles y españolas. Sin embargo, los hechos no le avalan. Ni su acción de gobierno en el pasado y su empecinamiento en no asumir ningún tipo de responsabilidad política por los casos de corrupción que le afectan en primera persona, ni su intención expresada estos días durante el debate de investidura de continuar con sus políticas y de no abordar las reformas que necesita nuestro país. España necesita una alternativa creíble a las políticas del Partido Popular. En eso he venido trabajando en estos escasos dos años y en ello seguiré trabajando desde ahora mismo», anuncia en la sala de prensa del Congreso dejando atrás las lágrimas para lanzar una mirada de claro desafío y rabia.
«QUEREMOS VOTAR»
«Finalmente, tras la investidura de Mariano Rajoy, expira el mandato de la Gestora. Hoy se facilita la presidencia de Mariano Rajoy y el lunes la Gestora deberá poner fecha, hora y lugar para la celebración del congreso. Los socialistas queremos votar. Repito: los socialistas queremos votar. Y como militante de base que paso a ser dedicaré a partir del lunes todo mi esfuerzo a defender el derecho a votar de toda la militancia para corregir el equivocado rumbo en el que la Gestora ha metido al PSOE. Mi compromiso con los afiliados y los votantes socialistas continúa intacto. Mi compromiso con el PSOE es, si cabe, hoy, aún mayor. Porque las dificultades nunca han sido para mí una excusa para no continuar por la senda de nuestros ideales», asegura mirando fijamente a las cámaras.
Apenas un año después, eran Susana Díaz y Mariano Rajoy los que lloraban. Pedro Sánchez consiguió ganarle las primarias del PSOE a su enemiga, que enfrascada en esa contienda interna puso en peligro y perdió después el Gobierno de Andalucía. El ímpetu y la osadía del dirigente socialista también terminó desalojando a Mariano Rajoy no sólo del Gobierno, sino también de la vida pública y de su partido, que hoy día borra sin pudor cualquier resto interno del marianismo.
«Instinto de poder» (La Esfera de Los Libros), de la periodista Carmen Torres, a la venta este miércoles 10 de marzo.
La renovación del PP es paralela a la del PSOE de Pedro Sánchez, que ha eliminado sin disimulos cualquier posibilidad de disidencia interna en los órganos del partido y en las listas electorales. Todos los que apoyaron a Susana Díaz en las primarias frente a Sánchez se han quedado fuera de las instituciones, desde José Blanco, que le brindó su primera oportunidad en Ferraz como asistente en la Secretaría de Economía, hasta Elena Valenciano, que le daba consuelo y le hacía algunos encargos profesionales cuando se quedó en el paro en 2011.
En fin , son solo negocios ¿ o tal vez quería hablar de moral el articulista de Debate Callejero ?
Dicen por ahí que del Akenatón monoteísta nace el judaísmo. Pero vaya usted a saber, si así fuera luego viene el cristianismo y tantas cosas. Espero que no podamos continuar con la metáfora de ese Casado del que usted me habla.
Mulligan, quién es el jefe de gabinete de Sánchez en Moncloa? Y el jefe adjunto?
Lo que dice Carlos Hidalgo es que tiene tela decirle a Casado que le apoyas a muerte contra Ayuso y a las 48h apoyar su salida sin ambages. Está de acuerdo? Qué tiene que ver Pedro Sánchez?
No, pero me he debido de expresar muy mal .El problema general para que un ser como Sanchez sea Presidente de Gobierno apoyado por la extrema izquierda y los nacionalistas periféricos , es que su rencorosa base ( « ahora nos toca a nosotros » ) aspiracional se ha visto elevada , como en el drama de Lope de Vega , “ El mejor alcalde , El Rey ”.
Una base ignorante y refractaria a las buenas maneras de la democracia interna que no duda en sacrificar sus instrumentos de control intermedios para otorgar todo el poder al autócrata .
El PP siempre ha sido fiel a sus orígenes , un partido presidencialista.
El PSOE , no .