Aboliciones doctrinales

Arthur Mulligan

Los engendros jurídicos de especial complejidad disponen para este gobierno de la misma función que el uso de laxantes para evacuar las sustancias de deshecho de nuestro cuerpo. *https://rtvc.es/el-psoe-presenta-una-propuesta-de-ley-de-abolicion-de-la-prostitucion/#

Abolir significa “suspender o dejar sin vigor una ley o una costumbre mediante una disposición legal”. Por ello, la segunda acepción es más difícil de admitir, porque si bien se puede prohibir una costumbre bien anclada en el tiempo, el hecho de que aparezca en un texto no causa su desaparición por sí sola, y pasa a ocultarse en los márgenes de la aplicación de la ley, justamente allí en donde ésta no consigue alcanzarla.

La prostitución «abolida» no desaparecerá. Se volverá más y más marginal. Las condiciones en las que viven las personas que la ejercen serán peores. Las conciencias de quienes aprueben algo así podrán estar tranquilas. Los mismos inquisidores que enviaban a la hoguera a los declarados herejes, quemaban sus cuerpos con la benemérita intención de salvar sus almas que son, como todo el mundo sabe, lo verdaderamente importante.

Las propuestas políticas, todas ellas, deben demostrar un mínimo de respeto por las libertades individuales, no invadir abusiva y desproporcionadamente el ámbito de la esfera privada y deben, también, superar un requisito mínimo de factibilidad. Si, por razones materiales o financieras son irrealizables, deben ser rechazadas desde su mismo planteamiento, por muy deseables que a alguien le pudieran parecer, conforme, claro está, a sus propios ideales.

Cualquier pretensión ideal que haya de imponerse por la mera fuerza, no es democrática y está destinada al fracaso, máxime si ni siquiera cuenta con la fuerza necesaria para imponerse, como a todas luces es el caso. Esto lo debe saber bien Carmen Calvo y cualquier dirigente, no solo socialista, sino de los demás partidos. Lo creo firmemente por respeto al nivel intelectual medio alto que les presupongo.

La prostitución ha tratado de ser “abolida” en numerosas ocasiones, tanto en nuestra historia como en la del resto de la humanidad. Estas inflamadas concepciones morales han ido cambiando a través del tiempo y la cultura, naturalmente. Lo que antaño estaba motivado por el escándalo pecaminoso hoy lo está por un nuevo puritanismo de raíz feminista que incurre también en prejuicios poco realistas.

La proposición presentada plantea, por ejemplo, “sancionar a los hombres que recurran a la prostitución”. ¿Y si quien recurre a la prostitución es una mujer? ¿Y si quien ejerce la prostitución es un hombre? Así, en el discurso dominante, nadie, ninguna mujer, ejerce la prostitución ni es, por tanto, “prostituta”. Sólo se habla de mujeres “prostituidas”, utilización tendenciosa del participio pasivo que impone, lógicamente, la existencia de un tercero que, en este caso, “prostituye” a la mujer. Al parecer, en la cabeza de quien así piensa, no cabe la posibilidad de que una mujer se prostituya a sí misma, dado que, en tal caso ¿dónde quedaría el acto de violencia? ¿habremos de referirnos a una difusa “violencia ambiental” de carácter socioeconómico y cultural que empuja a la mujer al ejercicio voluntario de la prostitución?

Adriana Lastra, vicesecretaria general del PSOE, se ha referido a “una falsa y mal llamada libertad de elección de las mujeres para prostituirse”, pero no ha explicado por qué es falsa, ni por qué está mal llamada. ¿No puede una mujer prostituta ser considerada como plenamente capaz, desde el punto de vista mental, como para decidir por sí misma su conducta?

Los casos de trata, que los hay, son sin duda muy numerosos y deben ser comprendidos como delitos y, como tales, recibir una dura respuesta del Estado de Derecho. La generalización, puramente discursiva, del fenómeno ofende a la inteligencia. No hace falta ser tolerante con el delito de trata para darse cuenta de que no todo es explotación sexual. Ni todas las prostitutas son inmigrantes, claro está.

De la eliminación conceptual de la mera posibilidad de que la prostitución sea una forma de ganarse la vida honradamente, se deriva la consideración marginal y buena parte de la explotación abusiva de estas personas. El simple hecho de su regularización, de su laboralización, por pura responsabilidad política, al margen del sentimiento que a cada cual le pueda producir, implicaría la extensión de la seguridad y de las condiciones laborales mínimas.

Su marginalización, por el contrario, coopera con ciego entusiasmo al negocio de las mafias y a la pervivencia de la esclavitud, como cooperaba la Ley Seca a la corrupción policial y a la mafia norteamericanas. De las consecuencias de una legislación prohibicionista, más allá del erróneo planteamiento conceptual, casi es mejor no insistir. Las propias organizaciones de prostitutas (que existen desde luego) lo han dicho una y otra vez. ¿Por qué no se las escucha y atiende?

Si no se les deja ejercer en un piso o en un club, no tendrán más remedio que hacerlo en la calle. Si se les echa de la calle, irán al extrarradio y terminarán en condiciones cada vez más lamentables. Ellas y ellos. Si se castiga a quien (sin asomo de coacción) les proporcione un lugar donde ejercer y vivir terminarán malviviendo en la calle, para finalmente declarar que todo se habrá hecho con la mejor intención, con los más elevados ideales.

Es la persona, no el ideal, la medida de todas las cosas; es la situación de las personas la que empuja a hacer algo real por remediar la pavorosa situación de prostitutas y prostitutos. Gentes que también enferman, envejecen, necesitan y necesitarán del Estado algo más que aboliciones.

El problema no es que este PSOE se esté equivocando con este arranque de caballo siciliano, en el que más parece defender la plaza de paladín del feminismo auténtico frente a la erosión de los nuevos feminismos Queer y demás, que le comen el terreno del debate social.

El problema es la manifiesta desesperación fanática con la que afronta y provoca la discusión. Como en otros campos cabría decir.

2 comentarios en “Aboliciones doctrinales

  1. Este artículo es una muestra más de que hay hombres que consideran que la libertad de algunas mujeres reside en sus «tragaderas».
    Si esos mismos hombres tuvieran que ejercer la prostitución tal y como la consideran se pasarían todo el día llorando de desesperación.
    ¡¡Misóginos recalcitrantes!!..

  2. El argumento- habitual en el personaje – es estúpido de raíz , como los de Lastra . Una enfermedad del intelecto que podría aplicarse a la minería homófoba , y a las tragaderas del mundo en su real concreción.
    Un esperpento de redoble de tambor , un deseo de oscuridad , el temor de un ocaso , un hablar por hablar de lo que no se conoce , la tristeza de la inanidad. Nada político . Impotencia.

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