Carlos Hidalgo
Hoy voy a dejar un poco de lado la actualidad y voy a confesar mi amor incondicional por una serie de televisión. Pero no de las que se hace hoy en día, sino una cuya edad dorada se produjo antes de que yo naciera. Me refiero a la serie del Teniente Colombo. Ya de preadolescente, cuando empezaron a reponer los episodios en Telecinco, cogí un afecto casi instantáneo por ese detective desastrado, al que una testigo describe como “una cama sin hacer”, pero que era torpe, afable, buena gente y daba la lata incansablemente a criminales estirados, arrogantes y de clase alta.
Los creadores de la serie dicen que se inspiraron en el juez de instrucción Porfirio Petróvich, personaje de “Crimen y Castigo” que da la lata con afabilidad al asesino Raskólnikov, hasta que éste se entrega. Pero Colombo tiene algo más y es que es un funcionario de clase media-baja que, caso tras caso, derriba a gente poderosa que se cree por encima de la ley. El caso es que el particular inspector Colombo, aparte de servirme de cómo ejemplo para muchas cosas, me sirve también de modelo como periodista.
Primero porque Colombo lo comprueba absolutamente todo. Cuando llega a una escena del crimen, el teniente memoriza todo y empieza a comprobar las versiones de todas las personas relacionadas con la escena de autos. Si el sospechoso dice que salió a dar una vuelta en su coche, Colombo trata de contar los kilómetros y confirmar los detalles de la ruta. Si dice que llamó por teléfono, Colombo comprueba la lista de llamadas y si hay huellas en el terminal. Todo. Los periodistas, agobiados por lo general por nuestra falta de recursos y de tiempo, muchas veces no nos paramos a contrastar los hechos de los que se nos informa y más de una vez hemos dejado que los “sospechosos” nos cuelen una verdad a medias o una mentira en forma de nota de prensa.
Después, Colombo no es arrogante. Nunca se le ve tratar mal a nadie. Jamás recurre a su arma (no recuerdo verle empuñar una pistola en ningún episodio), todo lo pide por favor, da siempre las gracias y se deshace en disculpas cuando molesta (que es muy a menudo). Colombo trata con la misma educación y respeto a un niño, a un vendedor de perritos o a un candidato a senador. Aunque es muy consciente de su papel y jamás se aparta un milímetro de su trabajo, no presume de ello. Y jamás se regodea cuando al final captura a los delincuentes. Y me temo que en la prensa -pero no sólo en la prensa- hay un exceso de arrogancia y de personalismo. Los periodistas, famosos o no, deberíamos recordar que trabajamos para nuestra audiencia, en lugar de comportarnos como si el mundo no mereciera nuestros dones. Los bravucones, con placa o con carné de prensa, sobran en general en este mundo.
El teniente pregunta. Y vuelve a preguntar. Y repregunta. No da nada por hecho. Puede que tenga a un sospechoso en mente, pero hasta que no termina de reunir las pruebas, se guarda mucho de prejuzgar. Lo mismo ocurre cuando estás informando de algo. Demasiadas veces se nota que el autor de un reportaje televisivo, de un artículo o el locutor de la radio acomoda los hechos a sus opiniones y no al revés. Este un mal especialmente grave en la actualidad, donde la opinión es la estrella y el opinador suelta más de una vez la desgraciada frase de “no tengo pruebas pero tampoco dudas”. Colombo trabaja para comprobar y desmontar la versión del sospechoso con hechos, no discute con él, ni usa sofismos para quedar por encima en un diálogo.
Se dice a menudo que la fingida torpeza de Colombo es una treta para despistar a sus engreídos sospechosos, pero es también un seguro contra los propios errores. La modestia y la torpeza, aún impostadas, muchas veces dejan que la gente con la que tratamos se muestre tal cual es. Se saca mucho más en una entrevista siendo humilde y amable, que repreguntando de manera agresiva para que el entrevistado se cierre.
Y lo mejor, el humilde y trabajador Colombo es un seguro contra los abusos de los poderosos. Puede hacerlo porque es constante, inteligente e inmune a las presiones. Si hoy en día hubiera más historias de Colombo, estoy seguro de que perseguiría de manera implacable, pero con tremenda bonhomía a los señores feudales de Silicon Valley, a los gestores de fondos de capital riesgo o los demagogos que se crean por encima del resto de los mortales. Ese ha de ser también el papel de una prensa que sea útil a su audiencia y a la sociedad.
El inspector Colombo… qué gran personaje, con cierto parecido al inspector Clouseau, al menos en mi memoria. Cierto es que hoy en día uno parece tonto cuando se cree las normas y actúa en consecuencia. Ayer mismo escuché en la radio un titular sobre un alcalde que amenazaba con ordenar a no se cuantos cazadores disparar sobre los ciclistas que querían atravesar su pueblo sin autorización. El periodista que profundizó en la noticia dijo que le habían enseñado a contrastar la información con ambas partes y pude escuchar al Alcalde y al organizador de la carrera. La cosa no estaba tan clara. El Alcalde parecía ser un tanto exaltado, capaz de decir burradas, pero la razón parecía asistirle, al menos en gran parte. Ninguno de los dos fue capaz de explicar por qué no habían sido capaces de alcanzar un acuerdo o, en su defecto, llamar a la guardia civil para que pusiera orden. Y desde luego quedaba claro que el de la carrera había filtrado el titular, sacado de contexto. Afortunadamente cayó en manos de un buen periodista, interesado más en informar que en alarmar. Todavía quedan.
Hoy en día los periodistas «tiran» mucho de «la hemeroteca» para justificar muchas de sus preguntas ,en un intento de acorralar al sujeto de sus actuaciones periodísticas,como si ese fuera el pilar donde se encuentran las contradicciones,más que nada para adecuacuarlas a sus planteamientos previos.
Pero a diferencia de Colombo,ninguno de ellos sabe a ciencia cierta ,El final de sus actuaciónes.. .vaya que Colombo está por encima de ellos,porque sus guionistas saben muy bien cómo acaban los episodios…ejem…¿es merito de Colombo…o de los que mueven la palabras que mecen la cuna?…jeje.
Los guionistas de los periodistas son «las filtraciones»…que nadie sabe de dónde vienen pero si «la finalidad que pretenden».
En fin….me acuerdo que Colombo me hizo apreciar las entrevistas de Jesús Hermida,que con una sutil delicadeza y pasito a paso iba desgranando preguntas para llevar al huerto a sus entrevistados…esa era mi impresión….y mi interés .
Yo tenía una gabardina como la de Colombo…
Ante mi doy fe.
AC/DC
firmado:…JAJAJA..que nervios.
La confusión sobre la profesión de periodista crece de un modo alarmante ; en este caso ensambla su destino con un personaje : el detective , que en la literatura de género es lo primero a resolver y que resumiremos como ordenar sus cachivaches . Aparecen pipas , sombreros a cuadros ( con y sin visera ) , coches destartalados ,esposas divorciadas reclamando su pensión como recurso para interrumpir la acción a conveniencia y , como en el periodismo , un trasfondo moral que crece con el personaje hasta convertirse en un ungüento pringoso de moralina que invade toda la escena del crimen.
Llegados a este punto , termina la serie y aparece otro detective que hace las mismas cosas de diferente manera . Va de aquí para allá , recibe golpes , es homosexual porque han disuelto la brigada antivicio y acoge a una niña en un orfanato cuya madre se tomó un tubo de Talidomida Forte y la pobre , claro , está hecha polvo .
Si no me creen solo tienen que darse un paseo por las cadenas de Movistar . Hay de todo y para todos.
¿ Y los periodistas ? Ya lo dice Carlos , intentando encontrar la espada Excalibur para lanzar mandobles contra los golfos en Silicon Valley.
Cuanto más se parecen a los detectives de cartón piedra , más repreguntan ( algo solo admisible cuando se dirigen a un servidor público ) o recitan el Cantar del Mío Cid consumiendo la mitad de una rueda de prensa , más sufre el periodismo y menos periódicos compramos . Más literarios se ponen , más se invisten de una misión : acompañar a migrantes en el Open Arms desde el Índico hasta un asentamiento con cabañas en Tierra de Fuego , acompañado de fotógrafos y todo lo necesario.
En mi opinión , un periodista debe de ser alguien cultivado , políglota , especialista en los asuntos en los que se mezcla , educado y capaz de interesar al público al que se dirige.
Como diría Chandler , alguien competente en el simple arte de narrar.
Mr Muligan…ejem….según sus «exigencias» usted no es periodista…jeje.
Tiene usted toda la razón : no soy periodista , un oficio difícil y exigente , y me basta para saberlo la simple lectura de algunos de nuestros columnistas que me parecen admirables y de los cuales no es infrecuente mi discrepancia que al fin y al cabo vale bastante menos que cualquiera de sus aciertos.
Del mismo modo , puedo estar muy de acuerdo con otros que apenas dejan huella por como están concebidos o desarrollados al carecer de un no sé qué.
De modo que acierta plenamente y para siempre : no soy periodista.
Raymond Chandler, de quien tengo sus obras completas, escribió un ensayo sobre la (complicada) técnica de escribir novelas policiacas, pero se llama “El Simple Arte De Matar”.