Carlos Hidalgo
Ayer se celebró el Día del Periodista. Y eso siempre hace que uno se pare a reflexionar un poco sobre el estado de la profesión. Lo primero que pienso es que es una profesión en la que es cada vez más difícil jubilarse. La precariedad, los bajos sueldos, la delicada situación económica de muchos medios y los ERE aplicados de cualquier manera por una consultora que no sabe nada del sector, hacen que todos los periodistas se sientan absolutamente prescindibles e inempleables en cualquier otro sector.
También hay un tapón generacional, donde algunas vacas sagradas del oficio ocupan sillas bien pasada la edad de la jubilación y cobrando el equivalente al sueldo anual de ocho o diez redactores rasos.
El periodismo es una profesión que no sobreviviría en su mayoría a una inspección de trabajo, sometida a los caprichos de ejecutivos que dicen sin sonrojarse que esto es “como cualquier otro negocio” y que creen que hay un botón de producir noticias y que da igual quién lo pulse. Y no existe tal botón. Para redactar una noticia hace falta tiempo, dinero, talento y formación. El vaciamiento de las redacciones que pretende cubrirse con falsos autónomos que cobran a diez euros la noticia, tiende a producir plagios, noticias de mala calidad, faltas de ortografía y titulares sonrojantes.
Hay noticias que se pueden redactar en una hora, otras en unas cuatro o seis y algunas necesitan de semanas y meses de seguimiento, documentación y mimar a unas fuentes huidizas. Y sin tener la garantía de que esa noticia no quede eclipsada por la última oferta de Mercadona o por el drama prefabricado de un “Reality Show”.
Por otro lado, también hay la costumbre de explotar inmisericordemente a los periodistas, de no respetar los mínimos derechos laborales y de ofrecer sueldos de auténtica risa. Muchos de los grandes medios tienen a personas trabajando por menos dinero del que se cobraría en el paro. Eso sí, determinados columnistas o directivos pueden cobrar tranquilamente entre 4.000 y 8.000 euros mensuales netos.
Lo que leemos en los diarios, lo que oímos en la radio y lo que vemos en la tele son los esfuerzos, horas extras no pagadas y trabajo anónimo de cientos de personas que se sienten prescindibles, pero que creen que la información no lo es.
Una profesión que, en cierta manera, es la mejor del mundo y que tal vez por eso dejamos que nos traten tan mal cuando la intentamos ejercer. Pero hay edades y épocas de la vida en las que te cansas de que tomen el pelo y de vivir cómo un becario de más de cuarenta años.
Y en esto tienen mucho que ver las fórmulas de financiación de los medios. Ahora parece que todo el mundo está de acuerdo en que los muros de pago son lo que puede ayudar a levantar económicamente a los diarios. Pero para eso tienes que estar dispuesto a invertir en una redacción que produzca noticias dignas de ser cobradas. Y eso no se hace con becarios y falsos autónomos. El tan mencionado New York Times invirtió ocho millones de dólares en hacer una gran redacción antes de implementar el muro de pago. Y eso, por ejemplo, aquí no hay nadie que se atreva a hacerlo. O que quiera hacerlo.
Porque hay directores que no leen sus propios periódicos, ejecutivos que no los conocen y audiencia que no sabe lo que cuesta hacer una noticia. Hasta que les falta.
La democracia cuesta, entre otras cosas dinero.
Los diarios de papel y digitales parece que siguen el rumbo de Granma , Izvestia , Avanti o Il Popolo d’ Italia o Völkischer Beobachter, todos ellos predecibles , al igual que las cadenas de TV.
Incluso hay grupos que tienen alpiste para casi todas las franjas , como Antena 3 .
¿ Existe como se pretende prensa independiente , rentable y autónoma ?
¿ Cómo se hace compatible el hecho de una deuda de más de 1000 millones de euros, la pérdida de lectores y por lo tanto de influencia y una política que apoya políticas de izquierda ( a veces radical ) que no es ni centralista , ni federalista , ni autonomista ni la suma de sus contrarios ?
Un misterio tan inextricable como la fórmula abracadabrante del cálculo del Cupo Vasco.