David Rodríguez
Acaba de publicarse una nueva edición del informe PISA, llevado a cabo por la OCDE, que recoge los resultados de las pruebas realizadas en 2022. Hemos de recordar que las competencias evaluadas son las matemáticas, la comprensión lectora y científica, y que el último informe data de 2018, por lo que han transcurrido cuatro años con la pandemia de por medio como protagonista.
Antes de realizar el análisis de los resultados, hay que tener presente que las pruebas PISA son criticadas por muchos expertos por su carácter simplista y su adaptación a un modelo educativo sometido a la concepción neoliberal de la economía. Es evidente que la valoración de los sistemas educativos no puede estar sometida únicamente a indicadores cuantitativos circunscritos a las tres áreas antes mencionadas. Esto mismo ocurre con numerosos indicadores relacionados con las ciencias sociales, hecho que matiza las conclusiones que podamos obtener, pero que no excluye un cierto interés en el estudio de estas pruebas.
A nivel global se produce una caída generalizada de los resultados obtenidos por el alumnado entre 2018 y 2022, hecho que se debe fundamentalmente al efecto de la pandemia del coronavirus. Son pocos los países que mejoran sus cifras, como es el caso de Irlanda, Japón y Corea del Sur, mientras que los que peor han evolucionado son Colombia, Costa Rica y México. A falta de un análisis más profundo de los datos, hay que tener presente que el Covid ha golpeado más a determinadas naciones, ha acentuado unas diferencias sociales cuyo punto de partida era distinto y ha provocado en determinados momentos un tipo de enseñanza online para la que no todo el mundo estaba igual de preparado.
Respecto a España, el dato más destacado es que se produce una caída en los resultados pero la misma es inferior al descenso medio de la OCDE. Además, la evolución de las diferencias existentes entre el alumnado está igualmente por debajo de la media global. No obstante, existen excepciones a esta regla, y una de las más destacadas corresponde a Catalunya, cuyos indicadores se desploman y quedan muy por debajo de la media española.
Hay que tener en cuenta que el mismo informe PISA alerta de que la muestra estadística de Catalunya tiene un mayor margen de error, y además es importante señalar que todavía es prematuro llegar a conclusiones claras sobre los motivos de la hipotética peor evolución de este territorio. Pero esto no ha sido obstáculo para que el debate público en torno a la trayectoria de los indicadores resulte especialmente ruidoso, comenzando por las primeras declaraciones institucionales al respecto.
En efecto, las autoridades educativas catalanas se han lanzado a responsabilizar de su fracaso a la población migrada, afirmación carente de todo rigor cuando no se indica su evolución comparada a lo largo de todo el período entre ambos informes y cuando se obvia el hecho de que el alumnado de reciente incorporación en el sistema está exento de la realización de las pruebas de competencias básicas. También se señala que el otro motivo de los desastrosos resultados, según el gobierno de la Generalitat, es la existencia de mayor proporción de alumnado vulnerable. Sin embargo, no se entra en el detalle de las desigualdades sociales de fondo.
Como se ha mencionado anteriormente, las diferencias entre el alumnado son mayores en Catalunya que en la media de España y la OCDE, y su tendencia ha empeorado durante el período comprendido entre los dos informes mencionados. En este sentido, un informe de UNICEF publicado hace un par de meses apunta que las desigualdades se han incrementado de manera más notable, con una cantidad absoluta que alcanza la escalofriante cifra de 378.500 menores de edad.
Las autoridades educativas catalanas han puesto el acento durante los últimos años en los mantras de la evaluación por competencias y de la innovación, olvidando interesadamente otros indicadores que explican los malos resultados obtenidos y, más allá del informe PISA, la preocupante situación del sistema educativo catalán. Algunos de los datos más relevantes hacen referencia a la mayor proporción del abandono escolar prematuro, a la menor inversión por alumno, a la superior ratio de alumnos por aula o al índice más elevado en materia de desigualdad en distribución de la renta. Estos son los verdaderos retos que deben afrontarse, y mientras no se encaren debidamente estamos condenados a una situación francamente preocupante.
Hoy en El Periódico de Catalunya (no sé si también en el de España) en una entrevista a Gregorio Luri nos recomendaba entre otras cosas fijarnos más en lo que se hace en Valladolid y en escuchar a los docentes. No son malos consejos.
Celebro que David como acostumbra en estos temas se haya tomado su tiempo para comentar el informe, no como los que el mismo día ya estaban diciendo cosas, empezando por el secretario de la conselleria de educación de la Generalitat (de Catalunya).
A mí lo que me deja el artículo es la duda de si Cataluña no estará en un proceso de descomposición generalizado: CiU, el Procés, el Liceo, el Barça, y ahora la educación…