La necesidad de detener el genocidio en Gaza

David Rodríguez Albert

Esta semana hemos conocido un nuevo episodio de la catástrofe que se vive en Gaza desde hace meses, consistente en el asesinato de siete cooperantes de la ONG World Central Kitchen. Al tratarse de personas occidentales, ha tenido un impacto mediático mayor que la ya desgraciada cotidianidad de muertes en la pequeña franja, pero ello no nos debe impedir continuar con la denuncia de la masacre que se padece cada día en este lugar del planeta ante la recurrente pasividad de la comunidad internacional.

Si hacemos un poco de historia, hemos de recordar que la ocupación del pueblo palestino dura ya más de 75 años, y que la violencia no es algo nuevo. Si acudimos al pasado más reciente, durante el primer semestre de 2023 el gobierno de Israel aprobó la construcción de casi 13.000 nuevos asentamientos en Cisjordania, el número más alto de los últimos años. Además, los episodios de violencia de colonos israelíes alcanzaron las cifras más altas de la historia.

Tal como denuncian las organizaciones de derechos humanos, el traslado de civiles a territorios ocupados supone un crimen de guerra, y la política sistemática de sometimiento a la población palestina es un crimen de lesa humanidad de apartheid y persecución. Pocos son los medios de comunicación y los gobiernos occidentales que se atreven a trasladar este vocabulario, blanqueado de manera sistemática al gobierno de Israel y ejerciendo una doble moral escandalosa a la que por desgracia ya estamos demasiado acostumbrados.

El pasado día 7 de octubre de 2023, Hamás y otras organizaciones palestinas lanzaron un ataque que ocasionó más de 1.000 muertos, la mayoría de ellos civiles, en respuesta a los actos de violencia de Israel. Es importante señalar que este tipo de acciones contra la población civil también constituye una conducta criminal, por más que se trate de justificar como reacción ante la represión de Israel.

Sin embargo, lo que ocurre después de estos incidentes de octubre incrementa de forma exponencial el número de víctimas, que ya ascienden a más de 30.000, de las cuales un tercio son niños. Además, se está destruyendo toda la infraestructura civil de Gaza, incluyendo escuelas y hospitales, y se está asesinando a decenas de periodistas internacionales y trabajadores de Naciones Unidas. Teniendo en cuenta que la población de Gaza es de unos dos millones de personas, el ejército de Israel está perpetrando un genocidio en toda la regla.

Mientras se producen estos actos de barbarie, el mundo se mantiene inerte, tal como denuncian las propias organizaciones dependientes de las Naciones Unidas. Lo máximo con lo que nos encontramos son algunas peticiones de explicaciones a Israel y ciertos llamadas estériles al alto el fuego, mientras el mundo se hunde en una absoluta falta de una gobernanza global que pueda encarar este tipo de situaciones tan extremas.

Hay que insistir hasta la saciedad en el hecho de que es absolutamente imprescindible la exigencia de un alto el fuego inmediato en Gaza. No es de recibo que los gobiernos occidentales continúen con el silencio o las medias tintas que se muestran en la actualidad. No puede ser que los defensores de la paz y de los derechos humanos sigan predicando en el desierto. Hemos de hacer todo lo posible para detener un genocidio que es incompatible con la justicia y la humanidad.

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