Carlos Hidalgo
Ayer juró el cargo la nueva Primera Ministra de Italia, Giorgia Meloni. La primera mujer en ocupar el cargo, pero no la primera persona de ultraderecha que lo detenta. Sea como sea, la elección de Meloni deja a España como el único de los cuatro grandes países de la Unión Europea (Alemania, Francia, Italia y nosotros) en el que ninguna mujer ha encabezado el gobierno. ¿Cómo es posible esto?
La cosa puede explicarse, a grandes rasgos, por dos motivos: uno malo y uno bueno. El bueno es que España ha demostrado ser muchísimo más estable que el resto de los países, por lo que la rotación de candidatos es mucho menor. Aquí sólo se ha derribado una vez al Gobierno por moción de censura, por lo general los grupos parlamentarios son disciplinados y, además, nuestro sistema electoral evita una excesiva fragmentación, pero sin castigar al pluralismo. Por ese motivo, las candidaturas duran más y los gobiernos tienden a ser más estables. Eso, aunque positivo, no deja de hacer que el posible ascenso de una mujer a la candidatura a la Presidencia del Gobierno sea un camino, no sólo trabajoso, sino desesperadamente lento.
Este lento relevo de los cargos complica mucho las cosas a la hora dar paso a gente nueva y, por las inercias que da la costumbre, lo complica en un grado mayor a las mujeres.
Hablando, claro, de los grandes partidos. Inés Arrimadas, como hizo en su día Rosa Díez, pretende arrastrar todo el voto de centro hacia su organización. Y, como Rosa Díez, no se da cuenta de que su proyecto es cada vez más antipático y agrio. Para el electorado y para sus propias organizaciones.
Los partidos más pequeños, sobre todo los nacionalistas, tienen menos problemas en presentar esa clase de candidaturas para las generales. No creo tanto que por un afán de progreso, sino por su desinterés por el gobierno de España.
Esto nos deja con los dos grandes partidos: el partido socialista y el partido popular.
Yo soy de la opinión de que seguramente sean los conservadores quiénes primero propongan a una mujer para ello, siguiendo los pasos de nuestros socios europeos.
De hecho, muchos conservadores están señalando ahora a Meloni y preguntando, pretendiendo tener muy mala idea, que cuál es la opinión de las feministas acerca de la primera ministra italiana.
No creo que las feministas defiendan que solo las personas progresistas puedan llegar a la presidencia del gobierno.
Sí, seguramente sea la opción que les gustaría a una mayoría de ellas. No, no es lo más importante. Lo más importante es que, tanto partidos, como electores, sean capaces de dejar viejos prejuicios de un lado y saber escoger a una mujer como mejor representante de sus intereses.
Ahora mismo, solo hay un hombre con unas mínimas posibilidades de obtener buenos resultados en las elecciones generales, que es el de Yolanda
Y no olvidemos a la sin par Isabel Natividad Diaz Ayuso. La presidenta de la comunidad de Madrid sabe moverse dentro de su partido y estima que este no es el momento de presentarse a las generales.
Pero me cuesta creer que es una mujer ambiciosa, que no tuvo ningún problema en conspirar y acabar con el líder del partido que lo nombró, así que lo que podamos esperar hay fuera sea mucho más interesante y también inquietante. Si algo ha demostrado Ayuso es que es impredecible.
La parte del PSOE es la más sorprendente. El partido que durante mucho tiempo ha encabezado casi en solitario la defensa del feminismo en las cortes generales, nunca ha propuesto a una mujer como secretaria general del partido. Ni mucho menos, para presidente del gobierno. La prematura muerte de Carme Chacón nos hizo desear a muchos que ojalá la vieja maquinaria de Ferraz hubiera tenido los reflejos suficientes para ayudarla, por lo menos, a presentarse.
Pero, insisto, el hecho de que una vez primer ministro no es algo de izquierdas, ni de derechas, es un avance colectivo y la comprobación de que los derechos de las mujeres pueden existir más allá del papel. Por lo menos, hasta que pretenda venir un gobierno de ultraderecha para acabar con ellos.
No entiendo nada de lo que quiere decir el articulista . Las mujeres en política son iguales a los hombres , máquinas rellenas de pasión , capaces de hacer lo mismo que ellos .
La igualdad ante todo ¿ no ?
Al final Yolanda es un hombre y no un nombre ;-). Todo cuadra