Arthur Mulligan
Como señala el periodista Santi Gonzalez el sanchismo ha incorporado el método Ollendorf como elemento sustancial de las ruedas de prensa. Así, la nueva portavoz del Gobierno se estrenaba de este modo respondiendo a la pregunta sobre si Cuba era una dictadura para este Gobierno: «España es una democracia… etc etc», es decir, mientras la estructura sintáctica de la oración fuera correcta no importaba el significado de manera que las conversaciones podían no tener sentido, aunque fueran correctas. La pregunta podía no tener nada que ver con la respuesta. La comunicación con este método era complicada y aunque, a la larga el estudiante podía aprender la lengua de forma más natural, a corto plazo no podía comunicarse con soltura.
Bahlsen, uno de los grandes maestros de la enseñanza de lenguas, decía de este método que: «La calidad de las frases, de los modelos de conversación y de las preguntas de Ollendorff, podía ser descrita por muchos como una divertida colección de imbecilidad inconsciente».
Esta imbecilidad inconsciente se traducía en estas preguntas y respuestas sin sentido que bloqueaban por completo una conversación fluida. En España este método fue introducido en la enseñanza y ha evolucionado hasta la clase política. Se aplica con los siguientes puntos:
Se responde a la pregunta, pero no lo que quiere saber el entrevistador, sino que se desvía la atención con una contestación que puede no tener que ver con la pregunta inicial.
Se habla de un tema sin necesidad de que forme parte del diálogo. La llamada comprensión por emisión puede aplicarse en este punto.
La finalidad es desviar la atención. Al no querer responder la pregunta o tratar un tema, como hacia Ollendorff, simplemente se contesta lo que uno quiere.
El debate y el diálogo se reducen al máximo. No se puede debatir sobre un tema, se van sacando temas o respuestas inconexas entre sí.
Ni se escucha, ni se entiende. El debate se bloquea por completo, lo que la otra persona pregunta no importa, solo hay que difundir una sola idea.
La publicidad o la difusión de una sola idea es la que rige la conversación. No existe debate alguno, ni diálogo, solo hay una publicidad o intento de difusión.
Y así continuamos con el fondo del debate que transita por nuestra geografía política, el cual, merced a estos trucos tan burdos no extraña su pobre y raquítica vida parlamentaria.
El hecho de convivir con grupos políticos que mantienen activos proyectos utópicos que el tiempo aconsejó retirarlos por indeseables, perjudica de tal modo la vida política que impide con relativa frecuencia cualquier tipo de compromiso estable.
Por su actualidad me gustaría detenerme en el Partido Comunista de España y su marca blanca, Izquierda Unida, por cumplir los cien años.
Durante este verano no ha cesado de ser recurrente la apelación dogmática contra la extrema derecha, como alfa y omega de quienes no quieren acompañar al gobierno y sus políticas, incluyendo la tóxica afirmación de que no existe una derecha civilizada en nuestro país cuyas características se nos oculta. De modo que solo hay progresismo de variada intensidad al que puede añadirse, en el mejor de los casos, una voluntad inconsútil y gregaria formada por restos desideologizados que en su benevolencia intentan ensayar con cualquier posibilidad un entendimiento general e inespecífico
Por supuesto, toda definición de un extremo implica por simetría la existencia del otro, necesariamente situado a la izquierda algo que jamás se menciona y ello por coexistir en el gobierno de coalición en el cual se oculta.
La extraordinaria habilidad de la ministra de trabajo para espolear su activismo en todas las direcciones, dota de apariencia moderada la enésima reencarnación de un proyecto comunista al que presta el prólogo de una nueva edición del clásico Manifiesto Comunista de Karl Marx: https://elpais.com/ideas/2021-09-04/este-es-el-prologo-que-ha-escrito-yolanda-diaz-para-el-manifiesto-comunista.html?ssm=TW_CC%20v%C3%ADa%20@el_pais
El manifiesto comunista es denso y está cargado de fuerza explosiva. En 40 ó 50 páginas sintetiza con tremendo vigor una teoría general de la historia, un análisis de la sociedad europea y un programa de acción revolucionaria.
El programa era “el derrocamiento de todo el orden social existente” y proponía la aplicación entre otras, de las siguientes medidas:
«…abolición del derecho de herencia, centralización del crédito en manos del Estado con monopolio exclusivo, obligación de trabajar para todos, organización de ejércitos industriales, particularmente para la agricultura y la industria…»
Proudhon, hombre de notable cultura, ya advirtió a Marx, con reservas «para cuando hayamos demolido todos los dogmatismos a priori, no vayamos a tratar de instaurar, a nuestra vez, otra especie de doctrina para el pueblo; no caigamos en el error de su compatriota Martín Lutero, que, después de haber arrojado por la borda la teología católica, se puso inmediatamente a la tarea de establecer una teología protestante, sirviéndose de excomuniones y anatemas».
Cuando un proletario mostraba indicios de desear lo mismo que el burgués deseaba, Marx lo consideraba como un renegado y un pervertido, como una víctima miserable de las ideas pequeñoburguesas. Cierto que no pudo prever un nuevo tipo de socialismo de estado combinado con un nacionalismo exacerbado que pudiera llegar a comprar la decisión de los obreros permitiendo a los miembros más ambiciosos de la clase trabajadora crear un nuevo tipo de clase dirigente apenas distinta a la vieja burguesía; ni tampoco que incluso una Rusia revolucionaria, con una dictadura que había partido de principios marxistas, terminara poco más o menos de la misma suerte.
Marx era absolutamente incapaz de imaginarse la democracia; se había formado en un país autoritario, había tenido algunas experiencias decepcionantes con algunas instituciones, en principio, populares. A una persona cuya más profunda existencia interna consintió en herir y ser herido, en aplastar y ser aplastado, debió de resultarle muy difícil concebir, por mucho que lo anhelara, un mundo gobernado por la paz y la fraternidad y en el que la relaciones entre los seres humanos pudieran basarse en la amistad, la confianza y la razón. Así pues, Marx estaba incapacitado para creer demasiado en las posibilidades del sistema democrático tal como existía en su mundo contemporáneo, o prever los problemas reales que una vez fracasado ese sistema, crearía en el futuro y la llegada al poder de un proletariado inexperto.
Después de los sucesos de 1848, y de los fracasos de los parlamentos francés y alemán, Marx incorporó a su cuerpo de doctrina un nuevo concepto, no formulado en el manifiesto comunista: la dictadura del proletariado, según su autor una de sus aportaciones originales a la teoría política del socialismo. Para Marx era evidente que no bastaba con que el proletariado se adueñara del poder político: también tendría que destruir las instituciones burguesas e iniciar el socialismo con la pizarra totalmente limpia.
A fin de conseguirlo, necesitaría suprimir todas aquellas fuerzas que inevitablemente tratarían de restaurar al Estado capitalista. Aunque a veces hablara de instituciones democráticas dentro de la nueva clase dominante, el gobierno que Marx imaginaba con miras al bienestar y elevación del género humano era un despotismo de clase exclusivista implacable dirigido por personas superiores de elevados principios que habían sido capaces, como Engels y él mismo, de elevarse por encima de las clases.
Su programa inspiró a todo un Lenin y a sus continuadores quienes no tuvieron empacho en beber litros de tinta indeleble para vomitarlos en huracanes de la historia.
Pero claro está que a Yolanda nada le importa de cuanto real aconteció refugiándose en cursis trinos que se pretenden poéticos.
Esta resistencia terca, obcecada y contumaz de los comunistas españoles realmente existentes -pocos, afortunadamente- transita entre el providencialismo ultramontano de sus elementos neocatecumenales más simples hasta el insólito y cínico primitivismo de Bergoglio y otros líderes que se recrean en el pasado mirando el firmamento.
Apreciados como patrimonio cultural intangible solo cuando carecen de poder en las sociedades donde subsisten, resultan un problema muy serio cuando alcanzan cuotas de poder significativo hasta convertirse en amenaza real en su alianza con fuerzas nacionalistas.
Bajo la ficción de ensamblar con su ayuda una socialdemocracia imperfecta se dedican a vegetar en los aledaños del poder corrompiendo el sistema que les alimenta.
MMMMMPPPFFFFFFF JAJAAJAJAAJAJ!!!!
Una pieza maravillosa, seguro a presentar como trabajo en el curso de liderazgo de Albert Rivera, Toni Cantó y compañia. Grandes próceres dignos de intelectuales orgánicos a su altura.
Yo no entiendo cómo los obreros de la Internacional de la época de Marx no se presentaban todos a las elecciones y demás mecanismos liberales del momento. O creaban asociaciones y sindicatos legales o…
Ahora Ada y Yoli van a La Ricarda , una charca pantanosa cerca del aeropuerto de Barcelona a celebrar su victoria como las dos amigas que son dispuestas a merendar .
Al mismo tiempo , los sindicatos se quedan mudos y Fomento relincha herido al ver como 1700 MM se alejan , la nueva terminal no se hará y casi 100.000 empleos desaparecerán del radar del gobierno de la señorita Pepys.
Los españoles nos quedamos también sin ese servicio intercontinental.
Sánchez se acuesta con un somnífero porque no puede con tanto inútil. Cada día su bando se lo pone más difícil y peor .
Es muy fácil pensar que a lo mejor no saben gobernar,
¡¡Dios mío,que insolación!!
…JAJAJA…que nervios.