LBNL
Debería ser obvio que el único responsable de la guerra es Putin, de la guerra y de todos los males que está trayendo con ella, incluido el elevado coste de la energía, la escasez de trigo en el tercer mundo y la recesión del próximo otoño. Debería ser igualmente obvio que el gobierno de España, como todos los demás, puede hacer muy poco para contener los graves efectos económicos de la guerra si Putin persiste en su empeño. Y que no es admisible – ni sensato: pan para hoy, hambre para mañana – dejar de ayudar a Ucrania para que obligarla a rendirse y volver así a la normalidad anterior a la invasión, que ni era tal – el coste de la energía ya estaba desatado – ni va a volver jamás, porque Rusia ha dejado de ser un proveedor fiable. Y debería ser obvio, por último, que por muy mejorable que sea la acción del gobierno de España, cualquier alternativa factible – incluida la de un gobierno “popular” con mayoría absoluta – sería mucho peor a la actual. Y aún así no son pocos los que insisten…
Empezando por el principio, no falta quién – también en este blog – ante el desastre de la guerra incide en la crítica a la política exterior imperialista norteamericana, o en la expansión – gradual y voluntaria – de la OTAN hacia el Este en las últimas décadas. Ambas son perfectamente criticables, pero en modo alguno responsables de la guerra, decidida unilateral y exclusivamente por Putin porque consideró que era lo más conveniente a sus intereses, dejando de lado cualquier escrúpulo moral, legal, político o social, como si invadir otro Estado fuera algo potestativo.
Cierto es que EE.UU., la UE y el resto del G-7 podrían haberse cruzado de brazos, como también acudir a defender a Ucrania, lo cual afortunadamente se descartó para evitar el riesgo de conflagración nuclear, pero no es de recibo culpar siquiera parcialmente de las consecuencias a quienes meramente responden como se supone deben hacer ante una violación tan flagrante del derecho internacional: con sanciones y ayudando a la nación agredida para sobrellevar la agresión.
Aparte de que Putin ya era corresponsable de la subida del precio del gas – a partes iguales con China por su transición del carbón al gas para limpiar el aire viciado de sus ciudades – puesto que llevaba meses limitando al mínimo los suministros a Europa para asegurarse de que la UE no se atreviera a reaccionar decididamente cuando invadiera. Como tampoco EE.UU., la OTAN o la UE son responsables en modo alguno de que Ucrania haya optado por minar los pocos puertos que le quedan en el Mar Negro para evitar su conquista, poniendo fin a su vía principal para la exportación de trigo, esencial para tantos países en África y más allá.
Pero incluso aceptando lo anterior, no son pocas las voces que dejan entrever que dados los daños a nuestra economía, sería conveniente poner fin a la guerra lo antes posible. Desde luego pero resulta que Ucrania no está dispuesta a rendirse y aceptar la amputación de una parte importante de su territorio. Claro que si dejáramos de ayudarla… igual no tendría más remedio. Y a fin de cuentas, ¿es tan importante quién controla unos territorios antaño bajo dominio ruso y en los que la población habla ruso?
Pues sí. Porque esos ruso parlantes ucranianos, en su inmensa mayoría, no quieren pertenecer a Rusia. No es convicción o propaganda: de otra forma Ucrania habría sido incapaz de mantenerlos en su seno no ya ahora sino desde 2014 cuando la primera agresión rusa.
Aparte de que, al margen de Ucrania, si Putin se sale con la suya, ¿qué no hará en los próximos años cuando lo considere favorable a sus intereses, con un cálculo coste/beneficio mucho más favorable? En otras palabras, ¿dónde ponemos la línea roja? En 1938 Chamberlain cedió ante la adhesión de los Sudetes checoeslovacos y no sirvió para apaciguar al autoritario expansivo. Y puede que a muchos no les importe el futuro libre e independiente de Moldavia, pero las tres repúblicas bálticas – o Polonia – son miembros de la OTAN y por tanto una agresión a cualquiera de estos países nos fuerza a la intervención militar directa. Es decir, si cesamos en la ayuda indirecta igual nos vemos inmersos en una guerra directa en pocos tiempo, especialmente porque Putin calculará que también los dejaremos caer antes que afrontar las consecuencias de apoyarles.
De forma que los que implícitamente aceptan como mal menor la rendición subyugada de Ucrania deberían abiertamente abogar por la vuelta de la división de Europa entre un Oeste libre y democrático y un Este total o parcialmente bajo el yugo de Moscú, algo ética y políticamente inaceptable para la mayoría que se preocupa de los derechos humanos y la libertad en el mundo entero. Porque no tiene sentido defenderlos y defenderla en Palestina, China, EE.UU. o dónde sea y estar dispuesto a que los “eslavos” sean todos súbditos de Putin.
Por cierto, la subida de los combustibles fósiles tampoco debería ser un problema para todos aquellos que consideran – con razón – que la mayor amenaza al futuro de la Humanidad es la contaminación humana que acelera el cambio climático. Duele pero está claro que hasta que la tecnología no lo resuelva de otra forma – fusión fría, hidrógeno, productividad y abaratamiento de las renovables – tenemos que ponernos más jerséis y bajar el termostato de la calefacción y buscar más la sombra y poner menos el aire acondicionado, así como usar más la bici y los transportes colectivos antes que el coche y la moto.
Finalmente, todo lo anterior no tiene nada que ver con la acción de gobierno española y ni Sánchez ni Feijoo tienen capacidad de influir significativamente ni en la guerra ni en sus consecuencias económicas. La inflación va a mantenerse alta o bajar sustancialmente en los próximos meses con independencia de quién gobierne en España, como ocurre en todos los países de nuestro entorno. La UE en su conjunto – la Comisión, el Banco Central – sí puede actuar y lo está haciendo, con las limitaciones morales y racionales ya mencionadas. Pero pensar que la presencia de Podemos en el Gobierno o la incapacidad de Sánchez son parte del problema es ilusorio. Cuando menos, teniendo en cuenta las pinceladas económicas que se le oyen a Feijoo cada poco. Otra cosa es que uno quiera utilizar cualquier cosa para tirarle piedras el muñeco que le fastidia pero mejor sin hacerse trampas en el solitario.
En próximo debate de la Nación,veremos quienes dan por supuesto que la crisis que vivimos es una maquiavélica estrategia de Pedro Sánchez para mantenerse en el poder y socavar las instituciones del Estado en favor de «terroristas» y separatistas.
Obviamente hay que darlo por supuesto….ejem.