El sainete gibraltareño

LBNL

Afortunadamente ayer España no vetó el acuerdo para el Brexit en el Consejo Europeo. Habría tenido un coste tremendo provocar un Brexit sin acuerdo – de consecuencias impredecibles – por culpa de un peñón que, por no tener, ya ha perdido su valor estratégico de antaño. Y habría sido ridículo hacerlo por la ambigüedad de un solo artículo del acuerdo. El Presidente del Gobierno compareció el viernes para comunicar que España había conseguido lo que necesitaba. Ciertamente lo había conseguido. El único problema es que la declaración adicional que consiguió se le había ofrecido a principio de semana, cuando España empezó a reclamar que se enmendara el artículo 184 de marras. Lo cual no era posible porque el Parlamento británico no podía recibir el mensaje de que cabían “mejoras”. Otros países también estaban descontentos con otras cuestiones y a ninguno se le ocurrió plantear un veto. Pedro Sánchez tampoco lo habría hecho de no haber sido por las elecciones andaluzas. En ese sentido, jugada perfecta, también para desarmar a quienes le acusan de vender a España por unos cuantos votos independentistas. Porque si ridículo era que España vetara el acuerdo, todavía lo es más que Casado acuse a Sánchez de haber perdido una oportunidad histórica y Rivera pretenda que al Gobierno le han metido un gol.

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