Una agenda para el gobierno

Ignacio Urquizu*

William Riker (1920-1993) es uno de los científicos políticos más importantes del siglo XX. Tal es el desconocimiento sobre él en España, que un relevante politólogo español fue capaz de publicar un libro usando el mismo título de una de sus principales obras y ganar un premio al mejor ensayo. De todos sus trabajos me gustaría resaltar uno: The art of political manipulation (1986) -New Haven: Yale University Press-. En él nos presenta un tipo de manipulación política: la estrategia “herestética”. ¿En qué consiste? Dadas las preferencias de los individuos, muchas veces los políticos pueden “manipular” la agenda para, sin cambiar las opiniones de la ciudadanía, poder desarrollar estrategias ganadoras y lograr el apoyo de la mayoría de la opinión pública. Si Riker está en lo cierto, lo que debe hacer un buen comunicador es hablar de temas en los que se sienta con el respaldo mayoritario de los ciudadanos.

Por ello, si sabemos que en España la mayoría de los votantes se sitúan en el espacio de centro-izquierda, la estrategia que debería seguir el Partido Socialista es situarse constantemente en el eje de competición ideológico y llevar todos los debates a la dicotomía izquierda-derecha. En cambio, el Partido Popular sabe que su estrategia de lucha antiterrorista goza de un gran respaldo.

Por ello, su agenda siempre debería estar llena de referencias a la lucha contra ETA. En definitiva, siguiendo a Riker, lo que deberían hacer los dos grandes partidos es introducir en la agenda temas en los que se sientan fuertes para, sin cambiar la opinión de los españoles, alcanzar el apoyo mayoritario.

Desde que la crisis ha mostrado toda su crudeza, la economía ha sido la protagonista de la agenda. El Partido Popular –y algunas voces de instituciones económicas- ha optado por el catastrofismo y focalizar esta crisis en problemas domésticos. Por un lado, lo que persiguen los dirigentes conservadores no es convencer, sino desmovilizar. Es decir, el principal objetivo de los anuncios apocalípticos es lograr que se quede en casa el máximo número de votantes, entendiendo que una menor participación favorecerá sus intereses electorales. Por otro, en la medida que el debate sobre la crisis se centra en la economía española, el Gobierno socialista aparece como el responsable de todos los males.

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