Iliberales no concluyentes

Arthur Mulligan

Francia y el mundo literario celebran el bicentenario del nacimiento de Flaubert y Baudelaire quienes en 1857 fueron atacados por Ernest Pinard, un ambicioso procurador imperial de 34 años que intentó ocupar el cargo de ministro del Interior a través de postularse como administrador de la literatura, de la moral y de las buenas costumbres.

El tal Pinard pensaba que «Madame Bovary» y «Las Flores del mal», a pesar de su excelencia, merecían un correctivo, una sanción pública porque sus autores deberían de concebir la literatura en su forma y expresión como formando parte de una misión orientada a preservar la castidad y la pureza (de las mujeres se entiende) en una sociedad sana.

«Reaccionen con una sentencia contra esta fiebre insalubre que tiende a dibujar todo, a explicarlo todo, a decirlo todo, como si la moral pública no existiera», dijo al final del proceso dirigiéndose a los jueces quienes, a pesar del brío de su dedo acusador, se inclinaron a favor de un Flaubert (Madame Bovary c’est moi!) admirablemente defendido en un vibrante alegato de más de cuatro horas por su abogado, Jules Senard. Sigue leyendo