El bueno, el feo y el malo

Meritxell Nebot Pedrol

Llego tarde. La suerte ya está echada y yo con estos pelos. Y es que la vida a veces no da para más y aunque querríamos evitar errores a nuestros seres queridos, darles nuestra opinión o aconsejarles pausadamente, el tiempo se nos escapa calle abajo y por más que corramos no nos dan las piernas para pararlo con dignidad. Así que aquí estoy, con el manual definitivo para elegir escuela bajo el brazo y las pre inscripciones ya cerradas. Así que de poco va a servir mi propuesta a los concursantes de este año, lo siento amigos.

Elegir centro educativo no es tarea fácil, lo sé. Las que tenemos hij@s lo sabemos. Todas queremos lo mejor para nuestros retoños y cuando digo lo mejor digo lo último, lo más, lo que no nos deje atrás ni a nosotras ni a nuestra prole. Queremos que aprendan, se formen, crezcan como personas, sean críticos, tengan un buen futuro y sean felices. Y con esa lista de la compra salimos a buscar escuela. Empieza la peregrinación de jornadas de puertas abiertas, visitas a centros, reuniones on line… Un via crucis que tiene lugar a eso de las 18h cuando termina nuestra jornada laboral y nuestro cerebro empieza a fallar. Porque no sé el vuestro, pero el mío a partir de media tarde, flaquea. Y así, con poca agilidad atencional y algo de nervios nos lanzamos a la reunión de turno. La que la providencia elija para esa tarde, porque claro, queremos ver ocho coles en tres días y echando cuentas así al tun-tun nos sale a más de una reunión por jornada. Y ahí empieza lo difícil, señoras y señores. Porque asistir a dos reuniones a la vez no es lo realmente difícil. Eso ya casi lo tenemos dominado con el ritmo de vida que llevamos… No, lo que supondrá la mayor dificultad es separar el grano de la paja, pescar lo relevante, no dejarnos embaucar por promesas milagrosas escogiendo entre los ocho colegios candidatos. Tanto que al final de la semana ya no sabremos ni siquiera emparejar la cara del director o directora con el centro bueno, el feo y el malo. Sigue leyendo

Hiper p(m)aternidad

Meritxell Nebot

Uno de los placeres de esta vida terrenal es echar la tarde en una librería. Si puede ser de esas pequeñas, de barrio, mucho mejor. Pero debo reconocer que a veces incluso perderme en esas enormes que hay en el centro de la ciudad, puede resultar agradable. Sea cual sea el formato de la librería me encanta pasear por sus pasillos, ojear títulos de todo tipo, perderme en secciones que no sabía que me podrían interesar para terminar regresando de nuevo sobre la pista de lo que iba buscando en un inicio.

Ésta misma semana, mientras disfrutaba de uno de esos paseos literarios, me llamó la atención una sección justo al lado de donde yo estaba. Decenas de títulos de muy variopintos autores se mostraban expectantes a la caza del lector o lectora necesitado de consuelo y orientación: Cómo educar hijos tranquilos y alegres. Ser padres y no morir en el intento. Hijos lectores, cómo estimularlos para que lean a Fromm antes de los 6 años. Rabietas y otros despropósitos sorprendentes de la crianza, como acompañarlos con amor. Tu hijo, el crack mundial de la papiroflexia, guia para padres. Sigue leyendo

Quizá a la próxima

Meritxell Nebot

No sé cómo no me había dado cuenta antes. Tantos días dándole vueltas al asunto y resulta que la respuesta estaba justo ahí, pero no podía verla. Quizá sea porque andaba yo absorta leyendo, contrastando, tratando de comprender cada debate estéril que se iniciaba a mi alrededor presa de ese defectillo que padecemos algunas mortales que es el informarse antes de hablar. O quizá sea porque no quería verla, sin más. A veces las cosas son tan evidentes que las descartamos por simples cuando después resultan ser de una certeza aplastante.

Siempre me ha fascinado nuestra especie: Ahí, erguiditos mirando por encima del hombro a los demás compañeros del reino animal, con las manos libres para crear, con esos cerebros tuneados al milímetro preparados para las más complejas empresas. No dejan de sorprenderme la cantidad de cosas que podemos emprender y destruir en cuestión de semanas sin siquiera despeinarnos. Me atrae irresistiblemente el curioso comportamiento humano capaz de las más brillantes obras y las respuestas más idiotas a la vez. Pero sobre todo me alucina la capacidad que tenemos para complicarnos las cosas las unas a las otras y para repetir una y otra vez los mismos errores como si no los hubiéramos vivido nunca antes. Y no es que no considere que la duda, o la confusión sean características inherentes a nuestra condición, que lo son. No es eso. Sigue leyendo

Así no

Meritxell Nebot i Pedrol

Informes hay para todos los gustos y colores. Informes que afirman que los niños son vectores de transmisión de la covid-19, informes que demuestran justamente lo contrario. Por informes que no sea, pero que lleguen así en degoteo y de lejos, nunca como información directa a las direcciones de los centros educativos y menos directamente al profesorado. Porque ¿para qué? Si todas sabemos que los maestros y maestras no son exactamente profesionales a quienes les interesen ese tipo de cosas, sinó más bien guarda-críos con algunos estudios al servicio de los mercados. Porque así nos sentimos las docentes cuando estos días hemos oído una y otra vez que debemos reabrir las escuelas porque los padres y madres, las personas cuidadoras, deben volver a sus puestos de trabajo. Porque debemos reactivar la economía del país. No seré yo quien diga lo contrario: ni es mi campo, ni estoy suficientemente informada para opinar al respecto. Pero permítanme dar mi opinión sobre algo que sí conozco bien: cómo funciona la escuela. Sigue leyendo