El último soviético

Juanjo Cáceres

Destacaba Pablo Iglesias en una columna reciente que “la URSS no era un régimen defendible, pero que su desaparición alejó a la humanidad de un futuro humanamente viable” (¡valga la redundancia!), lo cual me parece una afirmación muy categórica, pronunciada mientras el cuerpo de Mijaíl Gorbachov estaba aún a la espera de sepultura, tras su fallecimiento el 30 de agosto de 2022. No es que no valga la pena expresarse sobre ello, ya que hacer un balance medianamente riguroso de las consecuencias de la desaparición de la URSS es un ejercicio necesario, pero a menudo nos olvidamos de hacer otro ejercicio previo, más importante y menos hipotético, que es analizar cuáles fueron las consecuencias reales de la existencia de la URSS. No parece inoportuno reflexionar sobre ello al calor de las contrastadas valoraciones que se han hecho estos días sobre el último mandatario soviético.

Posiblemente la historia de la URSS puede dividirse en tres grandes etapas, una primera de carácter revolucionario, durante la cual se ponen patas arriba las estructuras sociales y de poder bajo el fuego de la Primera Guerra Mundial, en un conflicto que también se lleva por delante varios regímenes europeos y que destruye el último gran estado absolutista de Europa: la Rusia zarista. Una segunda de consolidación de un régimen de tipo dictatorial, represor y alejado de la concepción liberal de un estado de derechos y libertades, que madura bajo la dirección de Stalin hasta las tensiones de los años 1930 y la Segunda Guerra Mundial. Y, finalmente, una tercera, en que ese estado se convierte en la otra gran potencia del mundo, gracias al impulso industrial y armamentístico experimentado antes y durante el conflicto y gracias a los avances territoriales y geopolíticos que los soviéticos obtienen de su victoria. Esa URSS que surge en 1945 es la que habría destruido Gorbachov: no la de la primera etapa, que ya se ocupó Stalin de liquidar a fondo, ni la de la segunda. Para entonces, la Revolución de Octubre duerme el sueño de los justos y los cadáveres soviéticos tras 30 años de guerras y violencia -entre 1914 y 1945- se cuentan por decenas de millones. Sigue leyendo