Rubén Ruiz-Rufino
Una de las consecuencias de las elecciones del pasado domingo ha sido la considerable pérdida de peso polÃtico de Izquierda Unida (IU). IU ha sido hasta la fecha la única fuerza nacional que elección tras elección ha tratado de disputar votos a las grandes formaciones polÃticas con un resultado crecientemente decepcionante desde 1996. Gaspar Llamazarres admitÃa, el mismo dia de las elecciones, su derrota pero lo hacÃa usando un discurso en parte victimista. Estaba claro que para Llamazares e Izquierda Unida, el desastre sufrido no era más que una consecuencia del “tsunami bipartidista†generado principalmente por “un sistema electoral injustoâ€. La pregunta que uno se puede hacer es si este discurso victimista tiene razón de ser y si verdaderamente la debacle de Izquierda Unida se debe fundamentalmente a las injusticias que genera el sistema electoral. En este blog, y en otros lugares, ya he defendido que nuestro sistema electoral es una institución que desde su inicio en 1977 ha logrado una estabilidad institucional que ayudan a explicar la impresionante evolución social, polÃtica y económica de nuestro paÃs en algo más de 3 décadas. Cierto que el precio, en términos de representación polÃtica, ha sido alto. Tras 9 convocatorias electorales existe la certeza de que nuestras reglas electorales premian a las fuerzas más poderosas en las distintas circunscripciones. Eso explica que los partidos grandes nacionales hayan crecido pero también que los partidos nacionalistas con una fuerte implantación no hayan visto su peso reducido.
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