Lope Agirre
Desde que el mundo sea, o es, mundo, o como se llame a esta tierra, andan sabios y no tan sabios, fuertes y débiles, duros y blandos, individuos y grupos, inteligentes y estúpidos intentando saber qué clase de misterio es ese del ser humano y buscando un poco de luz en la más obscura tiniebla.Â
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Hace poco, volvà al lugar que habÃa jurado jamás volver. No estaba, sin embargo, ni demasiado triste ni demasiado alegre, ni demasiado forzado a la estancia, ni demasiado ilusionado por la circunstancia, si todo hay que decirlo. VÃnome a la mente la idea de que el azar o la suerte me llevaban cogidito de la mano, que a la postre yo no era más que una máquina que inmensas fuerzas, imposible discernir si eran cercanas o lejanas, me utilizaban a su gusto y placer, sin poder rebelarme siquiera. Sentà pánico, aquel pánico que siglos antes habÃa experimentado Pascal: “Cuando considero la corta duración de mi vida, absorbida por la eternidad precedente y posterior (memoria hospitis unius diei preterentus), el pequeño espacio que ocupo, e incluso que veo, sumido en la infinita inmensidad de los espacios que ignoro y que me ignoran, me espanto y me asombro de verme aquà en lugar de allÃ, pues no hay ninguna razón para un aquà en vez de un allÃ, ni para el presente en lugar de para un después. ¿Quién me ha puesto aquÃ? ¿Por orden y decisión de quién este lugar y este tiempo me han sido adjudicados?â€