Paisajes

Lope Agirre

Hay muchos modos de contemplar e interpretar el mundo, y también muchas maneras de estar en él. Se ve en el paisaje que cada cual, según sus afectos, deseos y personalidad, cuida o descuida. La naturaleza informe y sin domesticar se forma y reforma, se domestica y se educa, se modula y modela, cuando la vista lo rodea y precisa, en un lugar y en un momento concretos, con lentitud, como debe ser. Por ello, el paisaje es cultura, y las opiniones y comentarios acerca del paisaje pertenecen al campo de la ética, además del de la estética.

Lo que denota el paisaje francés es un mundo equilibrado e inteligente. El ensayo, en el terreno de la literatura, es un género que exige inteligencia equilibrada y equilibrio inteligente. Debemos a Montaigne, deuda eterna por tanto, el nacimiento del género. Fue él quien denominó a lo que con gran y precisa tensión estaba escribiendo Essais, o sea Ensayos. Con dicho bagaje como alforja inició su itinerario y acabó, asimismo, su camino literario, yendo desde dentro hacia afuera, y no desde fuera hacia adentro. Descansó, cuando el género estaba a punto de explotar por su propia enormidad y a punto de ser vendimiado, como las viñas del Garona. Sentó las bases de nuestra modernidad, que discurre sin saber muy bien por dónde. El género creado por Montaigne se ha extendido y se ha hecho un hueco entre nosotros. Podemos citar a Nietzche, como podemos citar a Ciorán. Decía Ciorán que la filosofía sólo es posible si se trata de fragmentos y de textos troceados, porque un fragmento puede afirmar algo, y otro lo contrario, en la misma jornada. Dicha contradicción es imposible que suceda en la novela; menos, en la poesía. El ensayo, según Montaigne es recorrido vital. Según Pascal, es la vida misma.

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