Aznar y su nueva bonhomía

Millán Gómez

La reacción del presidente Zapatero y el Rey Juan Carlos ante las interrupciones de Hugo Chávez, presidente de Venezuela, en la última Cumbre Iberoamericana celebrada en Santiago de Chile representa la respuesta ejemplar que debe dar un presidente de un Gobierno y el Rey de un país como España. La actitud de un gobernante elegido por su pueblo pero con actitudes más propias de un régimen dictatorial que de un sistema democrático como la adoptada por Chávez no deja otra opción que llamarlo a filas y darle un toque de atención. Pero ni por esas.

En primer lugar, Zapatero, con una paciencia ilimitada y demostrando talante, pidió en innumerables ocasiones al presidente venezolano que dejase hablar, que respetase al adversario político por muy alejado que esté de su adscripción política y que no cayese en la descalificación. La imagen del Gobierno de España en esta cumbre no puede ser mejor. El líder del ejecutivo dejó alto el pabellón español demostrando que el Gobierno de España defiende la democracia y las citas internacionales como un foro donde exponer ideas, en muchos casos opuestas, pero desde el máximo respeto y tolerancia. Al contrario que el populista Chávez.

Por su parte, el Rey defendió la imagen de España en política exterior al no aceptar que se insultase a un antiguo presidente del Gobierno de España que fue elegido por el pueblo y que, por ende, merece el máximo de los respetos, estemos o no de acuerdo con sus planteamientos. Que va a ser que no.

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