La acción racional

Ricardo Parellada 

Fatigado por la actualidad, espero que disculpen que hoy presente un poco de abstracción. Con esta reflexión sobre la racionalidad de las acciones me gustaría conseguir dos cosas: ilustrar aquello de que nada hay más práctico que una buena teoría y que me corrijan y ayuden a entender estas cosas los comentaristas de DC que las conocen mucho mejor que yo. En todo caso, la comprensión de las acciones humanas tiene una enorme relevancia en muchos terrenos, incluyendo la acción política y económica.  

 Los agentes tienen creencias y deseos acerca del mundo que les rodea. Un agente puede, por ejemplo, desear beber y creer que el líquido que contiene una jarra que está en otra habitación es zumo de frutas. Ese deseo y esa creencia explican que el agente se levante y beba; son la causa de su acción; causan su acción. Sin embargo, es posible que el agente tenga también el deseo de esperar a alguien que está al llegar y de aprovechar la visita para beber y conversar a la vez, con lo que puede descartar beber ahora y esperar un poco. Si el deseo de beber en compañía es mayor que el de beber a solas y está acompañado por la creencia de que la visita es inminente, el agente espera; deseo y creencia son, de nuevo, causas de su acción (omisión en este caso); causan su acción (u omisión). Aunque el modelo básico es siempre el mismo, es necesario completarlo con dos consideraciones importantes. Por un lado, este modelo se presta a una formalización muy gráfica de las acciones, que tiene gran relevancia cuando estamos ante agentes económicos y se encuentra en la base de la llamada teoría de la elección racional; y, por otro lado, la noción de deseos se debe entender en un sentido muy amplio para abarcar todo tipo de preferencias o pro-actitudes del agente, por utilizar el término de uno de los autores que han defendido este modelo con mayor vigor. 

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