“The thousand autumns of Jacob de Zoet”, de David Mitchell

Frans van den Broek 

Libros como el de Edward Said, “Orientalismo” (para mencionar sólo uno, de cuya calidad puede dudarse, pero no de su cantidad de lectores), y una larga historia de descolonización, comercio global y posmodernismo militante nos han habituado a la suspicacia a la hora de juzgar obras como la tratada aquí. Dondequiera que una novela procure representar el encuentro de dos o más culturas diferentes, sobre todo cuando una de ellas es la cultura blanca y occidental, el crítico –o el lector así inclinado- se siente casi en la obligación de descubrir tejidos jerárquicos de poder, o narrativas de la opresión tácita o flagrante del Otro, o una idealización exótica y denigrante del habitante del mundo no occidental; en general, signos de una actitud prejuiciosa para con quien no comparta la cultura superior de la Ilustración. No siempre esta suspicacia estará justificada, por supuesto, y no faltan casos en los que el lector permanecerá en la duda sin remedio.

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