7 de Julio, San Fermín

Julio Embid

A Pamplona hemos de ir con una media y un calcetín. Así rezaba la famosa canción que todo el mundo se sabe. Mariano Rajoy deberá ir con mucho más que eso para que el PP no sea un partido residual en Navarra como le pasa en Cataluña y es que desde que en otoño de 2008 se refundó el PP Navarro, las cosas no funcionan en la Foral como en Génova quisiesen.

Todo empezó con los resultados de las autonómicas del 2007 donde a la UPN le quedó un parlamento colgante sin la mayoría natural que siempre alegaron y donde se abría la posibilidad de un acuerdo entre socialistas y nacionalistas vascos para poder desalojar a la derecha regionalista del poder (que lleva desde 1991 cuando los otros se lo llevaban crudo). Este acuerdo que nunca se llevó a cabo por las reticencias de Ferraz 70, frenó la llegada de un ‘pentapartito’ ameno y para toda la familia, y es que no hay que olvidar que la coalición Nafarroa Bai (Navarra Sí) son cuatro partidos: Aralar (socialistas), EA (socialdemócratas), PNV (democristianos) y Baztarre (comunistas) y un buen grupo de independientes, que de homogéneos no tienen nada, y mucho menos a la hora del reparto de sillas. Con aquella decisión se demostró que el entonces secretario de organización del PSOE, José Blanco, era el “Vo Nguyen Giap de Lugo”, famoso general y estratega norvietnamita, que demostró que el desgaste y la paciencia son la mejor de las estrategias y que se puede perder para ganar. Con la abstención nada gratuita de los socialistas en la investidura de Miguel Sanz, se logró quebrar la unidad de la derecha navarra entre aquellos regionalistas foralistas de derechas de toda la vida y los netamente de derechas de toda la vida. Así pues la ruptura se formalizó en la votación de presupuestos de octubre de 2008 donde uno de los dos diputados de la UPN abandonó el Grupo Popular en el Congreso por romper la disciplina popular.

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