La alta velocidad, entre radios y redes

Barañain 

El fin de semana anterior al de las navidades tuvo aire de fiesta ferroviaria, una fiesta cuya música  logró imponerse, al menos por unas horas, al fragor del momento político actual y al eco residual del sabotaje de los controladores aéreos. Mientras el Gobierno de Zapatero, muy juiciosamente, conseguía la prórroga del estado de alarma, por si a los saboteadores se les ocurría provocar  nuevos desmanes en este período vacacional y el Parlament de Catalunya se disponía a investir como nuevo presidente de la Generalitat  a un Artur Mas dispuesto a “liderar la transición nacional” en ese país, los Trenes de Alta Velocidad conseguían imponer su protagonismo.

 Con apenas unas horas de diferencia, el AVE procedente de Madrid llegaba a Valencia, y el francés TGV procedente  de París atravesaba  la frontera en dirección a Figueres. En el primer caso, situar Valencia a sólo una hora y media de Madrid concitaba la unánime satisfacción y hasta el ministro Blanco era públicamente felicitado por los líderes del PP; en el caso de la conexión francesa la satisfacción que compartía casi todo el espectro político y social catalán era igualmente evidente.   Sigue leyendo