Barañain
La expectación despertada por la celebración de las elecciones primarias en los EEUU contrasta con el desinterés con que se asiste en nuestro país al proceso de designación de los candidatos por parte de cada formación política. No me refiero, claro está, a los nombres en sí mismos, sino al modo en que tales personas son designadas.
El inesperado desenlace de la pugna entre Gallardón y Aguirre por hacerse con la pole posicional en la carrera sucesoria en el PP, pugna que ha girado en torno a la inclusión en las listas electorales, si por un lado se presta a obvias interpretaciones políticas sobre la evolución ideológica en la derecha española, por otro evidencia el nulo carácter democrático de la decisión sobre composición de las listas. Decisión digital del líder máximo sin que haya constancia de participación o debate alguno en los órganos decisorios colegiados de esa formación política. Sin embargo, no es probable que sea esa la perspectiva desde la que se enjuicie la decisión adoptada por Rajoy.